Home

Política

Artículo

POLÍTICA

¿Cuánto le costará a Santos su objeción a la reforma a la Justicia?

La posibilidad de haber empezado a recoger firmas para un referendo revocatorio habría terminado en un plebiscito callejero contra el Gobierno.

Armando Neira
22 de junio de 2012

El festín de los congresistas en la noche del miércoles cuando aprobaron el texto de la reforma a la Justicia dándose toda clase de gabelas pudo terminar en un bravo guayabo para el presidente Juan Manuel Santos. Aunque en defensa del jefe del Estado han salido exministros de Justicia como Néstor Humberto Martínez, quien ha dicho que en las conciliaciones los gobiernos deben actuar como arqueros para evitar que les metan goles, en este caso la goleada tuvo consecuencias monumentales.

Antes de que el presidente decidiera devolver al Congreso el acto legislativo, en la primera vez que un mandatario toma semejante decisión, estaba corriendo una propuesta de recoger firmas para un referendo revocatorio que en la calle podría terminar en un plebiscito contra su gobierno. Es natural porque la reforma fue gestada, impulsada y hecha realidad por Santos y dos pesos pesados de su gabinete: Germán Vargas Lleras y Juan Carlos Esguera.

Ahora vendrá otra discusión porque habrá quienes dirán que a él le queda difícil lavarse las manos al señalar al Congreso como responsable porque, al fin y al cabo, este es controlado por el presidente. Tanto que la mayoría de parlamentarios giran en torno a sus ideales en lo que llaman la Unidad Nacional. De hecho, por primera vez en mucho tiempo las voces de la oposición son casi inexistentes pues, con excepción del Polo Democrático Alternativo (PDA) y una minoritaria fracción de los Verdes, todos caminan al ritmo impuesto por la Casa de Nariño.

Los tiempos del ruido

Antes de la objeción, el rechazo a la reforma a la justicia era sonoro y cibernético. Los oyentes que han expresado sus opiniones en los programas radiales se han mostrado mayoritariamente en contra, incluso algunos con severos calificativos, como "gobierno de bandidos" o "vergüenza nacional". En las redes sociales, entre tanto, el movimiento ha ido creciendo empujado con autorizadas voces de líderes de opinión.

Bastaba echarle un vistazo al Twitter para palpar el estado de ánimo. Daniel Samper Ospina: "El gobierno de Santos está dinamitando la Constitución tanto como lo hizo el de Uribe, qué vergüenza"; Andrés Hoyos: "No estaría mal que la revocatoria del esperpento de reforma fuera un quemadero de políticos irresponsables"; Ángela Robledo: "Reforma a la Justicia quedó hecha a la medida de los parapolíticos"; Claudia López: "Congresistas demostraron que no son capaces de autorreformarse decentemente. Parecen banda delincuencial"

También opinaron María Jimena Dusán: "Los liberales se oponían a Uribe porque iba a acabar la carta del 91. Hoy votan la reforma a la justicia que acaba con ella"; Jorge Enrique Robledo: "Si a algo no le teme Santos es al ridículo. Porque sabe que hay una especie de pacto del silencio para perdonarle su autobombo superlativo"; Francisco Santos: "¿A alguien le cabe duda alguna que esa conciliación se hizo o con aprobación o con la vista gorda del Gobierno?"; Gabriel de las Casas: "A Pablo Escobar, hace 30 años, le habría encantado esta Reforma a la Justicia".

La unión hace la fuerza

Una de las características de estos ejemplos tomados al azar es la orientación política tan disímil. En un país tan fragmentando, que tanta gente se haya puesto en la misma orilla podía desencadenar en un movimiento telúrico. En otros sensibles casos de la historia reciente el país quedó partido en dos: defensores de Samper vs. conspiradores (como los llamaban con desprecio el entonces presidente durante el Proceso 8.000) o uribistas vs. antiuribistas (durante los frenéticos días de la parapolítica). Ahora, solo en la Casa de Nariño y en Congreso había defensores de la reforma.

En la calle la gente estaba indignada. De hecho, ya había líderes que estaban recogiendo firmas para tumbarla mientras en la red se había creado una plataforma con el mismo objetivo que cada vez sumaba más adeptos (#SeMueveLaContraReforma). Con un simple twitter en menos de 24 horas se había abierto una convocatoria para revocar el acto legislativo con un referendo que esta cobijado por la Red de Veedurías Ciudadanas y el centro de Estudios Constitucionales-Plural.

En estas condiciones, ¿qué otro camino podía tomar Santos? Durante todo el trámite el proyecto fue severamente castigado por los más diversos columnistas y comentaristas de prensa. Sin embargo, el presidente se mantuvo firme al explicar que su objetivo era hacer una reforma para beneficiar al ciudadano de a pie y que él mismo haría la suficiente pedagogía para que se entendieran sus bondades. Pues el tiempo pasó y salió lo que salió.

Sorpresiva decisión

Ahora, en pleno descenso de las expectativas económicas, se habla de que invertir 90.000 millones de pesos que costaría el referendo es un gasto marginal comparado con el daño que le hace a la democracia dejar vigente esta reforma. El que más arriesgaba de todos era el presidente Santos. ¿Cuánto le constaría políticamente en caso de haberse mantenido inflexible en la defensa de su reforma? ¿Alcanzó a pensar que en la calle se iba a estar recogiendo firmas justo en el momento en el que él debía definir si le interesa la reelección?

Seguramente sí. Por eso, tan pronto llegó de Brasil, Santos objetó la reforma. "Esto es inaceptable para el país y para el Gobierno". Un amplio sector lo aplaudió por tan sorpresiva decisión. El problema es que ahora los congresistas quedaron como los malos de la película y eso no les va a gustar. Así las cosas, ¿cuánto le costará a Santos su objeción a reforma a la Justicia?