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EL BOLIVAR PARA HEFESTOS

Periodismo y política han ido de la mano en la vida de Carlos Lleras

27 de agosto de 1984

Si la política ha sido constante de la vida de Lleras Restrepo, el periodismo ha sido la constante entre los instrumentos con que ha hecho su política. Más que el parlamento, más que la oratoria, más que la actividad partidista entre las masas. Así lo reconoció el jurado que lo distinguió con el gran Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar la semana pasada.
Desde su más temprana juventud conoció los rudimentos del "oficio más bello del mundo", como reportero en el diario El Tiempo, del que después sería director. Participó luego en la revista "El mes financiero y económico", fundada por Plinio Mendoza Neira.
Comenzó luego la historia de sus fundaciones. El primer medio que creó fue la revista "La democracia liberal", que tuvo muy corta vida. De regreso a El Tiempo creó la simpática figura del Bachiller Cleofás Pérez desde cuyo atuendo caricaturesco, disparaba periódicamente ácidos comentarios sobre la vida nacional. Con Juan Lozano y Lozano fundó otra revista semanal, "Política y algo más".
El 12 de octubre de 1974 --próximamente se celebrará el décimo aniversario-- salió a la calle el primer número de "Nueva Frontera", que puede considerarse su más importante y duradera creación periodística. Inicialmente en un formato grande al que no estaba acostumbrado el país y luego en el actual, un poco más largo que el estandar, el semanario fue creando una imagen de periodismo serio y documentado, de élite ciertamente, pero de indudable incidencia en los círculos del poder político y económico. Además de escribir el editorial --o los editoriales, porque a veces hay dos o tres-- Lleras ha institucionalizado varias series históricas posteriormente convertidas en libros: "Borradores para una historia de la república liberal" y "Crónica de mi propia vida". Creó también otro simpático personaje, "Hefestos", en cuya columna de sabor mitológico despliega humor e ironía para fustigar situaciones nacionales. Escribe también personalmente reseñas de libros sobre historia, sobre política internacional y sobre la vida y aventuras de mujeres famosas, amantes de grandes personajes, que han acumulado poder gracias al manejo que han ejercido sobre sus amados.
La visión desde el poder
Carlos Lleras escribe desde la óptica de un hombre acostumbrado al poder. No sólo al poder político, al poder formal, que ya hoy no tiene. Sino al poder de su experiencia, de sus conocimientos vastísimos, de su prestigio, al poder del respeto que inspira en casi todos los conductores de las principales instancias del país, al poder que emana de ser una institución y de contar con la inclinación de cabeza, aunque no con los votos, de ese ente gaseoso y esquivo llamado la opinión pública.
Sus análisis, por eso, están hechos desde la instancia del poder. Diriase que, inconscientemente tal vez, actúa como un gran abuelo de Colombia. Se siente el protector del país. No se cansa de insistir que hay que poner los intereses de la nación por encima de los intereses de los medios de comunicación. Por eso carece del síndrome de la primicia, no le interesa, como periodista, la inmediatez de los hechos del día, para los cuales están hechos los periódicos. Por eso, antes de publicar alguna información delicada, consulta a sus asesores, se documenta más, pregunta a los supremos guardianes de los intereses nacionales. Y si el asunto no le conviene al país, prefiere sacrificar el éxito periodístico.
Más que el afán comercial, que preoupa a los directores de revistas, a Lleras lo mueve un interés didáctico. No vigila tanto las ventas, cuanto el influjo que esté teniendo su trabajo periodístico entre los universitarios, que consultan la revista sin comprarla. Le interesa que los periódicos publiquen sus editoriales por la difusión que éstos logran, aunque esta difusión conspire contra la circulación de su revista. Es un amante de la palabra escrita. Odia los medios electrónicos. En este sentido es un periodista de comienzos de siglo. Nunca concede entrevistas para radio y televisión. Odia el espectáculo de los micrófonos erizados a la salida de los consejos de ministros, porque piensa que en esos momentos es muy difícil evitar el ridículo y la imprecisión. En el furor de esta civilización audiovisual y volatil, se construyó su fortaleza propia y estableció su nueva frontera desde la cual dice lo que tiene que decir, sin caer en la "libido loquendi". Oficia su práctica de político-periodista desde la mansarda de su casa en la calle 70, abajo de la séptima. Escribe horas seguidas, en bata y pantuflas, como lo hacía "Klim". No puede faltar, al lado de su escritorio una cafetera de vidrio, de ésas que mantienen caliente el tinto. Y toma una tras otra tazas, que él mismo sirve. Sus dos secretarias, Clara Inés y Sarita, atienden sus continuas necesidades documentales. Manejan archivos complicadísimos y saben dónde están las estadísticas de hace 20 años, los discursos de su época presidencial, los informes de su ejercicio como contralor.
Su información internacional la mantiene vigente gracias a la lectura de las más serias revistas americanas y europeas en varios idiomas. Personalmente subraya y marca los artículos que semana a semana se deben incluir, traducidos, en Nueva Frontera. Es responsable en esta forma y a través de sus secciones ya mencionadas, de un alto porcentaje del contenido de la revista. El resto lo confía a colaboradores, conocidos, probados, sobre quienes delega responsabilidades. En escasas ocasiones revisa los originales de éstos antes de su publicación. Pero siempre vigila al detalle la revista ya en circulación y hace las observaciones pertinentes. Planifica cada edición en un consejo de redacción, al que asiste el codirector, el gerente y la jefe de redacción. Las más de las veces aquello deriva en una tertulia en la que el ex presidente hace gala de su conocimiento de hombres y sucesos del pasado y del presente.
El impacto del estadista
A pesar de que lleva 50 años diciendo cosas, a pesar de que lo dice en textos larguísimos de infinitas cuartillas, a pesar de que sus análisis llegan cada semana, todo lo que dice Lleras pesa y sus ideas nunca han dejado de tener impacto político. Una prueba de ello es que son recogidas religiosamente por los principales diarios nacionales. Si algo se le pudiera criticar sería una cierta dosis de narcisismo en su estilo. Hay mucho de primera persona en sus comentarios, que casi siempre tienen como término de referencias su participación anterior en el devenir de los hechos que analiza. Pero, contra lo que pudiera pensarse, esta posición no denota exhibicionismo ni deseo de figuración. Es más bien el resultado de que la historia contemporánea de Colombia está mezclada con su vida. Lleras ha atravesado por todas las instancias del poder público, ha fundado muchas de las entidades que hoy protagonizan las noticias y ha jugado un papel muchas veces decisorio en los momentos claves del último medio siglo.
De manera que cuando hace análisis del transcurrir nacional sobre todos los órdenes de la actividad, lo hace como uno de los hombres más familiarizados con el mismo. Y esto es paradójicamente lo que le impide ser un periodista universal, es decir, un periodista que mira los toros desde la barrera. Ha sido "toreado en varias plazas", ha contribuido a crear las reglas del juego que relata, por eso es irónicamente inevitable que Carlos Lleras, siendo el primer periodista político del país, sea un periodista "llerista".--