Home

Perfil

Artículo

EL 'CHACO DE PEREIRA '

El Presidente electo, de número uno en el colegio y en la universidad, a número uno del país.

25 de junio de 1990

Sentada en una vieja poltrona, en la sala de su apartamento localizado en pleno centro de Pereira. doña Mélida Trujillo de Gaviria repasa una y otra vez la vida de su hijo César Augusto. Cada palabra que dice, cada concepto que suelta, lo mide. No quiere que su hijo vuelva a disgustarse por andar hablando de política. Como aquella vez que habló de lo divino y lo humano sobre la carrera política del hoy electo presidente de la República, César Gaviria Trujillo. Por eso, un día decidió que para evitarse dolores de cabeza lo mejor era apoyar su memoria con un centenar de álbumes fotográficos y recortes de prensa que comenzó a archivar desde el día que vio que el gusanillo de la política había picado a su hijo. No le fue difícil detectarlo. Para algo le sirvieron los 27 años que compartió junto a su esposo don Byron Gaviria, un patriarca político de la vieja guardia del partido liberal en Risaralda.
Entre tinto y tinto, suelta la historia de Gaviria. Esa que comenzó hace 43 años cuando ella decidió salir de su tierra, Santa Rosa de Cabal, para instalarse en Pereira e iniciar una nueva vida junto a su esposo Byron Gaviria, un cafetero que alternaba sus labores del campo con la administración del club Campestre. El trabajo lo mantenía toda la noche fuera de la casa. "Eso fue terrible. Yo era una campesina criada entre las enaguas de mi mamá que no tenía idea del mundo, que era un manojo de nervios y que lloraba toda la noche esperando a Byron", señala doña Mélida de Gaviria.
Ella cree que es la razón por la cual César fue un llorón de grandes ligas. Lloraba día y noche y el calvario se prolongó durante dos años. "Ese muchachito casi acaba con mi matrimonio. Cuando Byron llegaba a casa, yo tenía que cargar con César para la cocina para que mi marido pudiera descansar al menos por unas horas. Permanecía toda la mañana con el chino entre los brazos tratando de que se callara. Pero era terco como una mula", recuerda doña Mélida, mientras saborea un sorbo de tinto.
Pero las penas de doña Mélida no pararon ahí. Su primer hijo no sólo era un llorón. Al año y medio de nacido no gateaba y mucho menos caminaba. A Don Byron, desesperado por esta situación, se le ocurrió una idea: bautizar al pequeño con el nombre de un personaje célebre de la historia. Y decidió en la pila bautismal llamarlo César Augusto, como el emperador romano. El tenía metido en la cabeza, que el nombre era suficiente remedio para que su hijo se desarrollara bien. Quizás el tiempo le dio la razón. Porque aquel niño escuálido, de ojos saltones y que no musitaba palabra alguna, se convirtió en un pequeño diablo que quería saber el porqué de cuanto lo rodeaba. "Parecía un loro mojado. No podía callarlo. Cuando llegaban visitas se escondía detrás de las puertas y después de un rato salía para preguntar el porqué de lo que estábamos hablando".
César Augusto hizo sus primeros pinos como estudiante en el liceo "Croly". Allí estuvo hasta segundo de primaria, cuando sus padres decidieron matricularlo en el Liceo Pereira. No pasó mucho tiempo para que César descrestara a sus profesores con su habilidad que tenía para las matemáticas. Una cualidad que explotó para contrarrestar su poco éxito en el campo de los deportes. Nació negado para ellos. Primero quiso ser atleta pero cuando comenzaba a trotar, los pies se le enredaban. Entonces, decidió ser futbolista. El resultado no fue el mejor. Le atinaba a todo menos al balón y sus compañeros sufrían en sus canillas el rigor de lo "patadura" que era. Sin más remedio, optó por incursionar en el tenis, pero sus reflejos eran tardíos y pasaba las horas tratando de darle a la bola, sin lograrlo. Y antes de aceptar que su fuerte estaba en los libros, pidió a sus compañeros de curso una última oportunidad: pertenecer a la selección de fútbol del colegio. Su debut fue desastroso: ese día, por culpa de él, perdieron 5-0. Sus compañeros para desquitarse y desterrarlo para siempre del de porte, decideron apodarlo"caballo".
Un remoquete que comenzó a tomar fuerza como estudiante. Durante lodo el bachillerrato galopó en el primer lugar y su esfuerzo fue retribuido con becas que siempre donó a sus compañeros de escasos recursos económicos.
Su éxito de estudiante fue leyenda entre los nueve hijos que alguna vez conformó la familia Gaviria. Pero cinco de ellos murieron. Los cuatro que quedaron, hoy son todos profesionales.
César siempre fue el hijo predilecto de don Byron. Cuando apenas tenía siete años de edad se lo llevaba para sus fincas y le pagaba cinco pesos por cada canastado de café que recogiera. Por eso sus familiares siempre pensaron que el destino del hijo mayor de la familia Gaviria estaba entre los cafetales. En la hacienda "Morelia" que era el orgullo de su padre.
