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Cuchilla firme, corazón abierto

Alvaro Velásquez cumple 30 años al frente del Grupo de Trasplantes de la Universidad de Antioquia, líder en América Latina en alta cirugía.

13 de julio de 2003

Despues de dedicarle un año al servicio militar y cuando soñaba con ingresar a la Fuerza Aérea o a la facultad de ingeniería civil, a Alvaro Velázquez le cayó un baldado de agua fría: sus padres sólo aceptaban que estudiara medicina. A regañadientes se presentó a la Universidad de Antioquia y terminó la carrera sin mucho convencimiento y su interés sólo afloró cuando empezó su primera especialización en cirugía general, luego en cirugía cardiovascular y más tarde en trasplantes, en la Universidad de Colorado, en Denver.

De altura media, delgado, casi atlético, su figura se fue haciendo familiar en los pasillos del Hospital San Vicente de Paúl. Cuando regresó de Denver, luego de dos años, después de haber estudiado con los doctores Thomas Starzl y Ben Eizeman, entre otros, su única obsesión era conformar el primer grupo de trasplantes de la Universidad de Antioquia y el Hospital San Vicente de Paúl. "Estuvimos capacitándonos durante tres años en todas las disciplinas con el fin de estar listos para el primer trasplante, de riñón, que se realizó el 29 de agosto de 1973. El resultado fue exitoso y este paciente vivió 24 años con actividad renal normal y murió en un accidente de tránsito", recuerda.

Este acontecimiento sirvió para institucionalizar el 29 de agosto como el Día Nacional de Trasplantes y en 2003 se cumplen los 30 años de esta hazaña. Desde ese momento la Unidad de Trasplantes, que hoy involucra a 50 personas, ha realizado más de 3.000 intervenciones y es considerado el equipo más importante individualmente de Latinoamérica y uno de los más valiosos del mundo. Pero no sólo ha sido pionero del trasplante de riñón en el continente. En 1985 también formó parte del equipo que realizó, con el doctor Alberto Villegas a la cabeza, el primer trasplante de corazón en Colombia.

Quienes lo conocen dicen que se comporta como un general. Que algunos de sus estudiantes han aprendido con sangre, pero aprenden. El reconoce que es una persona de carácter rígido pero niega ser cruel con sus alumnos.

Cuando se conoce más de su personalidad no médica es fácil encontrarse con el típico Piscis. Es utopista, de ideología de izquierda, sueña con un país sin violencia y con más equidad.

Un día decidió darse un año sabático y se internó con sus dos hijas en El Banco, Magdalena. Allí se hospedó en casa de su amigo José Barros, el compositor de La piragua. Pero lejos de descansar, un verbo que Velásquez no sabe conjugar, se dedicó a hacer cirugías sin honorarios en el hospital de El Banco y en otras poblaciones del río Magdalena. Su vida transcurrió feliz allí. Se sentía como pez en el agua y regresó a Medellín con energía renovada.

Su primera esposa fue Beatriz Saldarriaga, madre de sus hijas, María Beatriz y Mariana, y la segunda la sicóloga María Eugenia Toro, madre de Mariana, su sol de 10 años. Cuando habla sale a flote su romanticismo, el mismo que le permite pasar horas con sus binóculos observando pájaros en su finca de Llanogrande o cuidando a los peces de su truchera de Jardín, Antioquia.