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El fabuloso

En su nuevo libro de cuentos Alfredo Iriarte vuelve a lucir su humor negro cachaco y su divertidísimo manejo del castellano.

18 de diciembre de 2000

Humorista, cazador de gazapos, apasionado de la lengua castellana, historiador, excelente conversador… estas son apenas algunas de las facetas del escritor Alfredo Iriarte. Es un cachaco, en el sentido integral de la palabra, que acaba de lanzar su reciente libro, esta vez de cuentos, titulado El hidalgo de bragueta y otras fábulas de Iriarte. Con él hace reír a sus lectores una vez más a través de historias sencillas cuya gracia radica en la manera de contarlas, un vocabulario rico que demuestra que ha sido un voraz lector de los clásicos. “Entre los más cercanos a mí están Quevedo, Rabelais, Valle-Inclán, creador del género esperpéntico, y entre los colombianos Jorge Zalamea y León de Greiff”.

Toda su vida ha permanecido en Bogotá, ciudad en la que nació, como él dice, “durante la administración Olaya”. Alumno del Gimnasio Moderno, de niño fue un fugaz modelo publicitario (el Bebé Maizena, para más señas) pero muy pronto abandonó esa temprana vocación. “Mi interés por jugar con el lenguaje es inmemorial. El amor por el idioma y la cosa lúdica del idioma, de aprovecharlo al máximo, es una muy antigua manía que, por supuesto, se ha intensificado en mis dos últimas obras narrativas”.

Además de varios libros —entre ellos Bestiario tropical, Cazuela de narraciones estrambóticas, La bella locutora, Crónicas descomedidas, Batallas y batallitas en la historia de Colombia y Espárragos para dos leones, que publicó este año y ya lleva cuatro ediciones—, Iriarte ha escrito humor, crónicas, reseñas y análisis históricos y columnas sobre el buen uso del lenguaje (‘Rosario de perlas’) en diversos medios, entre ellos la revista Diners, El Tiempo y Cambio16.

Este apasionado de la historia de la Conquista y de la Colonia (“un tema monumental que está literariamente virgen”) basa sus historias en sucesos de la vida real, pues para él la literatura de pura invención no existe.

Su erudición, su conocimiento del lenguaje y su humor negro le han permitido burlarse con un tono único de la sociedad colombiana, de su muy diversa fauna compuesta por toda suerte de sátrapas, lagartos y arribistas, y hasta los temas políticos están presentes en algunos de sus cuentos. “La inverosímil conspiración del burro (cuento de su más reciente libro) es la caricatura de una conspiración, de tantas fracasadas de la extrema derecha, que hubo contra el ex presidente Alfonso López Pumarejo”.

Otra de las habilidades de Iriarte es jugar con las palabras e incluso inventarlas. Es común leer en sus textos términos como “masato aguachento”, “carnestolendas” y en alguna ocasión definió al kínder del entonces presidente César Gaviria como la “efebocracia”. “Hay evidentemente mucho juego de palabras que se encuentran en los diccionarios pero que han perdido vigencia y hay que ponerlas en circulación porque enriquecen el idioma. Siempre se dice tal palabra está en desuso y yo digo: ¿por qué? la palabra es útil, enriquece el idioma”.

También se divierte como enano buscándoles nombres a los protagonistas de sus historias. Y como su pasión es escribir, jugar con el idioma y burlarse del mundo, ya está trabajando en su próxima novela. “Prefiero no adelantar nada sobre el tema. Sigo el ejemplo de las gallinas: no cacareo hasta que no haya puesto el huevo”.