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EL ABOGADO DE LOS LECTORES

A pesar de haber sido tentado por el derecho, picó el anzuelo del periodismo y hoy se puede dar el lujo de haber sacado adelante El Mundo

17 de junio de 1985

"Llegó la cuchilla", dicen sus colaboradores todos los días a las 8 y 30 de la mañana, cuando, de punta en blanco, el bigote atizado, Darío Arismendi hace su entrada en El Mundo de Medellín. A esa hora ya tiene entre pecho y espalda todo lo necesario para saber qué está pasando en Medellín, Colombia y el mundo. No hay noticiero que no haya oído, ni periódico que no haya leído. "No se le escapan ni los clasificados': dice Marta Botero, la subdirectora del periódico que hace pocos días cumplió, a pesar de los malos augurios iniciales, seis años de vida.
Empieza el día con una especie de memorial de agravios, señalando los errores tanto informativos como de presentación que, a su juicio, se cometieron en la edición del día. "Es el mejor abogado que tienen los lectores", destaca Marta Botero, "pues considera que cada una de las fallas es un daño que se le causa al lector. No justifica, no transige, pues siente como lector y teme que el periódico pueda perder credibilidad". Incluso cuando viaja no suelta los hilos en ningún momento y a su regreso, como especie de papá Noel en Navidad, va repartiendo temas y noticias a los distintos departamentos de la redacción. Obsesivo no solamente por los contenidos, sino por su presentación, que considera la imagen del periódico, dedica especial cuidado a la preparación de la primera página. "Y eso que ha aprendido a delegar", cuentan sus más cercanos colaboradores, "pues al comienzo pretendía hacerlo prácticamente todo". El, por su parte, sostiene que un diario es como un equipo de fútbol: "cada acierto es un gol y cada falla un autogol".
Estricto y exigente, ha perdido sin embargo, esa inclemencia de los primeros días, que hacía temblar de terror a quien era llamado a su oficina. "Ahora la nota predominante de su carácter es el buen humor, lo que no quiere decir que estemos exentos de algunas iras santas que, por fortuna, él mismo se encarga de avisar", dice la subdirectora. Frentero, como dicen los paisas, a Arismendi no le tiembla el pulso a la hora de denunciar y si algo le crea problemas con los anunciantes, él personalmente pone la cara. Nunca baja la guardia y son muchas las noches en las que él asume el cierre de la edición, cargando, eso sí, con la responsabilidad de los errores que puedan salir al día siguiente.

El anzuelo
Pero, ¿de dónde salió este hombre quien, pese a su cara de abogado javeriano, ha protagonizado la hazaña de sacar adelante el periódico más moderno del país?
Como él mismo se define, "soy hijo de una típica familia paisa. Papá laureanista, mamá liberal. La cosa era tan grave, que la primera vez que papá pudo entrar a casa de mamá fue el día en que pidió su mano". Pero éste no es el único rasgo paisa de la familia Arismendi Posada. La otra es que la pareja acredita una prole de nueve hijos, ocho hombres y una mujer. "Con mayoría liberal de seis a tres, en contra de lo que todo el mundo cree".
Pero ni aún el matrimonio de la pareja logró borrar las diferencias políticas. Para evitar conflictos, tuvieron que prohibir que en la casa se hablara de política.
Darío Arismendi, el penúltimo de los hijos, nació hace 39 años en Medellín, donde cursó su primaria y su bachillerato. "Como todo periodista, tengo a mi haber un par de periódicos escolares". Pero al terminar el bachillerato, también como todo periodista que se respete, creyó que su verdadera vocación era el derecho y comenzó por hacer algunos cursos universitarios en la Universidad de Antioquia. Su hermano Octavio, quien para esa época ya había sido gobernador de Antioquia y Ministro de Educación, y había logrado imprimirle a su familia el sello conservador, fue quien lo incitó a dejar el derecho para estudiar periodismo, con la teoría de que era "la carrera del futuro". Pero eso sí, le recomendó que no estudiara en Colombia, sino que se fuera al exterior.
"Aunque mi papá se había defendido en la vida como organista de iglesia, director de coros, pintor de brocha gorda y delgada, barbero y otros oficios varios en distintas regiones de Antioquia y del Viejo Caldas, la verdad es que no daba a basto para sostenerme en el exterior. Como cualquier colombiano con aspiraciones me ví obligado a los 17 años a buscar un préstamo del Icetex para estudiar periodismo en la Universidad de Navarra, en España". Después estudió ciencia política en la Universidad de Madrid y tuvo su primera experiencia periodística internacional. A mediados de los sesenta, entró a trabajar en el periódico Madrid, una joven publicación que se había convertido en una pequeña basurita en el ojo del franquismo, y que poco tiempo después fue expropiado y dinamitado por la dictadura para permitir la ampliación de una avenida. De ahí pasó a otro periódico llamado Nuevo Diario, donde hizo toda la escuela: judiciales, internacionales jefatura de redacción y jefatura de producción.

