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100 empresas más grandes de Colombia

Dejaron atrás los difíciles años de crisis, cerraron el año con broche de plata y, de paso, jalonaron la economía colombiana. Su desafío ahora es demostrar que son capaces de seguir creciendo.

24 de abril de 2005

No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista, y eso sí que lo saben bien las 100 empresas más grandes de Colombia. Cinco años después de la peor crisis económica de la historia, las principales compañías del país al fin volvieron a mostrar en 2004 unos resultados bastante buenos y más acordes con el tamaño de sus negocios.

El año pasado las ventas de las 100 empresas aumentaron un 16 por ciento y sumaron 105 billones de pesos. Esto equivale a un 41 por ciento del Producto Interno Bruto, o sea, más de dos quintas partes del total de la producción del país. Las exportaciones de las 100 crecieron 38 por ciento en 2004 y los 7.500 millones de dólares que facturaron equivalen casi a la mitad de las ventas totales de Colombia en el exterior.

Pero el indicador más impresionante de todos y que confirma su destorcida es que las utilidades netas de las 100 empresas aumentaron 70 por ciento en 2004. Este resultado, hay que hacer la salvedad, está algo inflado por el de compañías que como Avianca pasaron de perder 309.000 millones de pesos en 2003 a ganar 305.000 millones el año pasado.

Más impactante es todavía que únicamente nueve compañías de las 100 registraron saldos en rojo. Ese balance favorable fue aún más llamativo en el sector financiero, cuyos resultados se presentan por aparte en esta edición. Ninguno de los 50 bancos más grandes del país perdió dinero en 2004.

Mucho de lo que pasó el año pasado con las 100 empresas más importantes de Colombia se explica por los altos precios del petróleo y por la recuperación de la economía de Venezuela. La escalada en el precio internacional del crudo -que sobrepasó los 50 dólares por barril- aumentó tanto los ingresos de Ecopetrol, la primera empresa del país, que casi triplica en ventas a la segunda de la lista, la cervecera Bavaria.

El buen momento de Venezuela, el segundo socio comercial de Colombia y el cliente más importante de las empresas que fabrican productos de valor agregado, jalonó las exportaciones totales de las 100, que crecieron en más de 2.000 millones de dólares el año pasado. Ensambladoras de automóviles, textileras, fabricantes de electrodomésticos, industrias de alimentos, empresas de manufacturas de hierro y acero fueron algunas de las compañías que más le sacaron provecho al rebote de la economía del país vecino.

Como nada en la vida es del todo perfecto, las exportaciones se vieron menguadas por la caída del dólar. El desplome en el precio de la divisa fortaleció al peso colombiano un 14 por ciento y por eso las empresas recibieron menos pesos por cada dólar que exportaron. Sin embargo, el lado bueno de la revaluación del peso fue que significó un alivio para las empresas endeudadas en dólares, pues abarató sus créditos. Aprovechando que el dólar estaba más barato, decidieron pagar parte de esos créditos y reemplazarlos por deudas en pesos.

Muchas también se animaron a emitir bonos en el mercado de valores colombiano para con esa plata pagar sus deudas viejas con los bancos y mejorar el perfil de su deuda con menores tasas y mayores plazos de pago. Esto contribuyó a que el conjunto de las 100 empresas disminuyeran sus gastos financieros totales en un 40 por ciento y a que sus obligaciones financieras de corto y de largo plazos cayeran en 9 y 10 por ciento, respectivamente.

En general, las lecciones aprendidas en los cinco años que pasaron -poscrisis del 99- fueron muchas y muy variadas, pero todavía está por verse un avance real en ciertas áreas. En la industrial, por ejemplo, el uso de la capacidad instalada todavía está lejos de los niveles alcanzados a mediados de los 90, según la encuesta de opinión industrial conjunta de la Andi del pasado mes de enero.

La falta de demanda continúa siendo el mayor obstáculo para los negocios de los empresarios. Es precisamente ese punto el que algunos consideran el más preocupante. Desde la crisis del 99, la capacidad de compra de los colombianos se ha restringido, debido en buena parte a que los salarios han crecido por debajo de la inflación y a que el desempleo continúa en niveles preocupantes.

