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El hacedor de imágenes

Con 'La lectora', que transmite el 'Canal RCN', Pepe Sánchez ratifica porqué es uno de los mejores directores de televisión del país.

18 de mayo de 2002

A Pepe Sanchez (Bogotá, 1934) lo sacuden a cada instante ramalazos de nostalgia. Cuando despierta en su casa del tradicional barrio capitalino de La Soledad, donde ha vivido casi toda su vida; cuando conversa con sus amigos, se refugia en un libro, cuando trabaja y en las noches cuando sueña. Y lo más abrumador es que no es una nostalgia por lo que hizo sino por lo que pudo haber sido: director de cine.

Es tan fuerte la sensación que a pesar de estar en la lucidez de sus años otoñales se remonta a cuando era niño, uno de los cinco hijos del fotógrafo Julio Sánchez. Se emociona al pensar que él no sólo le dio la vida sino que le enseñó a hacer imágenes. Se llevaba a toda la familia con sus cámaras Rollie, las mejores de la época. Después del revelado, Pepe pasaba horas observando los retratos de la gente, las calles, el tranvía y la arquitectura republicana de una ciudad que después del 9 de abril de 1948 jamás volvió a ser igual.

Su fascinación se transformó en asombro cuando se hizo socio del Cine Club de Colombia, que dirigía Hernando Salcedo. El fue quien le mostró el neorrealismo italiano, el expresionismo alemán, la nueva ola francesa. Pepe comprendió que sólo sería completamente feliz cuando él también pudiera hacer cine.

En ese propósito estaba cuando entró a trabajar de locutor a la emisora Hjck, de Alvaro Castaño, junto a Humberto Martínez. De allí pasó a la Radio Nacional, que dirigía Fernando Gómez Agudelo. De la mano de este entró a la televisión, en la primera serie de humor que hizo historia en Colombia: Yo y tú, bajo la dirección de Alicia del Carpio. Con el tiempo se convirtió en uno de los más talentosos directores y libretistas del país: Vivir la vida, Romeo y Buseta, La Posada, El Cuento del domingo, y ahora La lectora, son algunos de los trabajos que tienen su sello.

El mérito está en haber estado vigente durante cuatro décadas. Pero por andar sumergido en la televisión se extravió y no hizo cine. "El séptimo arte es lo duradero, lo inolvidable, un verdadero legado de cultura, en cambio la televisión es un adelanto tecnológico", dice. Y eso que estuvo cerca. Primero como asistente de Julio Luzardo en El río de las tumbas (1964) y luego como director de San Antoñito, un largometraje que mereció una mención en la semana de la crítica del Festival de Cannes en 1987.

Así que hoy, al hacer el balance de su vida, en la que ha habido tres matrimonios y siete hijos, la nostalgia de lo que ha dejado de hacer lo interrumpe. "He procurado hacer las cosas con rigor y seriedad. Pero en la televisión se imponen factores como el 'rating'. La prueba es que mi mejor trabajo, 'La historia de Tita', no la vio nadie porque estaba enfrentada a una novela que yo también he olvidado".

Por eso dice que si tuviera una segunda oportunidad volvería a amar a Bogotá, a sus mujeres, a la lectura y a la música, volvería a tener sus siete hijos pero cambiaría sus galardones, premios y trofeos de televisión por hacer exclusivamente cine para contar sus propias historias. Así sería absolutamente feliz.