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ANIVERSARIO

¿Y del galanismo qué?

A los 15 años del magnicidio de Galán, muchas de sus banderas no tienen dolientes. O si los tienen, se quedan en la retórica

15 de agosto de 2004

Los grandes propósitos nacionales sólo serán posibles si recuperamos la dignidad del Estado, si modernizamos los partidos, si construimos una ética social y si acabamos los privilegios. Asumo la responsabilidad de esta cruzada renovadora". Estas fueron las palabras de Luis Carlos Galán el 18 de octubre de 1981, el día en que aceptó su postulación a la Presidencia de la República por el Nuevo Liberalismo.

Veintitrés años después sería difícil encontrar en el país alguien que no elogie el rechazo de Galán al clientelismo y a la politiquería, su ideal de democracia y su compromiso con la modernización de los partidos. Pero paradójicamente, a los 15 años de su magnicidio, muchas de sus banderas no tienen dolientes. O si los tienen se quedan en la retórica. En cada aniversario de su muerte, en el país se organizan foros, seminarios y homenajes en su nombre, pero de sus ideales es poco lo que se aplica.

El vacío que dejó el galanismo tiene varias razones. Unas propias de la cultura política colombiana y otras que responden a la naturaleza y a la evolución del Nuevo Liberalismo. Y es que si algún fenómeno es recurrente en la historia política colombiana, es el caudillismo. Por eso, los políticos y la gente del común tienden a definir su orientación política de acuerdo con el nombre del líder al que sienten cercanía. Así como ha habido quienes se proclaman gaviristas, pastranistas, o uribistas, también existieron quienes se consideraron en su época, fervientes galanistas.

En los 80, la figura del joven líder liberal fue fundamental para jalonar la opinión política por fuera de los partidos tradicionales. Pero después de la muerte de Galán el personalismo, que durante su carrera política fue exitoso, terminó siendo la principal causa de atomización del Nuevo Liberalismo. Sin duda, la figura de Galán fue mucho más la encarnación viva de un líder carismático que el factor cohesionador de un movimiento en torno a unos ideales políticos.

La dispersión del galanismo la reconocen hasta sus más conspicuos representantes, como el ex fiscal Alfonso Valdivieso: "Con la muerte de Galán la cohesión que se dio alrededor de nosotros desapareció. Sus enseñanzas se replicaron de acuerdo con la interpretación que cada uno le dio".

Pero si la muerte de Galán dispersó a algunos de sus colaboradores, durante el último año de su vida también hubo decisiones que afectaron la solidez de su movimiento. En 1988, Galán resolvió disolver el Nuevo Liberalismo para aspirar a la Presidencia de la República con el aval del Partido Liberal, y esto obviamente generó malestar entre el ala de los galanistas más críticos de los partidos tradicionales.

La decisión de Galán de disolver el Nuevo Liberalismo para incorporarse a las filas del partido se debió a varias razones. Primero, Galán era consciente de que para llegar a la Presidencia requería una maquinaria política sólida y con fortaleza electoral en las regiones. Segundo, sabía que el Partido Liberal era el escenario natural para hacerlo. Y tercero, el Nuevo Liberalismo se le había vuelto una especie de carga. Así lo reconoce su hermano, Antonio Galán, para quien "Luis Carlos sentía que muchos de sus miembros se aprovechaban de su imagen para obtener curules, pero no le sumaban popularidad ni contribuían a fortalecer su proyecto electoral y político. Él relevó de pensar a muchos otros".

Pero Luis Carlos Galán también entendía que volver al partido podría tener costos en los sectores de opinión y por eso puso condiciones para hacerlo. Entre ellas se encontraban la de realizar una consulta interna para elegir el candidato presidencial y la de avanzar en la construcción de una propuesta para convocar una asamblea constitucional. El entonces ministro de Gobierno del presidente Barco, César Gaviria, medió en este acercamiento y fue en ese momento cuando empezaron a fortalecerse los vínculos entre los dos.

Cuando Gaviria llegó a la Presidencia, después de que Juan Manuel Galán le encomendó, en el sepelio de su padre, las banderas del galanismo, promovió algunos de los proyectos centrales de Galán. Entre ellos, la internacionalización del país mediante un proceso de apertura económica y el impulso decidido a la realización de la Constituyente. Pero mientras tanto, las bases sociales y políticas del galanismo se dispersaban. El paso del tiempo demostraba que, aun cuando el caudillo se había convertido en mártir, el galanismo sin Galán no era nada más que una constelación de ideales políticos.

Con lo que hizo en vida, Galán le dejó importantes lecciones a la política colombiana. Con su convicción de que en la política importan más las ideas que los partidos y con la fuerza que adquirió al liderar un movimiento suprapartidista como el Nuevo Liberalismo, en el país se dio inicio al fenómeno que hoy se conoce como 'voto de opinión'. Pero con su muerte, muchos de sus ideales quedaron en el limbo. A los pocos años del magnicidio, algunos de sus colaboradores terminaron matriculados en líneas políticas contradictorias con los "ideales galanistas". Otros incluso terminaron inmersos en escándalos de clientelismo y corrupción .

Y es que, en consecuencia con el caudillismo, en Colombia se repite la tendencia de enaltecer las ideas de los líderes políticos cuando están muertos y, preferiblemente, cuando han sido asesinados. Este no ha sido sólo el caso de Luis Carlos Galán, sino también el de Jorge Eliécer Gaitán, el de Carlos Pizarro, de Rodrigo Lara Bonilla y de muchos otros. Lo criticable no es valorar las ideas de las víctimas, sino no comprometerse con la realización de los ideales que las mayorías dicen admirar.

Un ejemplo de cómo muchas de las propuestas de Galán que se exaltan no han trascendido lo refleja la realidad del Partido Liberal. Esta colectividad, que por definición debería ser la fuerza política capaz de aplicar el ideario político de Galán, se encuentra en una de sus peores crisis. Quince años después del magnicidio del joven líder liberal, y a pesar de su visión moderna de lo que debía ser el partido, éste está anclado en el pasado, está dividido, no tiene identidad y tiene serios problemas para convocar sectores de opinión. En este sentido, las palabras de Galán fueron proféticas: "Es curioso que somos los suprapartidistas los más interesados en salvar los partidos, organizarlos, motivarlos para que tengan una interpretación distinta de sus propias responsabilidades, pero da la casualidad de que los supuestos intérpretes y fieles representantes de los partidos son los menos dispuestos a modernizarlos y transformarlos", señaló en 1982.

Hay momentos en los que la presencia de un caudillo es necesaria para romper la inercia de un país. Sin embargo, el caso de Galán y el de muchos otros deja en claro que concentrar todas las esperanzas en un individuo va en contravía de hacer cambios políticos en el largo plazo. El nuevo aniversario del magnicidio de Galán confirma la tesis de que las transformaciones de fondo no dependen sólo de la capacidad de una sociedad para volver héroes a sus muertos. Y evidencia que lo más importante es que las banderas de quienes murieron por causas que todos dicen admirar no deben quedarse sin dueño.