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Múltiples manifestaciones en el país, como esta en Tumaco, el 4 de febrero del 2012, han coincidido en el clamor por la paz. Tras el anuncio del presidente Santos vuelve a haber optimismo | Foto: León Darío Peláez

ANÁLISIS

¿Por qué ahora sí es posible firmar la paz?

¿Podrán ponerse de acuerdo el Gobierno de Santos y la guerrilla de las Farc para decirle adiós a la guerra?

Armando Neira
28 de agosto de 2012

Hace unos días uno de los hombres que más acceso tiene a las Farc fue visitado por un amigo que quería indagar sobre el rumor de los posibles acercamientos con el presidente Santos para buscarle una salida negociada al conflicto social y armado.

–“Hasta ahora no he escuchado nada”, le dijo.

-“Ummm. ¿Y entonces? Concluyo que si usted no sabe, todos son simples rumores que al final conducen a nada”, le argumentó.

-“No podría saberlo aunque le cuento que yo sí me voy a sumar a todo este entusiasmo. Está tan bueno que de pronto en esta ocasión la cosa sí funciona”, le dijo optimista.

Así es. De repente, gran parte del país se despertó no solo hablando de paz sino lo más sorprendente de apoyar su búsqueda a través del diálogo. Algo difícil de creer tras el ambiente de rabia y frustración por como terminó el proceso con Pastrana, los ocho años continuos de ofensiva militar de Uribe y los dos de gobierno de Santos, su exitoso exministro de Defensa. ¿Qué ha pasado en este tiempo? Una década desde que los colombianos vieron a los soberbios comandantes de las Farc en el Caguán internarse de nuevo en las selvas con la convicción de que ganarían la pelea.

-“¿Sabe por qué vamos a ganar?”, me dijo Simón Trinidad. “Porque el Ejército está convencido de que está perdiendo y nosotros, por el contrario, sabemos que vamos ganando”. En 2004 fue capturado y extraditado a Estados Unidos en el primero de una serie de bajas que debilitó al Secretariado como no le había ocurrido jamás: Iván Ríos fue asesinado por uno de sus propios hombres, quien además decidió ir hasta el Ejército para cobrar la recompensa y de prueba llevó la mano de su jefe que había amputado con un cuchillo; Raúl Reyes fue muerto en un bombardeo en su refugio de Ecuador; ‘El Mono Jojoy’ en otro, en su campamento en el oriente del país; Alfonso Cano en una operación en una zona montañosa del sur; y Manuel Marulanda Vélez, de muerte natural.
 
A pesar de que hubo muchas voces que anunciaron el fin del fin de la guerrilla, ésta, golpeada y arrinconada, modificó su estrategia y renunció a la toma de poblaciones y secuestros masivos, pero siguió asesinando aquí y allá, causando un dolor enorme y reiterando que seguían existiendo. Sin embargo, en esta dinámica las partes se hicieron más realistas: las Farc liberaron a los policías y secuestrados que mantenía cautivos desde hacía años y declararon no volver a plagiar civiles. Por su parte, Santos reconoció la existencia del conflicto armado –marcando una distancia abismal con Uribe- e impulsando una serie de herramientas legales en el Congreso como las leyes de Víctimas y de Tierras y dándose a sí mismo un marco jurídico para la paz. Es decir, le creó un ambiente más benévolo a la insurgencia y le dijo que tenía las llaves para abrir las puertas de la paz.

La guerrilla escuchó consejos en Venezuela y en Cuba en donde están algunos de sus referentes de victoria: Fidel Castro y Hugo Chávez. La diferencia en este caso es que Santos se había mostrado respetuoso de ambos con lo que los puso de su lado. El presidente además empezó a socializar el tema. Se sabe que ha conversado con los empresarios, con líderes de opinión, con dirigentes políticos. Para eso, no solo ha usado su enorme poder presidencial sino que les ha mostrado que seguir matándonos nos hunde en el subdesarrollo. Como no lo dice un izquierdista espontáneo, sino tal vez el máximo representante de las élites, su discurso es bien recibido.

Ahora, sin embargo, tiene varios desafíos. El primero es el tiempo. La guerrilla no juega contra el reloj como lo hace él porque su periodo vence en dos años. Dos, Uribe quien seguro con su twitter se va a convertir en el más severo crítico del proceso. Tres, los militares. Dos de los hombres que más estima Santos y a quienes considera sus grandes delfines son Sergio Jaramillo, el alto consejero para la Seguridad Nacional, y Juan Carlos Pinzón, su ministro de Defensa. Jaramillo es inteligente, prudente y muy estudioso. Él ha sido y será el encargado de sentarse a hablar con las Farc. Pinzón es el jefe de los militares. ¿Los habrá convencido ya que ésta es la hora de llegar a un acuerdo con las Farc? Y, finalmente, no hay que olvidar que las balas hacen más ruido que los acuerdos. Por lo trascendido hasta ahora no habrá un cese al fuego sino que las conversaciones serán en medio de los combates. ¿Podrán las partes convencer al país que hasta que no haya acuerdo seguirán los muertos?

Del manejo de estos hechos, el país podrá tener un futuro mejor. Por ahora, ya hay algunos esbozos de primeros acuerdos. A raíz de los hechos en el Cauca, Timoleón Jiménez, comandante de las Farc, le escribió a los indígenas diciéndoles, entre otras cosas: "En toda Colombia crece un ruidoso clamor por la paz". Y hace unos días, Santos le dijo a los militares: "La paz es la victoria".