Es algo que saben de primera mano las nueve empresas de alimentos y bebidas que componen el listado de las 100. Con Bavaria e Inversiones Nacional de Chocolates a la cabeza, este sector ha luchado en los últimos años, sin resultados espectaculares, por incentivar la demanda interna con promociones y nuevos productos. La última apuesta de esta industria por incentivar el consumo está en los productos light o saludables, que aunque representan un mínimo porcentaje de sus ventas, están ganando cada vez más terreno.

Para algunos especialistas, las ventas de alimentos y bebidas son un claro indicador de la situación real de un país del Tercer Mundo. Por lo tanto, el reto de los empresarios colombianos ha sido adaptarse a esa realidad y buscar nuevos mercados en otros lados. Las compras de Bavaria por Latinoamérica y de Inversiones Nacional de Chocolates por Centroamérica son un ejemplo de que la plata y las oportunidades de crecer están afuera.

Si hay un año en que se pueda decir que Colombia se insertó en la economía mundial fue el pasado. Así como varias empresas del país salieron a comprar fábricas en otras partes, también llegaron jugadores de otros países a comprar empresas nacionales. Los nuevos dueños de las empresas son principalmente multinacionales, como Phillip Morris, el Grupo Gerdau o Telefónica Móviles.

Hay algo que no se puede desconocer y es lo mucho que ha influido la mayor confianza en el país en la entrada de jugadores extranjeros. Es cierto que una ola de fusiones y adquisiciones se vive en el mundo entero, pero también es un hecho que de no haber mejorado la percepción de la seguridad en Colombia, el ambiente no habría sido el más propicio para sellar los acuerdos.

La percepción de que las cosas van mejor es compartida por el sector empresarial. Dos de cada tres de los industriales encuestados por la Andi en el mes de enero creen que el clima para los negocios es favorable. Hace cinco años esa misma encuesta señalaba que solo uno de cada cinco pensaba que el ambiente para hacer negocios era bueno. Más aún, los índices de endeudamiento y rentabilidad de las 100 muestran que en 2004 se llegó al punto máximo de solidez registrado desde que empezó el nuevo milenio.

El gran interrogante, sin embargo, es si esa cima es tan solo el preludio de otra declinación o si, por el contrario, se van a encontrar picos más altos. Por ahora no hay hechos que confirmen cualquiera de esas posibilidades, pero la impresión que se tiene es que hay tantas posibilidades de un ascenso como de un nuevo descalabro.

Por una parte están los optimistas. Según estos, el Tratado de Libre Comercio que se negocia con Estados Unidos puede ayudar a mejorar la competitividad y la eficiencia de la industria nacional y atraer inversión extranjera hacia el país. En este escenario la producción crecerá sustancialmente, al tiempo que disminuye el desempleo y aumenta la demanda interna.

La otra cara de la moneda es que la industria nacional no pueda con ese reto. Las perspectivas de quiebras y despidos de personal son esgrimidas por quienes dicen que el TLC, como la apertura de los años 90, no tiene nada de bueno. Sin embargo, por lo menos hasta ahora, la nueva senda en materia económica es un hecho.

Así con el TLC como telón de fondo se inicia la segunda mitad de esta década para el sector empresarial y en general para toda la economía. Sin entrar en la discusión de si eso es bueno o es malo, los empresarios sostienen que aún falta un área que debe mejorar para asegurar el porvenir del sector privado: la eficiencia y la transparencia de la administración pública. Además de más carreteras y mejores puertos, se necesita un servicio de aduanas ágil y honesto, enmarcado en una reducción generalizada de los procedimientos burocráticos.

Si ese y los demás objetivos se consiguen, es indudable que para finales de la década el panorama que presenten las 100 empresas más grandes de Colombia será muy diferente al actual.

Por ahora, hay buenas noticias. En términos generales se puede decir que el año pasado cerró con broche de plata (decir que el broche fue de oro sería demasiado) y, a diferencia de cuando empezó la década, en esta oportunidad el sector productivo está iniciando la segunda mitad de ésta con el pie derecho.