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Lo que el viento se llevó

Avianca ya no es colombiana pero sigue viva. Detalles desconocidos de la histórica transacción que desconcertó al país.

21 de marzo de 2004

Es muy probable que en la historia de los negocios nunca se haya comprado una aerolínea en forma más informal. Germán Efromovich, el brasileño de origen boliviano que hoy es el propietario de Avianca, llegó a la reunión de la junta directiva de su más reciente adquisición para ser presentado en su condición de nuevo dueño. En forma espontánea se presentó autodefiniéndose como el nuevo inversionista. Interrogado sobre si pensaba hacer una auditoría jurídica y contable (due dilligence) manifestó que a él no le gustaba gastar plata en abogados y que les creía a todas las cifras del Capítulo 11 en la Corte de Estados Unidos. Cuando le mencionaron que era conveniente cambiarle un párrafo al documento del acuerdo de venta, no le paró muchas bolas al asunto y sin consultar ningún abogado dijo que no tenía objeción alguna. Se supo en ese momento que desde el año pasado había dejado conocer su interés en la empresa y que habían tenido lugar contactos con representantes de la misma.

La noticia tomó por sorpresa no sólo al país sino a Juan Emilio Posada, presidente de la aerolínea, que no lo supo sino hasta el día de la rueda de prensa. Lo mismo le sucedió a Violy McCausland, quien ha sido la banquera de inversión de cabecera del Grupo Santo Domingo y de quien se creía que no se movía una hoja sin su conocimiento.

Comprar una aerolínea con pasivos de 300 millones de dólares sin due dilligence ilustra tanto la agilidad con que se hizo el negocio como el temperamento audaz de su protagonista. Después de meses en que varias aerolíneas importantes estudiaron a profundidad la posibilidad de adquirir Avianca, un fondo de inversión no especializado en el negocio aeronáutico se quedó con lo que durante 85 años fue para los colombianos la insignia nacional en los cielos del mundo.

El Grupo Sinergy, del cual Efromovich es dueño, no había sido mencionado dentro de la baraja de posibles interesados, en la que estaban Continental, Copa, Taca y Lanchile. Por todo esto, como era de anticiparse, la venta de Avianca causó mucho desconcierto.

A primera vista, el negocio se veía mejor para el Grupo Santo Domingo y para la Federación de Cafeteros que para el comprador. Aunque Valores Bavaria recibió sólo seis millones de dólares en efectivo por la transacción, logró pasarle a un tercero la papa caliente que le estaba quemando las manos desde hace muchos años.

La disyuntiva para Santo Domingo y para los cafeteros era la de escoger entre la menos peor de tres opciones: conservar la compañía, venderla o liquidarla. Conservarla requería inyectarle alrededor de 70 millones de dólares de capital de trabajo sin saber si algún día saldría a flote. La segunda opción era venderla, lo cual era más fácil decir que hacer, dado el pasivo total de la empresa que ascendía a 300 millones de dólares. Y la tercera posibilidad era liquidarla, lo cual tendría un alto costo tanto económico como político. El económico no podía ser inferior a los 100 millones de dólares si se tomaba como referencia lo que el Estado le exigió a Aces para su liquidación: cargas laborales y obligaciones con el Estado. Además de esto, estaba en juego el valor de sus respectivas marcas. El Grupo Santo Domingo y la Federación de Cafeteros son instituciones nacionales de tanta tradición y prestigio que sienten una responsabilidad con la gente que va más allá de la estrictamente jurídica.

Pero el meollo de todo el problema de Avianca era el pasivo pensional. Este era originalmente de 250 millones de dólares, la mitad correspondiente al personal de tierra y la otra mitad a los pilotos.

A Julio Mario Santo Domingo, con la esperanza de sacar Avianca adelante para que la empresa pudiera responder por estos pasivos, le había tocado meterse la mano al bolsillo varias veces. Esa apuesta no le resultó. Si se tiene en cuenta que invirtió cerca de 300 millones de dólares en el rescate de la aerolínea -que no recuperará nunca-, se podría deducir que lo que recibió en utilidades de Bavaria en los últimos años se fue por los aires. La mitad de esta cifra fue girada en efectivo y la otra mitad corresponde a obligaciones pensionales asumidas directamente por Valores Bavaria en su calidad de matriz de Avianca.

Ciento veinte millones de dólares corresponden a un compromiso que tuvo que asumir la holding de Santo Domingo para garantizar el cheque mensual a 3.000 jubilados de tierra de la aerolínea. Con esto se evitaba que los arrendadores de los aviones pararan la flota y se cerraba el negocio de la Alianza Summa con Aces que, en su momento, se perfilaba como la única tabla de salvación de las dos compañías.

Sin embargo, la Alianza Summa fracasó y Aces tuvo que ser liquidada. Y Avianca, a pesar de haber producido el trimestre pasado por primera vez en muchos años una utilidad operacional, arrojó en 2003 pérdidas por 309.000 millones de pesos, aun con las ventajas que entraña estar en el Capítulo 11 de la Ley de Bancarrota de Estados Unidos.

Esto hacía que ni Julio Mario Santo Domingo ni la Federación de Cafeteros fueran particularmente optimistas frente a la perspectiva de seguir pedaleando por esa causa. Por lo tanto la única opción aceptable era la venta. Cuatro aerolíneas de primera categoría conformaron la baraja de interesados: Continental, Copa, Taca y Lanchile. Probablemente no se sabrá nunca cuáles fueron los detalles de las negociaciones que tuvieron lugar o por qué no llegaron a feliz término. Pero acuerdo final no hubo.

