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Angelino Garzón, vicepresidente.

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¿Qué deja la derrota de Angelino en la OIT?

Catorce países visitados y 300 millones de pesos gastados fue el saldo que dejó la campaña que adelantó Colombia para ocupar la dirección general de la OIT. Sin embargo, la derrota de Angelino no sólo arroja costos económicos, también algunos daños colaterales.

28 de mayo de 2012

A finales de octubre del año pasado, el presidente Juan Manuel Santos le decía a su número dos, el vicepresidente Angelino Garzón, que era el elegido para ganar la dirección de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), segundo puesto más importante en el panorama internacional, detrás de la Secretaría General de la ONU.
 
El ofrecimiento que le hizo Santos a Angelino también fue interpretado como una jugada maestra del mandatario, pues era una válvula de escape a las incómodas posturas que mantenía el vicepresidente. La decisión del presidente coincidió concretamente con dos críticas que le hizo Garzón en público.
 
La primera ‘salida de tono’ fue sobre el incremento al salario mínimo y le pedía a Santos revisar la cifra. Después llegó la gota que rebosó el vaso, su reproche a cómo el Departamento Nacional de Planeación (DNP) calcula los índices de pobreza. Esto llevó a que el presidente le mandara un recado: "El que discrepe en público debe irse”.

La posibilidad de llegar a la OIT despertó entusiasmo e ilusión en Garzón y asumió el reto que suponía una carrera de montaña para el país. Se antojaba difícil que Colombia, que tiene pendiente un alto número de recomendaciones de la propia OIT y que es señalado por varias ONG internacionales de no tener los mecanismos suficientes para detener las violaciones de los derechos humanos, ganara tal elección.
 
Pero a pesar de estas consideraciones, el Gobierno se jugó la carta de Angelino, alentado por el hecho de que el vicepresidente tenía cualidades para el cargo, además de conocer muy bien el organismo. Mantuvo lazos con la OIT primero como sindicalista, después como embajador en Ginebra y posteriormente como ministro de Trabajo del expresidente Andrés Pastrana.
 
“Es una de las personas que mejor conocen la OIT y a nivel internacional despierta respeto entre los gobiernos y los trabajadores”, afirmaba durante la campaña el presidente de la CGT, Julio Roberto Gómez.
 
La campaña por alcanzar cada uno de los 56 votos fue larga y costosa. Angelino adelantó durante cinco meses una gira mundial por 14 países de cuatro continentes y un total de 300 millones de pesos invertidos.
 
Según el portal confidencialcolombia.com, que solicitó a la Vicepresidencia por medio de un derecho de petición el costo total de la campaña a la OIT, Garzón gastó cerca de 210 millones de pesos en viáticos y 85 millones en pasajes, sin contar los gastos de los acompañantes que viajaban con él.
 
La Vicepresidencia respondió a las críticas por el dinero gastado alegando que los viajes de Garzón a Suiza, España, Turquía, Italia, Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, Suráfrica, Brasil, Canadá, Argentina, Uruguay, Rusia y Haití, “no tenían como objeto buscar apoyo, sino atender asuntos propios relacionados con el despacho de la Vicepresidencia”.
 
Angelino también explicó que en los viajes donde estuvo acompañado por su familia el dinero para cubrir los gastos de ellos había salido de su patrimonio personal y no del presupuesto de la Vicepresidencia.
 
Daños colaterales
Pero la candidatura de Angelino también implicó otros sacrificios, más allá de los económicos. El gobierno de Santos le apostó con tal determinación a la carta de la OIT, que abandonó otras candidaturas internacionales.
 
Uno de los damnificados fue Eduardo Cifuentes, postulado al cargo de Juez de la Corte Penal Internacional (CPI). Aunque este reconocido abogado tenía varias papeletas para quedarse con el cargo, algo falló en el tramo final y Cifuentes no logró convencer a los actuales miembros de la CPI para que lo eligieran.
 
Para explicar su derrota hubo dos versiones. La primera iba en la dirección de que la aspiración de Colombia a tener un cupo en la CPI era prematura, pues es un país con conflicto armado no resuelto y eso hace que se le mire con recelo.
 
Pero en otra dirección apuntan los que dicen que su candidatura no ganó porque el Gobierno no hizo el último esfuerzo y en los días previos a la votación el exmagistrado de la Corte Constitucional no contó con los recursos suficientes para seguir con su campaña.
 
Otro aspirante a un cargo internacional que resultó eclipsado por la campaña de Garzón fue José Antonio Ocampo. Mientras la campaña de Angelino galopaba por todo el mundo, Ocampo se quejó de haber sido abandonado por su propio gobierno y no contar con los recursos para ganar los votos.
 
Ocampo fue postulado por Brasil para ocupar la presidencia del Banco Mundial y no contó con el apoyo del gobierno de Santos, que consideraba que esa era una pelea perdida y que no se justificaba gastar esfuerzos donde no había posibilidades. Ocampo terminó retirándose en el tramo final de la competencia debido a la falta de apoyo de su gobierno y porque su victoria, a esas alturas, era más que imposible.
 
Sindicalistas, los ganadores
A pesar de que Angelino salió derrotado, los sindicalistas colombianos se sienten como los grandes triunfadores y consideran la victoria del británico Guy Ryder como algo histórico y positivo para el país.
 
“Se trata de la primera vez en la historia de la OIT que se nombra un candidato que surge de los sindicatos. Además es un hombre bastante cercano a los sindicalistas colombianos y a nuestra realidad, por eso creemos que con base en ese conocimiento él va a ampliar la presencia de la OIT en Colombia” explica Luciano Sanin, director de la Escuela Nacional Sindical.
 
Sanin también destaca el decoroso papel que jugó Angelino y señala que el vicepresidente agrupó a los países latinoamericanos en la última ronda de votaciones para que apoyaran a Ryder y no al aspirante francés Gilles de Robien.
 
Finalmente, los sindicalistas también ganan con la derrota de Angelino, pues el vicepresidente no era considerado un representante de ellos, sino que era una ficha de los gobiernos. De hecho, los siete votos con los que siempre contó Angelino provenían de los países y no de los trabajadores.