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El retorno

Omar Porras, un colombiano radicado en Suiza, con su obra ‘¡Ay! Quijote’, fue la gran revelación del Festival Iberoamericano de Teatro que acaba de finalizar en Bogotá.

1 de abril de 2002

El público de pie, en un teatro municipal atiborrado, no paraba de aplaudir. Acababa de terminar la función de ¡Ay! Quijote y Omar Porras, director del grupo Malandro, sintió que su largo exilio en Francia y Suiza había valido la pena. “Fue conmovedor. Esos aplausos, el entusiasmo del público… fue como un renacimiento volver a mi tierra… fue una comunión, un acto colectivo entre actores y público, lo sentí como si ambos estuviéramos esperando ese momento”.

Desde muy joven Omar Porras se dejó seducir por el teatro y su gran diversidad de formas. Hasta el punto que desarrolló un método original de trabajo con el que combina técnicas orientales y occidentales. Sin embargo muy pronto se dio cuenta de que en Colombia no tenía posibilidades de impulsar su carrera. “Sentí que tenía que vivir otra vida. En Colombia era difícil estar metido en las artes escénicas, no me aceptaron en la Escuela Luis Enrique Osorio, creí en el sueño de encontrar en otros países lo que en Colombia se me negaba”. Cuando empacó maletas a Francia se llevó consigo el folclor y las tradiciones, además de su pasión por la naturaleza, los paisajes y la gente de Colombia. Lo probó todo: títeres, teatro callejero, danza... En 1990 se trasladó a Ginebra, Suiza, y fundó el Teatro Malandro, donde puso en práctica su experiencia teatral como actor y director. Obras como Ubu Rey, de Alfred Jarry; La trágica historia del doctor Fausto, de Christopher Marlowe; Otelo, de Shakespeare y Bodas de sangre, de García Lorca, entre varias más que conforman el repertorio del grupo Malandro, tienen para Porras un común denominador, que no es precisamente el reto de hacer cosas grandes sino buscar la sencillez y la esencia del ser humano. “Son textos que trascienden, que han marcado al hombre en sus diferentes etapas y hoy día son necesarias. Lo encuentro en Eurípides, Marlowe, Shakespeare, El Quijote, pero también en autores contemporáneos”.

Uno de los secretos de su éxito es su pasión por el trabajo. Y lo hace igual de duro que el primer día. “Sigo creyendo en mí, en mis sueños, en el ser humano, que si se trabaja con pasión, fervor y si uno se aferra a su gente, a uno no lo agarra la soledad, que es algo terrible que lo apaga a uno, le quita las fuerzas y las ganas de seguir adelante”. ¡Ay! Quijote es una aventura simbólica que le permitió el anhelado regreso a sus raíces. “La gente se llevó la fe en el quijotismo, que es creer en los sueños, las ilusiones, las quimeras y el amor. Eso es lo que necesitamos en estos momentos tan cruciales y difíciles. Tenemos que seguir y tener fe todos los hermanos colombianos, los de arriba y abajo, los del norte y el sur, los de adentro y los de afuera. Todos amamos a la misma Dulcinea, que es Colombia, nuestra tierra, que es la más linda del mundo”.