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Publicista de verdad

Juan Carlos Molina, un creativo desprendido e idealista, hace civismo, construye optimismo y asesora gratuitamente al presidente Andrés Pastrana.

1 de enero de 2001

Si hay un creativo atípico en este país es el antioqueño de 43 años Juan Carlos Molina. Habitante de un mundo publicitario de incumplidos, él se comporta como un inglés; en lugar de las apariencias se preocupa por los contenidos; no va conectado a celular ni tiene contestador y en vez de contratos blindados prefiere la confianza mutua. “Yo soy de los pocos que quedan que cree más en la palabra que en la firma“, asegura. Y con esta certeza ha trabajado durante 21 años en Integración Publicidad, 16 de ellos al mando de la compañía.

Su sitio de trabajo es una alucinación para el curioso. La mirada se pasea de los móviles de hojalata a las esculturas, a las múltiples frases enmarcadas de la sabiduría milenaria de Oriente, de la que es un seguidor dedicado. Suele ser riguroso con el ayuno de 24 horas de los jueves y muy consagrado a los masajes chinos que una vez por semana le aplica Rubiela.

“La gente entra aquí y se encuentra con un espacio lleno de encanto. Aún así, mi queso está en el trabajo duro”, dice.

Por su indiscutible carisma y su campaña ‘Démosle una mano a Colombia’ —una invitación a generar empleo que agrupó a 60 empresas de todo el país— el presidente Andrés Pastrana lo llamó como asesor de imagen. Desde hace cuatro meses Molina vuela cada semana de Medellín a Bogotá, entra al Palacio con su eterno pantalón de dril, su camisa de algodón y sus propuestas. “Lo único que yo pretendo es que sea el Pastrana que el país desconoce, el hombre informal y luchador que se la está jugando toda por la paz”, dice convencido.

No le cobra al gobierno por su trabajo porque prefiere mantenerse tan independiente como para poder ser el espejo que le diga las verdades al Presidente.

Es una independencia que defiende desde que tenía 17 años. Se fue a estudiar cine a Bélgica pero no se amañó. Se mudó a Niza y a París y, trabajando en lo que pudo, se las arregló para ver películas por cientos y para quedarse el tiempo que quiso, contra los designios de su papá, un señor empresario paisa.

Pero esta no es la única vez que Molina se ha comprometido con causas públicas. Se consagró con la famosa valla que puso en la vía entre Medellín y el aeropuerto de Rionegro y en la cual lanzaba mensajes divertidos. Estuvo al frente de la campaña ‘Cógela con calma‘, que impactó a las familias con hijos adolescentes adictos a la velocidad. Eran 12 avisos con desgarradores testimonios reales, obtenidos de familiares de chicos muertos o cuadrapléjicos por accidentes de tránsito. Aunque los medios nacionales no quisieron asumirla como propia no se amilanó y hace poco lanzó otra, con su mismo espíritu de lucha contra la indiferencia social, esta vez los temas son el alcoholismo y la drogadicción.

Un día de ‘Cacho’, como le dicen sus amigos, comienza a las 4 de la mañana y termina a las 7 de la noche, cuando se encuentra con su familia: Paula, de 8 años, Juan David, de 5 y con Cristina, su esposa. Casi siempre saca sus naipes y los descresta con su último truco de magia. Algunos dirán que la magia también le ayudará en su propósito de ganarle la confianza ciudadana al Presidente. Pero él contestará que su queso está en el trabajo duro.