Para la NASA, la Luna es la parada obligada en la ruta a Marte. Por eso el programa Constellation contempla esta base lunar

Ciencia

2020: odisea del espacio

Una base espacial en la luna, una misión tripulada a Marte y hasta un hotel en la órbita de la Tierra hacen parte de los proyectos de la nueva carrera espacial.

6 de octubre de 2007

El 4 de octubre de 1957 la Unión Soviética lanzó el Sputnik, el primer satélite artificial que orbitó la tierra. De tamaño un poco mayor al de una pelota de básquet, y un peso de 91 kilogramos, el aparato logró no sólo darle la vuelta al planeta en apenas 98 minutos, sino abrir una era de desarrollo militar, tecnológico y científico que llevó en 1969 al hombre a la Luna. La competencia entre Estados Unidos y la Unión Soviética por la supremacía militar y tecnológica facilitó las cosas y el Sputnik fue el combustible que aceleró la conquista del espacio. En la mente de los líderes del momento, ya sumergidas en la dinámica de la Guerra Fría, el temor era que con los mismos desarrollos que les permitían enviar naves al espacio el enemigo pudiera también mandar misiles contra el otro. De esta forma, ninguno podía quedarse atrás.

Hoy, luego de más de una década de que la Unión Soviética desapareció, el sueño de volver a posar el pie sobre el satélite natural sigue rondando la cabeza de los terrícolas. La semana pasada, cuando se celebraron los 50 años del inicio de la era espacial a raíz del lanzamiento del Sputnik, y luego de más de 30 de que la última misión Apolo llegara a la luna, se develaron muchos de estos programas.

China es el contendor más visible de Estados Unidos en la nueva carrera al espacio. En 2003 envió a un hombre, el coronel Yang Liwei, a bordo del Shenzou V, nave que orbitó la Tierra, con lo que ese país se convirtió en el tercero en enviar misiones tripuladas al espacio. En 2005, el Shenzhou VI repitió la hazaña y se espera que en 2008 los primeros chinos hagan una caminata espacial. En 2004 el gobierno chino aprobó el programa de exploración de la orbita de la luna, que se bautizó con el nombre de Chang'e y que consta de tres fases: la primera es enviar un satélite a la órbita de la Luna. La segunda, que se llevaría a cabo entre 2007 y 2012, tendría como objetivo el alunizaje y el paseo del robot y de un módulo. En el siguiente viaje, otro módulo recogería muestras del suelo lunar y las traería de regreso. El año pasado se inició la construcción del satélite Chang'e-1 y su cohete. Según la revista China Hoy, se calcula que de 2020 a 2025 el país estaría en capacidad de enviar una misión tripulada a la luna, requisito previo para posteriormente establecer allí una base permanente.

Si bien China se encontraría en el equivalente de la etapa Gemini del programa espacial estadounidense, que a comienzos de los años 60 sirvió como preparación de los astronautas para la misión Apolo, todo el proyecto ha preocupado a los otros países en la contienda, pues significaría que en cuestión de una década larga los chinos tendrían una estación en la Luna. Por eso, Estados Unidos, que ha liderado por 35 años la conquista del espacio, lanzó hace tres años su Visión para la Exploración Espacial, una iniciativa en la cual ese país se compromete a terminar de armar la estación espacial, retirar los transbordadores del servicio y a construir una serie de nuevos vehículos que les permitan explorar el sistema solar. Fruto de ese compromiso es el programa Constelación, un esfuerzo ambicioso y costoso para construir un sistema de transporte espacial que permita enviar y devolver misiones tripuladas a la luna, reabastecer la estación espacial y, en un futuro, llevar humanos a Marte.

India está desarrollando un programa espacial que pondría a más tardar en 2014 a astronautas indios en la órbita de la Tierra. Europa y Japón, que permanentemente envían astronautas a la Estación Espacial Internacional, también cuentan con programas espaciales avanzados que eventualmente podrían apuntar a seguir los pasos de China y Estados Unidos. No se descarta que Rusia, el antiguo rival de Estados Unidos en estas lidias, estaría de nuevo interesado en la exploración del espacio, ahora que los petrodólares provenientes de sus reservas de gas y petróleo le han dado el poder de reposicionarse como un actor importante en el concierto internacional.

