Home

Perfil

Artículo

El desafío

Ricardo Santamaría tiene el reto de devolverle a 'El Espectador' su brío competitivo.

16 de noviembre de 2002

Ricardo Santamaría, bogotano, 41 años, nuevo director de El Espectador, no se toma demasiado en serio. Afirma que después de repasar su vida ha descubierto que él ha sido más bien un "trompo de poner". Su carrera en realidad ha tenido más brillo que tumbos de trompo. Supo pronto que su vida no estaba destinada a sacar estados financieros y cambió la reputada administración de empresas de la Universidad de los Andes por la desconocida aventura que era en esa época, principios de los 80, la ciencia política. Su profesor Mario Latorre le dio una lección inolvidable acerca de qué era esa carrera: "En derecho dirían que el Presidente nombraba a los ministros, pero la ciencia política sabe que los nombran los directorios partidarios". De estudiante fue investigador primíparo del Centro de Estudios de la Realidad Colombiana y se convirtió en columnista de El Mundo de Medellín. Se graduó con una tesis sobre la 'Apertura democrática', la reforma política de Betancur. Su primer puesto fue como secretario privado del ministro de Gobierno de Barco, Fernando Cepeda. Y de ahí llegó a uno de los trabajos clave de su vida: la mitad del tiempo en la consejería de paz de Carlos Ossa, la otra mitad en el Plan Nacional de Rehabilitación de Rafael Pardo. "Todo lo que soy hoy fue por lo que hice en esos cuatro años", dice Santamaría. Enamorado del país, lo recorrió entero, se reunió con alcaldes, gobernadores, negoció con huelguistas, razonó con guerrilleros y autodefensas y se enfrentó a la política tradicional. Cuando subió Gaviria, lo encargó de montar los pasos para hacer una Constituyente. "Un chicharrón", dice Ricardo, riéndose un poco de sí mismo, pues asegura que esa es su especialidad; como cuando reemplazó a Serpa en la consejería de paz, o cuando Gaviria lo envió a Cuba a restaurar relaciones diplomáticas con Castro después de 12 años de divorcio o, para el caso, y subraya que es broma, este desafío de El Espectador.

Del gobierno pasó a El Tiempo como editor político y al año regresó al sector público y participó en episodios emocionantes: la firma de la paz con el M-19, el EPL, el PRT, el Quintín Lame, luego con la CRS. De ahí a Cuba y, de nuevo al periodismo: estuvo en SEMANA y luego fue el director de la revista Diners de carátulas originales como la de los columnistas trepados en una vieja máquina de escribir. Se fue de asesor político de Gaviria a la OEA, pero no era lo suyo y se devolvió al periodismo como director del Noticiero CM&. Luego fue socio de un negocio de asesoría en comunicaciones con Miguel Silva, Claudia de Francisco y Gloría Inés Ramírez.

"En mi nuevo trabajo usaré toda esta experiencia en favor del periodismo", dice, y asegura que su meta será la independencia con equilibrio, y que para ello cuenta con todo el margen de maniobra de los dueños.

El desafío es enorme pues la huella de este periódico en Colombia es honda por su valentía frente a la corrupción y al narcotráfico. Y también porque el público añora que El Espectador vuelva a ser diario y hasta ahora la empresa empieza a recuperar su aliento después de una dura crisis económica. Santamaría dice que habrá Espectador sólo los domingos para rato. Claro que si es exitoso se podrá pensar en un diario vigoroso que inyecte competencia y sacuda a la prensa nacional.