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Las motivaciones de los hackers de Ashley Madison

En diferentes comunicaciones los piratas informáticos que robaron los datos secretos del portal de citas aseguran que su único objetivo es la preservación de los valores. ¿Son hackers éticos?

31 de agosto de 2015

El mundo sigue revolucionado por la información que fue sustraída del portal de citas secretas Ashley Madison. La información, que rueda como una bola de nieve por internet, destruyó matrimonios, dejó sin empleo a cientos de personas y en algunos países produjo amenazas de muerte contra usuarios que viven en países donde el homosexualismo es un delito.

Ashley Madison resultó ser la punta de iceberg que demostró la fragilidad del concepto de privacidad en esta era hiperconectada. Como cualquier ataque terrorista, un grupo denominado "The Impact Team" se atribuyó el gigantesco robo de información y entregó en diferentes comunicaciones las razones por las que publicó los datos que sustrajo.

Sorpresivamente la motivación no es económica. Ni siquiera lo hicieron por traficar con los datos, una modalidad delictiva que se propaga sin control en el mundo. Según las declaraciones que compartieron, “la razón del ataque es ética”.  Sí, los delincuentes que están detrás de uno de los mayores robos de la historia de la informática buscaron dar una lección. Una lección de valores familiares.

El hacker o hackers, aún no se ha establecido, publicaron un manifiesto donde acusan a Avid Life Media –la empresa matriz de Ashley Madison- de mentir a sus clientes sobre un servicio de 19 dólares que promete eliminar toda su información personal de sus bases de datos, diciendo que "esa información en realidad no se va", agregó el experto en informática.

Sólo por este rubro la empresa ALM ganó 1,7 millones de dólares en el 2014. Ese año el lucro total fue de 115 millones de dólares. En el manifiesto, los hackers dijeron que si Avid Life no deja inactivos los sitios Ashley Madison y Established Men, difundirían toda la información de la empresa. En cuestión de días lo hicieron.

“Lo merecen por ser unos ‘sucios infieles’”, expresaron el o los atacantes. De fondo, el Impact Team quería exponer a esos hombres y mujeres que enviaban fotos de alto calibre “por ir en contra de los valores familiares que deberían regir el mundo”. Además, querían demostrar que la compañía matriz engañaba a sus usuarios y “promovía la promiscuidad en el mundo”.

La actuación del Impact Team abrió un interesante debate entre la corriente de los moralistas y aquellos usuarios que ponen el valor de la privacidad por encima de todo. Por un lado, están aquellos sociólogos y educadores que califican el robo de información como “justo y necesario”, porque internet no exime a nadie de cumplir “los valores familiares”.

El portal web Hipertextual hizo un juicioso análisis sobre el tema. Los expertos del portal señalaron que “la ética detrás del hackeo parece hallarse peligrosamente cerca a la defendida por los paladines de la vigilancia masiva: si tienes algo que ocultar, no deberías estar haciéndolo”. Una lógica muy utilizada por los gigantes de internet como Google y Facebook.

En la otra orilla de este choque de trenes están aquellos que defienden por encima de todo el derecho a la privacidad. En los últimos días, varios expertos han señalado que ningún motivo es suficiente para exponer los gustos, preferencias o decisiones que toma una persona, así sea en internet.

La corriente defensora de la privacidad y el buen nombre esgrime un argumento más que válido: el impacto que ha tenido en la vida de las víctimas “es inconmensurable”. De hecho, ya se registraron dos suicidios aparentemente relacionados con este robo. Y no sólo eso, miles de familias están en limbo porque alguno de sus miembros utilizaba el portal.

La experta venezolana Marianne Díaz Hernández entregó una conclusión atinada al debate: “la energía de un hacker ético y su deseo por quebrantar las leyes en búsqueda de mayor transparencia podría estar mucho mejor invertida en develar secretos de corrupción o financiamiento de campañas que en hacer públicas las preferencias sexuales y decisiones íntimas de cualquier persona, máxime las de 37 millones de personas”.