Cualquiera imaginaría que con los avances tecnológicos, las nuevas naves para explorar el sistema solar van a tener diseños sofisticados. Pero los modelos que ha presentado la Nasa para su proyecto son cohetes y módulos que tienen un estilo retro, muy parecidos a los de los años 60. Incluso el mecanismo para llegar a la Luna es el mismo del pasado y consiste en aprovechar la atracción que existe entre el planeta y el satélite para impulsarse y alcanzar el destino. Pero si bien en la superficie parece no haber cambios significativos, en su interior todos los procesos contarán con la más avanzada tecnología de comunicación, para hacer los viajes mucho más seguros. En el caso de Estados Unidos, las naves Ares y Orión se basan en el diseño del Apolo, el cual ha probado ser el más exitoso para el regreso de la nave a la atmósfera terrestre, especialmente cuando viene de la Luna. Pero es más grande. El Orión, vehículo para transportar a la tripulación exploradora, tendrá espacio para cuatro astronautas en una cabina presurizada de 20 metros cúbicos, el doble de la del Apolo. Y también son más seguras. En caso de peligro en el momento del despegue, un cohete poderoso liberará de los tanques propulsores la cápsula espacial con la tripulación, una medida tomada después de los desastres del Columbia y el Challenger.

Pese a que los ánimos parecen encendidos, muchos expertos creen que la euforia puede pasar en unos cuantos años, pues sin el telón de fondo de la Guerra Fría que promovía la competencia entre los países, la urgencia de explorar el sistema solar pasaría a un segundo plano. Especialmente si se tiene en cuenta que un programa de estos costaría alrededor de 217.000 millones de dólares. "Sputnik fue el que nos hizo ver lo que la Unión Soviética estaba tramando", dijo el astronauta Harrison H. Schmitt al New York Times. "No sé qué será lo que nos abra los ojos esta vez". Podría ser la competencia entre los nuevos actores internacionales.

Como lo dijo Michael Grifith, administrador de la Nasa, en un documento disponible en el portal oficial de la agencia, "otros países van a explorar el cosmos, independientemente de que Estados Unidos lo haga o no. Y esos van a ser las grandes naciones de la Tierra en los años y las centurias por venir". Pero también es posible que se necesite algo más que voluntad política: dinero. Y la empresa privada será crucial en esta nueva etapa. Ya se ven iniciativas por parte de multimillonarios, no sólo con su constante interés de promocionar el turismo espacial, sino fomentando la competencia. Un ejemplo concreto fue el premio X, que otorgaba una suma millonaria a quien diseñara una pequeña nave capaz de ir al espacio. El ganador fue el SpaceShipOne, patrocinado por Paul Allen, fundador de Microsoft. Jeff Bezos, el creador de Amazon.com tiene un laboratorio en Texas donde trabajan para desarrollar cohetes, y Robert Bigelow, un magnate hotelero, esta desarrollando un hotel en la órbita de la Tierra (ver recuadro). Peter Diamandis, fundador del Premio X, dice que los próximos millonarios serán hechos en el espacio gracias a los minerales y combustibles que se podrán extraer de los planetas vecinos.

También hay que tener en cuenta que el programa de hoy es más ambicioso. No se trata solamente de orbitar la Luna y descender por un par de días a su superficie, sino de establecer bases permanentes. Uno de los retos para esta etapa es evitar la radiación solar a la que estarían expuestos los astronautas, lo cual hace pensar en trajes mucho más sofisticados que protejan contra estos rayos y también contra el polvo lunar, definido por la revista National Geographic como una mezcla microscópica de vidrio molido y roca que obstaculizaba la movilidad de los astronautas del Apolo. Oxígeno, agua y combustible son otras de las variables que se deben tener en cuenta. También hay que contemplar qué hacer con la temperatura del lugar: menos 151 grados centígrados. Incluso, médicos y sicólogos estudian las posibles consecuencias de vivir por largas temporadas fuera de la atmósfera. El Earth out of View (la tierra fuera de vista) es un fenómeno que interesa a Nick Kanas, de la Universidad de California, quien busca explorar las consecuencias que tendría en el comportamiento del ser humano el hecho de ver la Tierra, el planeta hogar, como un pequeño astro en el firmamento, tal y como hoy los humanos ven la Luna. Es cierto que las misiones no tripuladas son más seguras y menos costosas, pues no requieren inversiones en todas estas cuestiones y al mismo tiempo han sido exitosas en la exploración del espacio. La sonda Cassini, por ejemplo, que despegó en 1977, desde entonces ha estado tomando fotos espectaculares de Venus, la Tierra y Júpiter a un costo 3.400 millones de dólares. Un solo viaje del trasbordador de dos semanas, según el periodista científico Guy Gugliotta, costaba en 2002, 1.000 millones de dólares. No obstante, la presencia del ser humano en la exploración marca una diferencia notable para sacarle más provecho a una misión de estas. Tal vez por ello, el hombre debe regresar a la Luna, pues ese lugar representa un laboratorio excelente para conocer cómo se adaptaría en este ambiente, y lo prepararía para la siguiente etapa, que es llegar a Marte.

Es posible que no haya competencia política o militar para lograr estos nuevos objetivos en los próximos 50 años. Tal vez sólo sea el eterno deseo de exploración del hombre el que lo lleve a aventurarse en su desconocido vecindario.