polémica

Visión desde las murallas

jueves 06. Diego Bautista responde las críticas que hizo Adolfo Meisel en una columna anterior en Semana.com al documento Visión Colombia 2019, por no tener en cuenta a la Costa Caribe. "No es un problema exclusivo de centralismo y cachaquería", dice el coordinador del documento, y explica por qué.

Diego Bautista*
22 de noviembre de 2005

En tono 'bejuco', don Adolfo Meisel se ha pronunciado sobre el documento visión 2019 desde la gerencia del Banco de la República en la Cartagena de huéspedes ilustres. Como colaborador en la coordinación del documento con Planeación Nacional, personalmente le agradezco que haya acogido ese trabajo desde la hoy muy envainada 'ciudad heroica', y puede estar seguro de que también acá en el altiplano se promoverá acoger algunos elementos de su apretado artículo. Finalmente, ese es el propósito de la primera versión del libro que está circulando: la discusión de una propuesta; y en aras de enriquecerla, se deberán entender las maneras en que cada cual haga la suya, así vengan con rabieta. Es posible que no se haya informado suficientemente a los ciudadanos -y entre ellos a este gran historiador económico barranquillero- que dentro del proyecto se ha previsto realizar una serie de foros en todos los departamentos, precisamente con el propósito de incorporar los aportes regionales a la visión nacional planteada en el documento lanzado en agosto. Creo que para ese ejercicio que realizará Planeación Nacional será de mucha utilidad que él y los demás colombianos participen más ampliamente sobre la base del libro ya publicado y de los nuevos documentos que profundizan en los temas sectoriales de la visión propuesta para 2019. Pero eso no llena por completo el vacío al que se ha referido el doctor Meisel. Aunque el libro reconoce la existencia no sólo de brechas regionales, sino además las diferencias entre quintiles, entre educados y no educados, las de género y las disparidades urbano-rurales, a las que además se les plantean metas concretas, hay que concederle que, frente a las restricciones de espacio, se pecó por insuficiencia al no incluir una caracterización más amplia de la problemática regional. Esto a pesar de contar con abundante información, amén de los estudios de ese notablato de economistas y pensadores que se nos cita en el artículo; algunos de los cuales -hay que decirlo- han tenido ya un turno de gran trascendencia al frente de las decisiones públicas. En defensa del trabajo del equipo del DNP, cuyo interés no es jugar con el lector como lo ha dicho este estudioso antropómetra, es justo señalar que muchas de las metas y acciones propuestas para el año 2010 y 2019 tienen implícito el tema regional. Miremos algunos ejemplos: la reducción de más de 100 muertes maternas a menos de 30, por cada 100.000 nacidos vivos, toma en cuenta que en Magdalena hoy se presentan 113 y en Nariño 212 muertes; la meta de bajar la tasa de deserción escolar en primaria de 7,6% de los estudiantes a 2,5%, parte de que hoy se margina el 8,7% de los niños en Córdoba y 18,9% en Caquetá. Citemos otros ejemplos: con la construcción de cinco grandes troncales de sur a norte y cuatro transversales de oriente a occidente del país (la troncal del Caribe desde río Mataje hasta Cartagena y la transversal Buenaventura-Puerto Carreño, por ejemplo) se busca no sólo la interconexión con los países vecinos y la integración comercial, sino también la conectividad y la movilidad entre las regiones; la universalización del régimen subsidiado supone también que la cobertura en seguridad social llegará, por ejemplo, al 72% de la población de Soledad (Atlántico) que hoy no está cubierta. Y así, de esa manera, el mismo espíritu y los mismos elementos subyacen en la reducción del déficit en vivienda, en acceso a Internet, etcétera, etcétera, etcétera. Pero el documento también hace referencias explícitas. No sólo se condiciona la viabilidad del conjunto de propuestas a la forma como se aborden en los próximos años las restricciones y las oportunidades del territorio privilegiado que tiene este país, sino que se incluye, por ejemplo, todo un capítulo dedicado a los mares, en el que se reconoce el abandono histórico de esa mitad del territorio colombiano, se esboza la problemática de sus municipios costeros, y se clama por recuperar y aprovechar las enormes potencialidades que para el crecimiento y el aumento de bienestar traería su incorporación a las políticas de desarrollo. Sin embargo, en su artículo de prensa el profesor Meisel es ansioso y obsesivo, dos de las medidas para la virtud en un investigador científico, pero quizá poco recomendables para un columnista de prensa con esa doble condición. En la búsqueda del Caribe, parece no haber visto que el libro trae un largo llamado a fortalecer la descentralización y a adecuar el ordenamiento territorial, temas estructurales alrededor de los cuales hubiera podido encaramar su alegato. Por el camino tomado en aquel escrito, sus planteamientos sobre el centralismo pierden el fundamento y las críticas a la tecnocracia de Planeación, que tienen