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Memoria

Una larga agonía

El papa Juan Pablo II entró en crisis en la tarde del viernes. Los romanos y decenas de miles de peregrinos se reunieron en la Plaza de San Pedro para orar, llorar y esperar.

3 de abril de 2005

Desde las primeras horas de la mañana del viernes llegó el anuncio de la lenta agonía del Papa y centenares de personas empezaron a desplazarse hacia la Plaza de San Pedro. Acompañados por un sol de primavera, entre los fieles había quien rezaba, quien entonaba canciones religiosas, quien lloraba. Entre esta humanidad acongojada de romanos y de fieles de todo el mundo presentes en la ciudad eterna por casualidad o porque viven aquí y que miraban con insistencia hacia las ventanas del apartamento papal, se mezclaban los grupos de turistas que armados de cámaras fotográficas y de video registraban todo en el centro de la cristiandad en el mundo.

A pesar de la irresistible esperanza que acompañaba a los creyentes, la sensación que se respiraba era de que la vida de Juan Pablo II estaba llegando al final. A medida que avanzaba la tarde y llegaba la noche, el silencio era sobrecogedor.

Entre la multitud, Edith Llano, una joven colombiana, oraba debajo de los arcos de la plaza y miraba las ventanas del apartamento pontificio. "Vi la noticia en televisión y quise venir a San Pedro para rezar. Creo en Dios y amo este Papa. Tengo 30 años, crecí con él, dijo. Ha marcado el mundo y también me marcó a mí".

Con ella, centenares de periodistas, camarógrafos y fotógrafos de medios de comunicación de todo el mundo empezaron a montar guardia desde el jueves en la noche y sin descanso. Los medios europeos que todavía no habían enviado a sus reporteros, a la espera del momento definitivo, desplazaron de inmediato su gente desde la mañana del viernes. Durante la ansiosa espera del día dirigieron con insistencia sus miradas y sus teleobjetivos hacia la Puerta de Bronce. Allí podría darse una de las señales que esperaban sobre la muerte del Pontífice: la puerta, ubicada en el lado derecho de la Basílica, da acceso al Palacio Apostólico y es cerrada antes del horario previsto si el obispo de Roma y Vicario de Cristo deja de existir durante el día. Sin embargo, la puerta se cerró sólo al atardecer, como de costumbre.

Con las primeras noticias sobre la gravedad del Papa, los cardenales del Sacro Colegio Cardenalicio comenzaron a llegar a Roma y al Vaticano. La residencia Santa Marta que los hospedará durante todo el período del cónclave es un edificio recientemente restaurado -situado en el interior de la ciudad-Estado- y equivalente a un hotel tres estrellas. La idea fue de Juan Pablo II. Quería evitar las dificultades que él mismo vivió en primera persona durante el cónclave de 1978: en ese caluroso agosto 200 cardenales, la mayoría ancianos, vivieron acampados en cubículos hechos con tablas de madera. Los pocos que tenían ventanas las tenían firmemente lacradas. Esta vez, al menos, los electores podrán tener unas comodidades elementales, cuando según la tradición los cardenales se reúnan para votar en la Capilla Sixtina.