BEST-SELLERS DEL OCIO

Un pulpo y una araña gelatinosos causan furor entre los niños colombianos

28 de noviembre de 1983

Pertenecen al género de los "seamonkies", que entrando en contacto con el agua cobraban mágicamente vida; y al del "cubo de Rubik", que desafiaba descaradamente el ingenio. Son el pulpo y la araña, gelatinosos engendros que constituyen en la actualidad un nuevo capítulo de los llamados "best-sellers" del ocio, y que por el valor de cien pesos se consiguen en las tiendas ambulantes y supermercados del país.
Nacieron en el Japón con el nombre de "Toko". Pero más gráfico resulta la forma como están siendo comercializados en EE.UU., (sin ayuda de publicidad alguna ya se han vendido en este país más de 10 millones de ejemplares), donde se les conoce con el nombre de Walky Wallwalker. El nombre alude a la conformación gelatinosa y un tanto repulsiva de este animalejo que, arrojado con fuerza sobre un vidrio o una pared, se desliza perezosamente hacia abajo con ayuda de sus ocho patas, que van desprendiéndose de una superficie bajo el ritmo que caprichosamente les dicta su pegajosa consistencia.
El pulpo y la araña han causado verdadero furor entre la población infantil colombiana, sin que esto signifique que los mayores quedan excluidos de la fiebre que el dichoso juguetico japonés viene produciendo a todo lo largo y ancho del planeta.
Así, mientras los pequeños se divierten simplemente observando sus disímiles contracciones, los grandes han llegado a inventarles complicadas teorías filosóficas, como aquella que ve en los sinuosos animales la tipica impredecibilidad comercial nipona: el pulpor y la araña jamás siguen el mismo patrón de movimiento en su ruta de descenso. Y mientras que en ocasiones parecen detenerse, dubitativos, como si le hubiesen entregado la suerte de su próximo paso al destino, en otras, en cambio, se comprometen con un frenético ritual de movimientos, dos actitudes que caracterizan, coincidencialmente, la historia del desarrollo industrial japonés de la postguerra. En EE.UU. se les ha tomado tan en serio, que están siendo vendidos con el lema de que se trata de un juguete "que le pone humor a la recesión". Y ha sido tan exitoso el resultado, que ya se está planeando la organización de una auténtica olimpiada de pulpos y arañas, en la que competirían por lo menos cinco mil ejemplares. Pero quizás el más osado proyecto es el de construír, del mismo pegajoso material, un gigantesco "KingKong" que descienda por las paredes del Empire State Building, ante el asombro de los desprevenidos espectadores...
Sin embargo, y como sucedió en su momento con el famoso "cubo de Rubik", el pulpo y la araña ya comienzan a ser hábilmente falsificados por medio de imitaciones procedentes de Taiwan. Están hechas con moldes semejantes pero con plástico más ordinario, de manera que si la producción de los originales sale costando alrededor de 20 centavos de dólar, las falsificaciones resultan aún más económicas. El problema es que mientras los juguetes auténticos, cuando pierden su adherencia, sólo necesitan ser lavados con agua y con jabón para recuperarla, las imitaciones no: paulatinamente van perdiendo consistencia, hasta que llega el día en el que prefieren, en lugar de descender despaciosamente por una superficie, lanzarse automáticamente al vacío en un gesto francamente suicida. ¿Es acaso posible imaginar una situación más frustrante? -