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Alejandro Char tiene el reconocimiento de haber sido el alcalde con mejor respaldo a su gestión. Su nuevo reto, fortalecer Cambio Radical | Foto: Juan Carlos Sierra

ANTETITULO

Alejandro Char y la nueva era de Cambio Radical

En la zona montañosa de Tuluá, Valle del Cauca, se fortalece un espacio de productividad entre excombatientes y víctimas del conflicto armado. Las Escuelas Rurales Alternativas son un modelo laboral y social, donde la reincorporación es un asunto comunitario.

12 de marzo de 2012

En las faldas de la cordillera Central, a siete minutos en carro desde el municipio de Tuluá, Humberto, un excombatiente de las Farc, dedica sus jornadas al trabajo del campo. “Me la paso todo el día ‘voltiando’ con el café”, dice. Él, junto con sus 66 compañeros, 33 exintegrantes de las Farc y 33 campesinos víctimas de la violencia, les compran el grano a los productores vecinos, lo acumulan a diario y, cuando reúnen 41 kilos, envían la mercancía a Popayán para la venta.

Ellos forman parte de las Escuelas Rurales Alternativas (ERA), un proyecto productivo y educativo que busca convertirse en espacio de colaboración y reconciliación. Aquí se llevan a cabo procesos experimentales, formativos y de innovación que promueven el desarrollo territorial y que ayudan a la armonía en la región.

Todo empezó hace casi un año, cuando Humberto y sus compañeros regresaron de Planadas, Tolima, para integrar una red de colaboración entre comunidades campesinas, excombatientes y entidades públicas, privadas e internacionales. Con esta se buscaba consolidar la paz en los territorios rurales más afectados por la violencia organizada.

Esta red es liderada por Paso Colombia (Paz Sostenible para Colombia), que hace parte del programa ‘One Earth Future’ e identifica y promueve el desarrollo entre las comunidades afectadas por el conflicto armado y quienes integran las economías ilegales. Ha sido una iniciativa exitosa. Hoy existen 16 ERA y están repartidas a lo largo de la geografía colombiana, desde Fonseca, en La Guajira, hasta Puerto Guzmán, en Putumayo; desde Filipinas, en Arauca, hasta Tuluá, en el Valle del Cauca.

“Las veredas que conforman la zona rural de Tuluá son lugares estratégicos para los actores armados porque su topografía es ideal para la guerra. Su riqueza hídrica es muy apetecida, su piso térmico es ideal y todo lo que se siembre dará sus frutos. Es un importante corredor hacia el Tolima”, explica Jesús Alberto Cruz, asesor de paz de la Alcaldía de Tuluá.

De acuerdo con datos de la caracterización de la población reincorporada del departamento, elaborada por la Universidad del Valle entre diciembre de 2018 y febrero de 2019, sus hogares muestran un alto grado de vulnerabilidad. Sus ingresos son bajos. Muchos dependen de la renta básica del Gobierno, cercana a los 800.000 pesos. Los trabajos que ocupan son informales, por tanto no pueden acceder a cesantías ni a pensiones. De los 368 excombatientes registrados por la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN) en la región, el 28 por ciento vive en las zonas rurales y han manifestado que, además de las dificultades para conseguir empleo, deben soportar la estigmatización y la discriminación de varios sectores de la sociedad.

El estudio concluye que se debe avanzar en la formación para el trabajo, en la vinculación laboral formal a través de programas específicos –de la mano de la empresa privada–, y en el acompañamiento a los proyectos productivos colectivos. Eso, precisamente, es lo que hace ERA.

“Nuestra idea es cumplir con lo propuesto en el proceso de paz y no volver a la de vida de antes. Queremos trabajar con la comunidad”, explica Humberto. Después de un año de capacitaciones y acompañamientos técnicos él habla como un experto. Dice que ya reconoce un “buen café” y las cualidades que lo hacen óptimo para la compra. También afirma, con la misma experticia, que su oficio le garantiza una mejor calidad de vida y contribuye con la paz del país.

La mejor bebida

Juan Fernando Lucio, director del programa Paso Colombia, piensa que con las nuevas formas de intervención para fomentar la paz se puede construir la estabilidad social. “Las zonas afectadas por el conflicto armado quedan aisladas. La desconfianza se apodera de ellas. Por eso yo digo que la paz no es un pilar de armas que fundes, no es un monumento, es una manifestación que creas en la vida de las personas. Es fortalecer la confianza. La paz vivida es la que te permite hacer aquello que antes no podías porque estabas en guerra; es conectarte con esa gente con la que no te relacionabas antes, es diseñar horizontes de prosperidad”.

En paz trabajan en la Escuela Rural Alternativa de Tuluá, que congrega personas de los corregimientos de La Moralia, Monteloro, San Marcos, Venus, Santa Lucía, Los Aguacates y La Alejandría. Este proyecto es el resultado de la unión de fuerzas y voluntades de la Secretaría de Paz de la Gobernación del Valle, el Pnud, la misión de verificación de las Naciones Unidas, la Alcaldía de Tuluá y Paso Colombia. Aquí hay ganado vacuno y porcino, y se siembra mora, lulo, caña y café. Este último es el producto estrella, el grano crece muy bien y, a futuro, se espera tener uno especial que se posicione como uno de los mejores en el mercado internacional. En esta ERA se ha generado un encadenamiento exitoso entre la compañía italiana Illy Café y las cooperativas de campesinos (Asoprovenus) y excombatientes (Ascafé).

“Es clave mejorar nuestro café. Por eso hemos impartido capacitaciones sobre el secado, el acopio y cómo lograr un grano más homogéneo. Por eso tenemos un laboratorio de control de calidad del mismo y estamos implementando una guardiola –máquina para secarlo–, con capacidad para 5.000 kilos de café pergamino húmedo”, asegura César Quintero, asistente técnico del proyecto y coordinador de la ERA de Tuluá. Él sabe que un café en nombre de la paz será la mejor bebida que pueda tomarse cualquier persona.

Y no se equivoca. Este ha sido un modelo exitoso. Entre julio y diciembre de 2018, cuando el proyecto apenas cumplía seis meses, las ventas de este producto generaron alrededor de 156 millones de pesos. Durante ese periodo se recolectaron y compraron 27.000 kilos de café pergamino producido por los vecinos de la zona, quienes pudieron venderlo a un precio muy favorable, 12 por ciento por encima del valor estipulado por la Federación Nacional de Cafeteros, es decir, alrededor de 1.000 pesos más que en el mercado regular.

Ahora la proyección también está asegurada. La italiana Illy se comprometió a comprar todo el café producido por estas cooperativas durante los siguientes cinco años a un precio especial. Además, la maquinaria y las capacitaciones están marchando como se esperaba. Hoy el proyecto beneficia a los reincorporados y a los vecinos de la zona; así ha mejorado su relación, su acercamiento y su reconciliación.

Humberto camina por el parque con serenidad. Sabe que los vestigios de la guerra aún no le permiten dejar de estar alerta, pero confía en que su trabajo pueda reparar todas las prevenciones de las personas. Su tono y su semblante lo dicen todo: así se siente la paz.