Home

Perfil

Artículo

Sangre nueva

Gabriel Silva, un bogotano sin trayectoria en el sector, llega a la gerencia de Fedecafé.

17 de junio de 2002

Meterse en los zapatos de Mariano Ospina, Manuel Mejía, Arturo Gómez y Jorge Cárdenas Gutiérrez, los gerentes que ha tenido la Federación Nacional de Cafeteros en sus 75 años de existencia, cuando cada uno de ellos ha sido casi una institución, no será tarea fácil. Menos aún para una persona que ni es productor del grano, ni es de la zona cafetera. Pero Gabriel Silva Luján, bogotano de origen santandereano de 44 años, dice que le gustan los desafíos complejos. Enfrentó ya un primer reto con éxito: haberse ganado la voluntad de los comités cafeteros de todo el país para que lo eligieran. Además de su concienzuda presentación sobre los problemas del sector le ayudó el respaldo tácito de Cárdenas Gutiérrez y del ministro de Hacienda, Juan Manuel Santos.

Silva, politólogo uniandino especializado en la prestigiosa Universidad Johns Hopkins en relaciones internacionales, tímido al extremo de pasar por antipático y absolutamente convencido de su capacidad para mejorar el país, ha asumido responsabilidades grandes desde joven. Antes de cumplir 30 años fue asesor político del presidente Virgilio Barco y César Gaviria lo ratificó en la Casa de Nariño como consejero de asuntos internacionales. En ese cargo tuvo que enfrentar la ira estadounidense cuando se fugó Pablo Escobar de la cárcel y sus gestiones contribuyeron a que no hubiera represalias contra Colombia. Eso lo catapultó a la embajada en Washington en 1993, y ha sido uno de los pocos en ese cargo con un perfil más técnico que político. Logró terminar de cocinar el Atpa original. Impulsó una política autónoma que buscó abrirle puertas al comercio colombiano antes que recibir la ayuda cargada de condiciones que ofrecía Washington.

Se fue como asesor de Gaviria en la Organización de Estados Americanos. Más delante se reinventó, como él dice, en empresario y creó un fondo de inversiones para la región andina y luego, con su esposa María Consuelo Daza, con quien tiene tres hijos, fundó el Education Group, una empresa que promueve planes de ahorro para garantizar el pago de la educación superior de los hijos. Con orgullo sostiene que tienen inscritos a 3.000 jóvenes y niños que podrán costearse los estudios en la universidad del mundo que los reciba.

Aunque no es de tradición cafetera, Silva no ha sido del todo ajeno al mundo del café. Fue delegado presidencial a las negociaciones del Acuerdo Internacional del Café en Londres, defendió los intereses de los países productores de café ante Estados Unidos y el gobierno Pastrana lo nombró miembro de la Comisión de Ajuste de la Institucionalidad Cafetera, cuyas recomendaciones serán la guía de Fedecafé en los próximos años.

El gremio, que está en el peor laberinto de su historia, define, en gran medida, el destino del millón de colombianos que vive de producir el grano. También depende de la Fedecafé que sobreviva un exitoso modelo de progreso equitativo. De ahí que Silva, a la cabeza de esta enorme tradición en vilo, tendrá amplio terreno para poner en práctica su declarada pasión por resolver problemas sociales complejos.