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MEJOR JUNTO AL CAFE

Después de 40 años defendiendo al gremio cafetero, don Leonidas Londoño vuelve por sus fueros. Liberal a secas y antigobiernista por principio, no ha habido gobierno que escape a sus dardos.

20 de septiembre de 1982

Nació en 1907 entre matas de café, mulas y arrieros. Criado a punta de fríjoles con garra y arepa, el machete, el carriel y los bambucos lo acompañaron durante su infancia, antes de abandonar la vida de provincia entre la quebrada topografía de Manizales.
En "La Máquina", la típica finca cafetera del Viejo Caldas, sus padres, Justiniano y Mercedes, le enseñaron los más ortodoxos y tradicionales valores paisas, pero no lograron alinearlo dentro de la azul filiación política familiar. Es don Leonidas Londoño, heredero y transmisor de la más rancia estirpe cafetera que representa, desde don Manuel Mejía, el peso del café dentro de la economía nacional. Si tuviera que definirse su vida alrededor de una pasión, esa pasión sería el café. Una vida dedicada a la defensa de los caficultores, ha sido, desde hace décadas, miembro del Comité Nacional y actualmente es presidente honorario de 10 comités regionales. Se ha caracterizado por representar la línea dura del gremio.
No hay ministro que no haya tenido un dolor de cabeza por su cuenta, ni gobierno que no haya sido víctima de sus dardos. Y es conocida su posición crítica frente a los acuerdos internacionales del café. Partidario permanente de que Colombia aumente su producción del grano, se opone en la actualidad a renovar el Pacto Internacional que se negocia en Londres, por estimar que las exigencias que se le están haciendo al país en materia de disminución de las cuotas lesionan los intereses nacionales. Colombia, piensa, deber salir a ganarse en franca lid el mercado de los suaves.
Conocido hombre de recio carácter, no le tiembla el pulso para expresar sus opiniones independientemente de las consecuencias, y su trayectoria como dirigente cafetero está salpicada de anécdotas. Se cuenta que en una ocasión, durante una sesión del Comité Nacional, un ministro de Hacienda, visiblemente alterado por lo que consideró una falta de respeto, amenazó con retirarse de la reunión.
Don Leonidas, impasible zorro de pelo plateado, le dijo: "Bien pueda señor ministro que por esa puerta han salido 34 ministros más". En otra oportunidad, después de varias reuniones del mismo Comité, en las cuales las sugerencias de los miembros eran escuchadas por el ministro de Hacienda de turno con un lacónico "las estudiaré, las estudiaré", don Leonidas, molesto porque finalmente no se tomaba medida alguna, pero sin perder el control, le dijo: "¡no estudiés más, graduate!"
AS DE LAS CARAMBOLAS
Sin embargo, y a pesar de su antigobiernismo de principio, sabe separar los intereses del gremio que ha defendido durante toda su vida y sus relaciones personales. Por eso, fuera de la mesa de las negociaciones, es amigo de expresidentes y ministros que, en el momento de los pactos son sus contendores.
Aunque ha desempeñado algunos cargos públicos, gerente de las Empresas Públicas de Manizales, alcalde, cónsul y embajador en el Brasil, ha sido ajeno a los honores y a las tentaciones del poder público. Ya que por encima de intereses personales y enemigo de clientelismos y recomendaciones, ha sido, ante todo, un intransigente defensor del gremio cafetero.
Dueño de una gran intuición y una inteligencia con enormes dosis de sentido común, don Leonidas se ha hecho a través de una larga experiencia de trabajo a prueba de ocio.
Aunque empezó su bachillerato en un parroquial colegio de Manizales, el Gimnasio Campestre, dirigido por un señor Guingue, nunca se graduó. Al parecer, empezó desde entonces a desarrollar lo que ha sido su fuerte: la conversación. Y desde entonces la información, más que en lecturas la encontraba en los cafés, en las tertulias de amigos, en las largas jornadas de billar, juego en el cual es un maestro y ha sido varias veces campeón.
Especie de "Doctor No", a todo el mundo le lleva la contraria. Su propuesta de legalizar la marihuana en Colombia, cuando la bonanza marimbera de los años 70, hizo sin embargo poner el grito en el cielo a los más ortodoxos que veían con preocupación el crecimiento de una economía subterránea. Pero seguramente muchos de aquellos que "lavaban" dólares de oscura procedencia y que congestionaban las colas de la "ventanilla siniestra", término acuñado por él, le dieron silenciosamente su confianza, y los "baretos" probablemente lo hicieron su ídolo. Negociador por excelencia, ha pasado la mayor parte de su vida pactando las cuotas colombianas de café en las reuniones internacionales, y comprando y vendiendo fincas, algunas de ellas sin conocerlas. Bastaba que alguien hiciera una descripción de la tierra que tenía que vender y él a su vez, haciendo gala de sus dotes de buen conversador, adobaba la descripción y encarretaba al cliente.
LA VENA DE LA TIERRA
Cabeza de una familia grande como ha sido tradicional en las tierras de ladera caldenses, don Leonidas ha sido estricto con sus hijos y "domador" de nietos. Creyente, pero no fanático practicante, toda su vida ha sido madrugador empedernido, tal vez acogiéndose al refrán de que "al que madruga Dios le ayuda".
Nervioso, exigente y meticuloso en asuntos de equipos, maquinaria y automóviles, no es muy ordenado en su casa y la vanidad es algo que no conoce ni por el forro. Se preocupa poco por su apariencia física y le basta meter la mano en el closet para ponerse, aunque no le haga juego, lo primero que salga. Amable y sin protocolos ni rituales, es un hombre ciento por ciento sencillo, dotado del sentido del humor, cálido y cariñoso.
Lo saca de sus casillas la deshonestidad y cuando se enfurrusca todo el mundo sale a perderse. Y es, sobre todo, un volcán de vitalidad.
Magnífico jinete, le gusta hacer discretas demostraciones de habilidad y se ha convertido, con el tiempo, en amansador de caballos. Siempre ha tenido caballos de paso colombianos, pero no le ha faltado nunca una mula buena de patas fuertes para recorrer caminos y veredas. Porque lleva el olor de la tierra en la sangre y el aroma del café, aunque paradójicamente nunca ha sido caficultor. Sólo ahora, después de 40 años de defensa de los caficultores, va a tener su primera finca cafetera. Acaba de adquirir un pedazo de tierra de la que fuera finca de sus padres. Le puso "Santillana" y, aunque parezca paradójico, no ha empezado a cultivarla. Está buscando un experto para que lo asesore en la siembra. No hay peor cuña que la del mismo palo.