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Pelea de tercos

Los dos son de derecha. Los dos tienen mucho carácter. Pero les falla la química, como se vio después del atentado.

3 de diciembre de 2005

El martes pasado, cuando los colombianos creían que Álvaro Uribe y Germán Vargas eran almas gemelas, después del atentado se sorprendieron con algo que pasó en la televisión. En medio de una entrevista con Yamid Amat, el periodista le informa al senador que va a comunicarlo con el Presidente de la República. Vargas Lleras se niega a pasar, diciendo que lo esperan en el Congreso. Un desaire de esa dimensión no se había visto en mucho tiempo. ¿Qué había pasado? Después de la conmoción del atentado, se habían presentado algunos malentendidos. Vargas Lleras solicitó un carro blindado y encontró una respuesta dilatoria de parte del DAS, que manifestaba que tenía posibilidades de darle uno de blindaje tres, pero no de nivel cinco, porque no había ninguno disponible. Después de dos atentados contra su vida, esa propuesta era prácticamente un insulto. Le ofrecieron entonces el del ex presidente Ernesto Samper, quien se encontraba de viaje por Cartagena. Eso también le pareció un insulto, no sólo con él, sino con Samper. Al final, el director del DAS le envió una camioneta de blindaje cinco que estaba asignada a su esposa. Además, algunos allegados al senador pensaron que la presencia de Uribe dos días seguidos en el lugar de los hechos tenía connotaciones políticas que parecían tener prioridad sobre la situación de Vargas. A esto se sumaba el desconcierto de que el día después del atentado Vargas sentía que el Presidente no lo había llamado para preguntarle por su estado de ánimo y su seguridad. Este malestar salió a flote en conversaciones privadas de la mujer del senador, Luz María Zapata, que llegaron a oídos de Uribe. En ese momento la indignación pasó del senador al Presidente, quien la llamó telefónicamente y le dejó saber en tono enérgico que las cosas no eran como ella creía. Efectivamente, había un malentendido. Después de la noche larga y angustiosa, el senador durmió el martes entre las 11 de la mañana y las 3 de la tarde, y en ese lapso el presidente Uribe lo había llamado. Igualmente, había dado las órdenes respectivas de garantizar la seguridad del senador pero, obviamente, la carpintería no era de su resorte. Después de estas aclaraciones, las dos partes se tranquilizaron gracias a la mediación oportuna de la primera dama, Lina Moreno de Uribe. Dada la dimensión del trauma, esa sensibilidad era comprensible. Las razones de la confrontación estarían superadas, si no fuese porque forma parte de una larga cadena de fricciones. Uribe y Vargas tienen tanto en común, que sus relaciones son difíciles y turbulentas. Ambos abandonaron el oficialismo liberal. Fueron las dos voces más críticas del proceso de paz del Caguán. Los dos son de derecha y se identifican con posiciones de respaldo a las Fuerzas Armadas, y mano dura para defender al Estado. Si eso es uribismo, Vargas sería el primer uribista del país. A Uribe, por su parte, le encanta que lo comparen con Carlos Lleras Restrepo, el abuelo de Germán. Tienen otro rasgo en común: su carácter. Demasiado, según reconocen los amigos de ambos. El gusto hacia la autoridad y un visible don de mando son la base del éxito de sus carreras políticas. Sus similitudes podrían ser catalogadas como 'incompatibilidad de caracteres'. Se agrega que Vargas no es adulador, rasgo que tienen varios aliados de Uribe. Dice lo que piensa, sin pelos en la lengua. La lista de rencillas es extensa. Vargas se queja de que el presidente Uribe es más generoso, en materia de repartos burocráticos, con el Partido Conservador que con su partido, Cambio Radical. En Palacio hay asesores que no bajan al senador de 'puestero'. Y no olvidan que en los días siguientes al referendo de 2004, el senador, entonces presidente del Congreso, permitió que se hundiera el primer proyecto de reelección presidencial. A pesar de esto, nada ha cambiado la voluntad de ambos de jugar en el mismo equipo. Vargas había promovido la idea de una consulta popular en el caso de que la reelección se hundiera en la Corte. Por otro lado, Cambio Radical acaba de publicar su nueva imagen, con el eslogan 'La fuerza uribista en el Congreso'. No se descarta que si hay reelección, el senador no se presente a las elecciones en espera de entrar al gabinete en un segundo cuatrienio. Con todo esto por delante, lo único que quieren los dos es evitar las fricciones del pasado. Al fin y al cabo, nada le inspira más respeto a un terco, que otro terco.