el sentido para llegar hasta la azotea, no sobrepasan el lobby del edificio de la 26 con 13. Incluso de manera insólita, hasta el tema de la fecha de independencia pierde provocación académica. Hay que comprender, eso sí, que la inamovilidad de la situación de la costa Caribe podría causar enfado. Su desempeño económico parece no mejorar en el tiempo. Posiblemente, aún persistan algunas de las causas que llevaron al descenso de esa región en la segunda mitad del siglo XX y que el mismo Meisel señala impecablemente en sus trabajos de investigación: la pérdida de participación en las exportaciones, la baja inversión pública del gobierno que afectó sus redes de transporte, y la elevada tasa de crecimiento de la población. Supongamos que prevalecen. Lo que cuesta trabajo entender es cómo una región que contó entre 1994 y 2004, a pesos de hoy, con más de 35 millones de pesos para cada habitante, sin incluir las regalías, y cuyas transferencias regionales recibidas desde 1994 suman en total 29 billones de pesos, más los aportes que tradicionalmente se le asignan en el presupuesto nacional central, no haya dado señales contundentes de mejoría. Los problemas del diseño institucional y la ausencia de la llamada equidad horizontal en la descentralización territorial -temas abordados también por este economista en sus estudios- pueden explicar en parte, el porqué mientras se profundizaba en ésta, inesperadamente aumentaban las desigualdades interdepartamentales en los años 90. Pero esto parece no ser suficiente explicación para el rezago en el caso de la región Caribe. Con los recursos girados hasta 2004, por ejemplo, el departamento de Córdoba debió haber llegado al 100% en coberturas urbanas de agua y alcantarillado. Sin embargo, estos porcentajes alcanzan hoy tan sólo 63% y 29,8%, respectivamente. ¿Hasta qué punto se puede seguir aduciendo que este es un problema exclusivo de centralismo y cachaquería? Es presumible que existan fenómenos que no se han incorporado al análisis y que deberían ser objeto de reflexión interna, para lo cual tampoco habría que recurrir a teorías vanguardistas. Cada semestre, la región Caribe gradúa a cientos de profesionales en las 43 instituciones de educación superior que existen hoy en su territorio, otros tantos se educan en las universidades del centro del país y algunos en el exterior. Esta zona, además, es tierra de intelectuales de excelsa calidad, con una bancada de 23 senadores y 35 representantes en el Congreso, importante representación en el sector judicial, en las altas cortes, y hoy, en las más elevadas posiciones de los órganos fiscalizadores de la Nación, para no mencionar su participación tradicional en los gobiernos de turno. Cuando el porcentaje de pobres es de más del 58% (5,6 millones) del total de habitantes costeños, a pesar de haber recibido más de 73 millones de pesos por habitante pobre en los últimos 10 años, la preocupación no debería evitar hacerse otras preguntas. Ignoro si para encontrar respuestas haya que seguir llevando al país político cachaco a tertuliar en guayabera a Barranquilla, o a los medios bogotanos y a las más representativas autoridades del gobierno central a cuidar las votaciones en Cartagena. No soy quién. Lo que si se prevé por ahora es que desde este año, al 2019, la región Caribe habrá recibido, sólo por concepto de transferencias regionales, más de 77 billones de pesos de hoy, sin contar con las regalías, el presupuesto nacional y los recursos propios a los que la conduzcan las acciones adecuadas. A esta altura, es bueno decir que si: debió haberse profundizado más en la caracterización de las disparidades regionales, las cuales no solamente se manifiestan en los indicadores de la región Caribe. La exclusión de algunas de esas temáticas seguramente se subsanará en el proceso de discusión regional que ya se ha iniciado, y al cual deberán incorporarse nuevos elementos que respondan a la evolución institucional de años recientes. En 2021, cuando se celebren 200 años de la salida de los últimos soldados españoles de Cartagena, o en 2024, en el bicentenario de la muerte de Agualongo en Popayán, la región Caribe y las otras regiones de Colombia, deberán estar satisfechas de los resultados conseguidos en ese trayecto y de haber encontrado buenas respuestas a buenas preguntas. El doctor Adolfo Meisel es un investigador acreditado por sus trabajos. Sus estudios sobre convergencia regional en Colombia serán de mucha utilidad para Planeación Nacional durante la discusión del documento. Sus trabajos, que incluyen propuestas sobre un fondo de compensación para reducir las iniquidades, van de la mano con lo ya planteado en el libro 2019, y habrá que profundizar sobre ellas. Por esas y más razones, tenerlo en cuenta cuando aporte, es sin duda una de las formas de incorporar rápidamente las contribuciones teóricas válidas a la práctica pública. *Consultor para el DNP, coordinador general del documento Visión Colombia Segundo Centenario 2019. Sus opiniones no comprometen a ningún mimbro del DNP y del proyecto

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