ATERRIZAJE FORZOSO
Juan Zuleta Ferrer, director de El Colombiano y a quien Arismendi no conocía, le propuso entonces regresar a Colombia, para que por 4.700 pesos se hiciera cargo de la jefatura de redacción del matutino paisa. Pese a que estaba acomodado en España, ganaba bien y hasta se había enamorado, Arismendi se sintió tentado de volver a Colombia. Pocas semanas después, hacía su entrada a las oficinas de El Colombiano, un muchacho melenudo, con corbata medio hippie y otros rasgos igualmente escandalosos. La sorpresa de Zuleta Ferrer al descubrir que ese era Arismendi fue grande y casi no se repone de ella
"El proceso de acomodo fue duro pero exitoso. Me permitió madurar con un aterrizaje forzoso, ya que descubrí lo godo que era el país y el juego de intereses que en él reinaba", recuerda Arismendi. Ocho años duró esta nueva aventura que terminó a mediados de los anos setenta, cuando Arismendi decidió aceptar el reto de vincularse a una impresora de libros. Comenzaba la otra experiencia: la del administrador, la del impresor, la de la tecnología editorial, que incluyó viajes a Suecia y Alemania y diversos cursos en estos campos.
Todo parecía haberse confabulado para que en 1978, ante la propuesta de su viejo amigo Raúl Aguilar, revivieran juntos la idea que habían barajado cuando estudiaban en España de fundar un periódico en Medellín. Aparecieron algunos socios, entre ellos el periodista Humberto López, y se hicieron estudios de factibilidad. De un total de 100 inversionistas invitados, 19 respondieron afirmativamente, "más por amistad que por convicción": según confiesa hoy Arismendi. Trabajando noche y día durante más de un año, con 12 millones 800 mil pesos de inversión inicial y un equipo de jóvenes periodistas recién egresados de las facultades de Antioquia y de la Bolivariana, el sueño comenzó a realizarse y El Mundo fue naciendo. Pero pronto tuvieron que descubrir que sacar el primer número no era más que el principio. Piedad Correa, jefe de redacción recuerda cómo "un par de meses después de ese primer número, estábamos esperando la caída de Somoza en Nicaragua. Todos los días pasábamos de la medianoche en el periódico en espera del cable. Era como una obsesión. Entonces, se nos cruzó el cumpleaños de Héctor Rincón y decidimos irnos todos de fiesta encabezados por el señor director. Y fue precisamente esa la noche en que cayó Somoza. Al día siguiente, fuimos el único periódico del país que no trajo la noticia".
Meses después, con más cancha, habrían de reponerse de ese golpe con una edición extraordinaria sobre la toma de la Embajada Dominicana por el M-19, que salió a las calles de Medellín apenas tres horas después de que se produjera el asalto. Pero si los éxitos periodísticos comenzaron a verse pronto, no pasó lo mismo con los financieros. Se necesitaron seis años de pérdidas y una inversión total que hoy llega a los 200 millones de pesos, para que por primera vez, El Mundo arrojara utilidades en un cuatrimestre, el primero de este año.
Muchas ofertas se recibieron durante ese periodo de dificultades, de gente que quería comprar el periódico. Entre otros, hicieron propuestas formales Jaime Michelsen y Félix Correa. También se rumoró que Pablo Escobar andaba detrás del matutino, pero la oferta no se oficializó. Hoy, los accionistas siguen siendo los mismos que fundaron el diario. Algunos porcentajes han variado, pero las caras son idénticas. A nivel accionario, existen dos grupos mayoritarios: uno que controla el 60% de las acciones y otro que tiene el 38%. El primero es liderado por Arismendi, quien posee el 16% de las acciones del periódico, y el segundo, por Alvaro Uribe Moreno, quien pese a ser el accionista independiente con mayor porcentaje del total (25%), controla el grupo menos fuerte. Hay además un pequeño grupo de profesionales independientes que manejan un 2% de las acciones.
Todo esto demuestra que Arismendi no sólo es un atrevido periodista, sino un sagaz administrador y financista. Debe ser por eso que Gabriel García Márquez, quien lo invitó a dirigir la aventura de El Otro el proyecto periodístico del Nobel, dice que Arismendi "es uno de los periodistas más completos de Colombia, pues conoce muy bien el oficio tiene un gran sentido político, una gran experiencia administrativa y financiera y conoce, además, toda la tecnología moderna de impresión, de computadores, de satélites y de todo lo que compone el periodismo de hoy ".