Home

Política

Artículo

Según una encuesta de la Organización Transparencia, el Congreso de la República es la segunda institución más desprestigiada por la corrupción. Los partidos políticos ocupan el primer lugar en la escala de desprestigio.

POLÍTICA

Si ser voltiarepas se vuelve legal...

Si se aprueba la reforma política, que permite que los congresistas se pasen de un partido a otro, pierde la política y gana la politiquería. ¿Por qué?

César Paredes de Semana.com
10 de junio de 2009

Comienza el último debate de la Reforma Política en la plenaria del Senado. Este proyecto para cambiar algunos artículos de la Constitución, que fue concebido con el propósito de blindar a los partidos y las instituciones democráticas de los embates de la mafia, fue modificado para establecer nuevas reglas de juego para las elecciones de 2010.

Una de las nuevas reglas que hace carrera es la consagración constitucional del transfuguismo político o “voltiarepismo”. La Reforma Política que fue aprobada en su séptimo debate y sólo le falta uno para convertirse en Ley, contiene un parágrafo transitorio en su primer artículo que permite que un congresista se cambie de partido por una sola vez. De ser aprobado este artículo en su último debate, los congresistas no tendrán que renunciar a su curul para cambiarse de partido y dos meses después a la entrada en vigencia de la Ley podrán inscribirse en un partido distinto al que los avaló para presentarse a las próximas elecciones del Congreso. Hoy esta posibilidad está prohibida.

Esta reforma ha sido duramente criticada por integrantes de la oposición, por políticos independientes, analistas y observadores políticos. Todos ven en ella una expresión politiquera más que una intención de querer fortalecer a los partidos políticos.

Para el analista político, Fernando Giraldo, aprobar el transfuguismo político aunque de manera transitoria, es patente de corso para que los políticos sigan cambiando la Carta Magna a su antojo. “Aprobar una reforma en ese sentido, a las puertas de un proceso electoral, es permitir que la Constitución sea cambiada según los intereses particulares de unos partidos. Eso no tiene ningún antecedente en la historia de ningún país”, dijo Giraldo.

Con esta medida, el partido de La U, que fue creado para reunir a los uribistas con miras a las elecciones de 2006 en las cuáles fue reelegido el presidente Álvaro Uribe, o el Partido Conservador, serían los más beneficiados. Varios integrantes de Cambio Radical, que apoyan otra reelección inmediata, o integrantes de partidos pequeños vapuleados por la parapolítica y en vía de extinción (como Alas Equipo Colombia, Convergencia Ciudadana, Apertura Liberal, entre otros) serían los primeros en pasarse a los partidos consentidos del uribismo. (Vea el artículo en el que la SillaVacia.com reveló quiénes serían los primeros tránsfugas)

Por esta razón, el analista constitucionalista de la Misión de Observación Electoral, Nicolás Montoya, advirtió que esta reforma estaba pensada para garantizar que la mecánica electoral funcione a favor de unos intereses, pero no para fortalecer ideológicamente a los partidos, lo que debería ser su principal objetivo.

“Una reforma así, desvirtúa la razón de ser de los partidos que, en teoría, debe incluir unos lineamientos ideológicos”, dijo Montoya.

Los partidos políticos son instituciones fundamentales dentro de la democracia. Ellos sirven para canalizar la representación de los sectores políticos. Sin embargo, con reformas como esta difícilmente se fortalecerán y recuperarán su imagen hoy desprestigiada.

Colombia es el segundo país en Latinoamérica en el que más personas perciben a los partidos políticos como las instituciones más contagiadas por la corrupción, después de El Salvador. Según el último informe de la Organización Transparencia Internacional el 41 por ciento de los colombianos cree que los partidos políticos son las instituciones más corruptas (en la lista sigue el Congreso con el 26 por ciento).

Otras reformas

En 2003 el Congreso también aprobó una Reforma Política que agrupó a los partidos de ese momento. De 72 que existían en 2002 pasaron a ser 17. Este cambio fue positivo en la medida que concentró la representación y buscó lo que los analistas llaman la “despersonalización de la política,” que consiste en fortalecer las instituciones y no los nombres de los políticos.

Sin embargo, en 2004 el mismo Congreso aprobó otra reforma que permitió la reelección presidencial. Son dos reformas que van en sentido contrario, porque mientras una estaba pensada para la disgregación del poder, la otra permitió su concentración en una sola persona.

“Al final la que terminó imponiéndose fue la de 2004, que limita excesivamente el poder de los partidos, al punto de que toda la política hoy gira en torno a la figura del Presidente. Él cogió las llaves de la política y las votó al mar”, explicó Giraldo.

Seis años después de la reforma de 2003, en Colombia hay menos partidos, pero no de mejor calidad (con programas e ideas nuevas), ni con una mejor imagen. A un lado quedaron las ideologías y cada vez se impone la idea de que “al que buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”, pero que personaliza la política en detrimento de las instituciones.