Muchas veces se afirma en forma inexacta que Avianca no tiene activos porque todos sus aviones son arrendados. Sin embargo en el mundo de la aviación el activo más importante son las rutas y el tráfico, y en esto Avianca es muy sólida. A esto se suma la posición geográfica de Colombia que la convierte en el mejor centro de conexiones del continente.

El lunar en este panorama era siempre el pasivo laboral. Como Valores Bavaria ya no podía desvincularse de los 120 millones de dólares que había asumido para garantizar el pago de los jubilados, lo que estaba en juego era la suerte del pasivo pensional de los pilotos que asciende a una cifra parecida. Este es difícil de cuantificar en forma exacta pues el cálculo actuarial se puede hacer de varias formas. La empresa cuantifica esta obligación en 120 millones de dólares, pero algunos conocedores del tema estiman que puede ser superior. En todo caso, el punto central de cualquier transacción con Avianca es quién asumiría esos 120 millones de dólares.

Si la empresa sobrevive tendría un plazo hasta 2023 para pagarlos. Hasta finales del año pasado ese plazo era hasta 2012, pero el Congreso para contribuir a la solución del problema, incluyó la extensión de este plazo en la ley de pensiones. Aunque 20 años es un tiempo amplio, el pago de una deuda de esa dimensión requiere una rentabilidad significativa.

El principal problema, sin embargo, es qué pasa con esos 120 millones de dólares si la empresa llega a ser liquidada. En Colombia la normatividad reciente ha determinado que cuando una empresa es subsidiaria de un grupo económico, en algunas circunstancias la matriz tendría que responder por las obligaciones laborales contraídas. Las circunstancias a que se refiere es cuando la insolvencia es resultado de acciones de la matriz y no de la empresa subsidiaria. En el caso de Avianca, es obvio que los problemas financieros que existen obedecen a problemas propios del sector aeronáutico. Por ejemplo, los costos del combustible, los seguros y los leasing de los aviones se pagan en dólares mientras que un porcentaje alto de los ingresos de Avianca es generado en pesos.

Obviamente estos problemas no se le pueden adjudicar a ninguna matriz. Sin embargo, como en Colombia el tema pensional es de una sensibilidad política tan grande, existe siempre el riesgo remoto de alguna interpretación jurídica desfavorable. En todo caso es indudable que en el país existe una incertidumbre jurídica sobre el resultado de los litigios laborales. Así sucedió en el caso de la Federación Nacional de Cafeteros cuando, con motivo de la liquidación de la Flota Mercante Gran Colombiana, la Corte Constitucional determinó que los cafeteros tenían que correr con los pasivos pensionales. Justamente fue el pasivo pensional de los pilotos el principal motivo por el cual ninguna de las aerolíneas interesadas en Avianca terminaron concretando sus ofertas.

La carta que se está jugando Germán Efromovich es invertir 64 millones de dólares para estabilizar la empresa y tener a su favor el plazo de 20 años para pagar el pasivo pensional. Si le resulta el negocio puede ser muy interesante. Tanto, que la Federación Nacional de Cafeteros decidió quedarse con 25 por ciento de las acciones y con la posibilidad de ejercer una opción de venta dentro de tres años por un mínimo de 23 millones de dólares.

La razón por la cual este negocio es más interesante para la Federación de Cafeteros que para el Grupo Santo Domingo radica en el hecho de que a pesar de que los cafeteros son parte de la Alianza Summa, no cargan con el lastre de poder llegar a ser considerados como sociedad matriz de Avianca. Por lo tanto sus obligaciones laborales son las mismas que las del Grupo Sinergy: la de responder hasta el monto del capital invertido.

En circunstancias favorables el negocio de Avianca es interesante y tiene posibilidades. La crisis de la aviación en el mundo tiene que ser transitoria y como dijo Efromovich las mejores oportunidades de invertir se dan durante las crisis. A pesar de que el fondo de inversión Sinergy es propietario de una aerolínea regional pequeña en el Brasil, muchos creen que la intención de Germán Efromovich no es operar Avianca indefinidamente sino enderezar la empresa y venderla con una gran utilidad al mejor postor.

El problema básico de la aerolínea era de caja y los 64 millones de dólares que piensa invertir Sinergy lo solucionan, por lo menos en el mediano plazo. Avianca saneada siempre tendrá compradores. Hace cinco años, cuando ya tenía problemas financieros más graves que los de hoy, las aerolíneas Continental y American estaban dispuestas a invertir sumas importantes por participaciones minoritarias. En ese momento, fue Julio Mario Santo Domingo quien no quiso vender.

El 11 de septiembre y la recesión cambiaron de la noche a la mañana esas posibilidades. Pero esa coyuntura no puede ser eterna y esa es la apuesta que está haciendo el brasileño Germán Efromovich. Avianca no tenía muchas opciones y el tiempo corría en su contra. Después de haber recibido cinco prórrogas para presentar un plan de reestructuración dentro del Capítulo 11 de la Ley de Quiebras de Estados Unidos, el último plazo se vence esta semana.

Solicitar una sexta prórroga implicaría no sólo una pérdida de credibilidad ante el juez sino la posibilidad de que los acreedores pudieran meterle mano al plan de reestructuración. Por eso, con las horas contadas, el polémico inversionista brasileño era en el fondo un salvador. Y no sólo para los antiguos dueños, Valores Bavaria y la Federación Nacional de Cafeteros, sino para las 30.000 personas que dependen directa o indirectamente de Avianca, pues el fantasma de la liquidación de la empresa siempre ha rondado. El caso de Aces demostró que en Colombia las aerolíneas bandera sí se pueden quebrar.

Avianca ya no es colombiana pero sigue viva. La papa caliente que nadie sabía cómo manejar en Colombia está en manos ahora de este audaz jugador de póker que en el pasado ha ganado partidas contra lo que todo el mundo esperaba.