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UN “RIGOBERTO URÁN” PRESIDENTE.

Semana
6 de agosto de 2012

Desde hace décadas la comunidad científica en el plano epistemológico  ha venido trabajando en la creación de modelos que expliquen los sistemas complejos, aquellos que se escapan o no pueden ser abordados totalmente desde los paradigmas de causa y efecto de la mecánica de Newton y en los que, por lo tanto, la exactitud en la predicción de su comportamiento por los medios clásicos se pierde. Uno de estos modelos es el que se conoce como la Teoría del Caos que busca soluciones para sistemas que pierden su simetría y su estabilidad. “Si un estado simétrico se vuelve inestable, el sistema reaccionará de alguna forma; y lo que resulte de esto no tiene por qué ser simétrico de la misma forma.” [i] La anterior sentencia permite inferir que lo inesperado o lo disruptivo de una simetría que se rompe es siempre una posibilidad.

 

La hazaña de Rigoberto Urán, nuestro primer deportista que obtuvo medalla olímpica en las justas que se están desarrollando en Londres, puede ser un ejemplo de ello. Los expertos mencionaban otros nombres como favoritos a obtener preseas y por ninguna parte era mencionado el colombiano. En este tipo de competencias los favoritos permanecen en el pelotón principal, permitiendo la fuga de corredores que sin posibilidades de ganar buscan lucirse ante las cámaras sabiendo que, con la inercia del pelotón, los alcanzan y a pocos kilómetros de la meta los favoritos rematan en  el llamado “sprint final”, ganando los primeros puestos aquellos que hubiesen administrado mejor la energía durante la carrera. La competencia olímpica se desarrollaba dentro del esquema; Urán inicialmente se mantiene en el pelotón principal, en donde los favoritos de Gran Bretaña y Alemania se encontraban,  a cuarenta y siete kilómetros de la meta un pelotón se despega, en el cual el ciclista colombiano se hallaba, durante diez y siete kilómetros mantienen una diferencia de tiempo con el pelotón de minuto y medio (entre los cálculos estratégicos de los favoritos) pero, sorpresa: faltando unos pocos kilómetros para la meta  salen Urán y Vinokourov fugados; el pelotón alcanza al grueso de corredores de la fuga pero no a los que a su vez salieron delante de este, resultando una medalla de plata inesperada  para el colombiano (pudiendo ser oro). La simetría de la competencia la rompieron los dos medallistas principales a escasos kilómetros de la meta, guardaron fuerzas para una fuga sin que ciclistas de peso los pudiesen marcar, derrotando a los estrategas británicos y alemanes. Lo inesperado sucedió.

 

Durante diez años la simetría de nuestro sistema político se ha configurado alrededor de los intereses mafiosos propios del paramilitarismo y de la mafia “pura”, amalgamados en las que se orquestaron alrededor del presupuesto oficial en complicidad con algunos actores del sector privado; configuración que ha permitido que los intereses particulares se apropiasen de las instituciones; todo lo anterior girando en torno a una economía extractiva que por lo pronto está favoreciendo a los intereses de los grandes capitales globales en detrimento del desarrollo económico sustentable del país. En las pasadas elecciones presidenciales la llamada Ola Verde, alrededor de Mockus, pareció ser el indicador que la simetría del sistema se estaba terminando, pero el fenómeno o la fuga del candidato verde fue neutralizada rápidamente por el pelotón político imperante. Después, el gobierno de Santos parecía que iba a propiciar una ruptura de esa simetría desde el interior, con la visita a los kogi en la Sierra Nevada - en horas previas a su posesión como presidente- y la implantación de una “Urna de Cristal” en su administración se esperaba que el modelo de relaciones políticas y económicas se fundamentaran más en lo público (menos corrupción) y más en el desarrollo económico sostenible. Al final lo que se ha encontrado es que la “Urna de Cristal” no es más que un recipiente vacio, verbigracia el ministro de Transporte dando un ejemplo de “apropiación” particular del Estado sin que el presidente se inmute – empresas contratistas del Estado con pactos de retroventa a su favor indicarían que en la forma salva la inhabilidad ética, pero en el fondo demuestran que tarde o temprano sería beneficiario de la contratación oficial además de su elevado sueldo como ministro-; que la política económica sigue siendo la de su predecesor y que se coligó con el Congreso para que legislara a su favor, para que algunos congresistas (no sé sí una mayoría) no hubiesen respondido por sus cercanías con algún tipo de las tres relaciones mafiosas arriba mencionados, como la fallida reforma a la justicia que allí se tramitó lo estipulaba; señales estas que muestran que se continua con la baja naturaleza de gobierno que el expresidente Uribe ejerció en sus ocho años de mandato.

 

La sociedad estaría dando señales de una ruptura de la simetría política. Primero la reacción de los estudiantes a una reforma que de forma autocrática promovía el gobierno y que, ante la contundencia del movimiento estudiantil y de otros sectores de la educación, tuvo que retirar; segundo, la reacción de la sociedad ante  los resultados de la reforma judicial que obligó a Santos y su equipo a buscar una fórmula constitucional inédita para no sancionarla y, tercero, en la encuesta de medios, publicada por Semana, más allá de la mala o buena imagen de los políticos uribistas o santistas – y a pesar de la insistencia de algunos medios por poner a jugar a Uribe como presidenciable cuando constitucionalmente no es posible, pero al parecer ni a los unos y ni al otro les importa – se aprecia un rechazo de la sociedad por la clase política, una incertidumbre por el futuro y una indecisión sobre el sector político por el que se inclinaría. Estarían dadas las circunstancias para que una figura disruptiva haga su aparición en la vida política, tanto individual como grupal, un Urán de la política con un equipo de apoyo; lo inesperado puede ocurrir y este escenario es posible y como la teoría lo puede predecir no significaría que el país llegase al abismo sino que una nueva simetría se configuraría en nuestro sistema político, con nuevas relaciones entre sus actores que permitan el pleno desarrollo de nuestra Constitución en su mayor expresión: un verdadero Estado Social de Derecho.

La pregunta es: ¿Quién podría ser esa figura disruptiva?  



[i] ¿Es Dios un geómetra? Ian Stewart y Martin Golubitsky, pag. 28. Ed. Grijalbo.