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La pacifista

Ana Teresa Bernal ha dedicado años a luchar contra la guerra. Es la coordinadora de la Semana por la Paz desde el 8 de septiembre.

24 de septiembre de 2001

Cuando vio por televisión cómo desaparecía bajo las llamas el antiguo Palacio de Justicia y oyó a los magistrados rogar por sus vidas Ana Teresa Bernal se prometió a sí misma que apostaría todas sus fuerzas a luchar por la paz y contra la guerra.

Un año después, en frente de ese palacio, artistas de todo el país tapizaron la plaza con flores y con un gran concierto dieron a luz el Movimiento por la Vida. Desde finales de los 80 Ana Teresa lideró ese grupo, que luchó por rescatar la vida en medio de tantos muertos. Una gran cena nacional, una vuelta a Colombia y cientos de foros fueron algunas de sus estrategias. A principios de los 90 el movimiento perdió intensidad pero se transformó en la Red de Iniciativas Ciudadanas por la Paz y contra la Guerra (Redepaz), que bajo la batuta de Ana Teresa coordina todos los años desde 1994 la Semana por la Paz.

Son cinco días, desde el 8 de septiembre hasta el 13, en que el país habla más de paz que de guerra, piensa más en cómo hacerles resistencia a los guerreros que en cómo fortalecerlos y asume iniciativas ciudadanas para coger las riendas del país y para no delegar a otros las decisiones sobre el futuro de Colombia.

Apostarle a la vida, a la paz, a Eros, no es fácil. Para ello toca volver a empezar todos los días. Cuando Ana Teresa lideró en 1997, junto con otras organizaciones, el Mandato ciudadano por la Paz, por lo menos 10 millones de colombianos votaron a favor de la solución política a la guerra. Hoy son muchos menos los que creen en ella con igual fuerza.

Pero esta bogotana de 42 años no se desanima. Hija de la famosa torera Teresita Montañez, heredó de su madre el coraje para capotear a los pesimistas y trabajar con los que sólo le tienen miedo a una guerra de verdad. Tuvo dos influencias grandes en su vida: la de un hippy pensador y la de un activista de la Juco. Del primero aprendió la irreverencia, la pasión por lo bello y la forma de cambiar las costumbres sin recurrir a la violencia. Del segundo, la eficacia de la política.

A los 13 años Ana Teresa parecía más una monjita de izquierda que una adolescente. Mientras sus compañeras iban a fiestas ella leía a Marx, a Lenin y a Mao. Aun en su uniforme de colegiala repartía volantes en las calles que invitaban a los trabajadores a la revolución y enfurecía a sus vecinos con las filas de niños de la calle que desfilaban por su apartamento para que ella les enseñara a escribir.

A los 20 años se casó pero muy pronto se aburrió de ser ama de casa y volvió con toda la fuerza al activismo político. Se vinculó a Firmes, coqueteó con el M-19, fue candidata a la Asamblea Constituyente y ahora es delegada del gobierno en el Comité temático de los diálogos con las Farc. Pero su mayor aporte ha sido impulsar el movimiento pacifista en Colombia. Desde Redepaz ha impulsado talleres de educación para la convivencia, ha sentado en la misma mesa a las víctimas de los grupos armados para que trabajen de la mano contra la guerra en busca de cumplir su gran sueño: “Que seamos capaces de cambiar este país sin matarnos”.