Pero el destino le mostraría otro camino. Todo comenzó en quinto de bachillerato cuando decidió irse para Estados Unidos en un intercambio estudiantil con un colegio del estado de California. Allí permaneció un año y cuando regresó, realizó quinto y sexto en un solo año.
Su regreso no sólo le mostró el camino de la política, sino también le señaló el de la parranda. A su llegada a Pereira, la barra de amigos de toda la vida, lo llevaron al bar" El Páramo". Allí, donde el poeta Luis Carlos González compuso la "Ruana", el himno de Pereira.
Fueron largas noches de tragos. Junto a su padre discutia de política, de los gamonales que había en el Viejo Caldas, de la necesidad de renovar y darle oportunidad a las ideas jóvenes..
Pero "El Páramo" también fue el nido de sus primeros amores. Don Jorge Eliécer Orrego, dueño de "el santuario de la bohemia", le fiaba la botella de aguardiente y le negociaba con los músicos las serenatas que le llevaba a las novias.
"César era un enamorado empedernido. Se metía unas tragas de muerte. Su primera novia fue Piedad Isaza, pero el suegro no lo quería. Entonces nos íbamos los dos a visitarla y mientras yo emborrachaba al viejo, él aprovechaba para estar a solas con la pelada", señaló Miguel Alberto García, también compañero de estudios.
La parranda pasa a un segundo plano cuando en 1964 César Gaviria recibe el título de bachiller y el joven estudiante anuncia a su familia que en vez de ocuparse de las haciendas y el café, se trasladará a Bogotá a iniciar sus estudios universitarios. Iba a ser un brillante ingeniero industrial. Pero a los seis meses, doña Mélida recibe una llamada de su hijo que la deja fría. "Madrecita" me dijo "voy a cambiar de carrera.. Voy a estudiar economía. Y no se preocupe, que las materias que ya vi me las valen". Tres años y medio después, cuando César cursaba séptimo semestre, la Universidad de Los Andes lo distinguió como el mejor estudiante de economía en los últimos 25 años. La condecoración la recibió de las manos del ex presidente Carlos Lleras Restepo.
Cuando finalizó sus estudios de economía, regresó a su tierra. Allí desempeñó su primer cargo público. En Planeación departamental. Y comenzó su ascendente y vertiginosa carrera política. Ante el perplejo de su familia y de sus amigos comenzó a militar en el movimiento cívico Unidad Liberal, encabezado por Oscar Vélez Marulanda que se creó para combatir a los gamonales de Risaralda. Esos que lideraba su padre y su tío político Camilo Mejía.
Pero su actividad política se cumplicó cuando don Byron Gaviria sufrió un aneurisma cerebral y durante siete años quedó postrado en una cama. El joven político tuvo que apartarse de los actos proselitistas y asumir las riendas de su casa. "Se convirtió en un segundo padre. El tuvo que educar a sus tres hermanos. Asumir las riendas de los negocios. Se convirtió, de la noche a la mañana, en el jefe del hogar, en mi consejeró", dice doña Mélida de Gaviria.
Un tiempo después, regresa a la política. Esta vez con mayor dedicación y logra derrotar el movimiento político de su tío Camilo Mejía. Su triunfo lo llevó al Concejo de Pereira, punto de partida en su camino hacia la presidencia. A los 26 años, durante la administración de Alfonso López Michelsen, fue nombrado alcalde de Pereira, cargo que ocupó cuando un año antes había alcanzado una curul en la Cámara de Representantes. En el gobierno de Turbay fue viceministro de Desarrollo. Posteriormente, jefe de campaña de Virgilio Barco. Y durante esta última administración ocupó los cargos de ministro de Hacienda y de Gobierno. En nueve oportunidades fue ministro delegatario. En esas "palomas" presidenciales tuvo que afrontar el secuestro de Alvaro Gómez y el paro cívico de 1988, situaciones que resolvió con éxito. Y tal vez esa fue su mejor carta de presentación cuando en agosto del año pasado, dos días después del asesinato de Luis Carlos Galán, su hijo Juan Manuel Galán, le pide a Gaviria que tome las banderas políticas de su padre y continúe el camino hacia la presidencia.
Fueron muy pocas las novias oficiales que su familia le conoció, pero lo que sí sabía don Jorge Eliécer Orrego, que conocía sus andanzas amorosas, era que de muchacho se gastaba toda la plata en serenatas que le llevaba a sus conquistas. Cuando era alcalde de Pereira, en un viaje de regreso de Bogotá, conoció a Ana Milena Muñoz. Y como cosa rara quedó "tragado". Esa misma noche la llamó y la invitó a salir. Un año después contrajo matrimonio.
Once años después de su matrimonio, hay dos niños: María Paz y Simón.
Doña Mélida recuerda con nostalgia el día en que su hijo le contó que iba a casarse. "Esa fue mi segunda viudez. Durante diez días con sus noches, lloré como una loca. Cómo sería que mis amigas me hicieron visita de pésame"
Pero esas fueron cosas del pasado, replica doña Mélida. "Ahora tengo otras preocupaciones que no me dejan dormir. Yo tengo mucho temor por la vida de César. Sé que está metido en la boca del lobo, pero tengo fe que saldrá adelante. Y para que no me lo vayan a matar, todas las noches le rezo un padrenuestro y un avemaría a las ánimas benditas".