sicología

Borrón y cuenta nueva

Una década de estudios científicos sobre el tema encontraron que perdonar ayuda a mantener la mente y el cuerpo sanos.

17 de octubre de 2004

En un mundo tan convulsionado como el de hoy el tema del perdón está en boca de todos. Lo curioso es que quienes están tomando la palabra al respecto no son los religiosos, como era de esperarse, sino los científicos. El tema ha alcanzado respeto en la academia y se ha convertido en objeto de investigación de sicólogos, siquiatras, educadores, trabajadores sociales, desde finales del siglo XX. Actualmente existen más de 30 proyectos sobre el beneficio del perdón en universidades tan prestigiosas como Stanford, Princeton y la de Massachussetts.

De acuerdo con las recientes investigaciones ser indulgente no sólo sirve para ganar puntos en el reino de los cielos sino también para gozar de buena salud en la vida terrenal. En forma consistente los estudios han demostrado que perdonar a los que nos ofenden, como reza el Padrenuestro, reduce la depresión, la rabia y el estrés e incrementa la esperanza, el optimismo y la compasión. "Hemos visto además reducción en la presión arterial, la tensión muscular, los problemas estomacales y de ansiedad", dijo a SEMANA Frederic Luskin, director del Proyecto Perdón de la Universidad de Stanford.

Según una investigación realizada por Everett Worthington, director ejecutivo de A Campaign for Forgiveness Research de la Universidad de Virginia, quienes recuerdan un hecho doloroso en su vida con amargura, tristeza, resentimiento y principalmente deseo de venganza aumentan sus niveles de una sustancia llamada cortisol, conocida como la hormona del estrés. "Esta situación los pone en riesgo de enfermedades cardiovasculares y desórdenes del sistema inmunológico", dijo el experto a esta revista.

Aplicar esta capacidad ha sido visto como un acto de generosidad en el que una persona ofendida por la otra se engrandece al perdonar a su agresor. Pero a la luz de los nuevos hallazgos científicos algunos expertos lo ven como un acto práctico, pues quien se beneficia es la persona que sufre internamente y no ha podido superar el daño causado por el otro. "En cierto modo, la cosa mas egoísta que alguien puede hacer por sí mismo es perdonar a los demás", dijo en un informe -que sobre el tema publicó la revista Newsweek- Dean Ornish, un médico e investigador de medicina preventiva. Así, el perdón adquiere una connotación diferente. No significa que la víctima se siente a tomar café con el agresor, le dé un apretón de mano y se vuelva su amigo, ni tampoco supone sufrir de amnesia y olvidar o justificar el daño causado. "Implica que uno pueda recordar y sentir el dolor de la pérdida pero sin tener esos deseos de venganza", explicó a SEMANA el padre Alirio López, una de las personas que más ha trabajado el tema en Colombia.

Los expertos también han visto que no puede desconocerse que el odio y la rabia son sentimientos universales valiosos porque son indicadores de los límites de cada quien. El problema surge cuando se quedan viviendo dentro de la persona. El perdón puede ser una cura en estas circunstancias, pero desafortunadamente muchos no tienen la habilidad para aplicarlo a sí mismos, es decir, aprender a perdonarse, y mucho menos a los demás. Por eso Luskin diseñó un método de nueve pasos (ver recuadro) y lo aplicó en 260 personas que creían imposible llegar a perdonar. Básicamente consiste en tomar en forma menos personal la ofensas, reducir la rabia, dejar de descargar toda la culpabilidad en el otro, ponerse en los zapatos del agresor y entender las situaciones que llevan a alguien a sentirse herido. Luego del entrenamiento los pacientes lograron perdonar y de ñapa experimentaron un alivio en muchos síntomas físicos como dolores de espalda, de cabeza y molestias estomacales. Su investigación propone además formas de prevenir la rabia y el odio en las situaciones cotidianas con técnicas muy sencillas como, por ejemplo, dejar de creer que el mundo es perfecto. "La vida nos pone curvas y debemos estar preparados para manejarlas. La arrogancia nos enferma", dice Luskin.

Perdonar suena fácil cuando se trata de ofensas menores: dejar plantado a alguien, insultar, olvidar el cumpleaños del mejor amigo e incluso causar un accidente involuntario. Pero el tema se vuelve más complejo cuando se trata de heridas más profundas como el asesinato de un ser querido, una violación, un acto de infidelidad. Aún más difícil es el perdón social, el que se logra en una comunidad en conflicto. A pesar de ello las experiencias han arrojado resultados prometedores. Ervin Staub, de la Universidad de Massachussets realizó en 2000 un proyecto para conocer los alcances del perdón en la reconciliación en Ruanda y encontró que los grupos que habían tenido asesoría -básicamente conferencias y discusiones sobre violencia y perdón- se mostraron mucho más abiertos a la posibilidad de reconciliación que quienes no la tuvieron.

Sin embargo, el trabajo tiene sus límites. "Funciona cuando es individual o se hace en pequeños grupos", dice Luskin, quien ha aplicado su trabajo con madres de Irlanda del Norte. "Sanar un país es mucho más complejo", dice Worthington, y explica que en el perdón dentro de un grupo social los problemas se multiplican pues no sólo se debe considerar la experiencia individual sino además, las colectivas. Puede suceder que algunos estén listos para perdonar al enemigo pero otros no, y eso puede impedir la sanación de un país, como es el caso de Estados Unidos y las víctimas del 11 de septiembre o incluso el de una nación en conflicto como Colombia.

Robert Enright, director del International Forgiveness Institute piensa que los mejores resultados se dan en los niños. El sicólogo ha pasado los últimos dos años trabajando con escolares de Belfast, Irlanda del Norte, y ha encontrado que cuando aprenden a hacerlo logran reducir su rabia. "Los más resentidos de quienes asisten al programa logran calmar su odio y reducir su depresión, comparados con quienes son muy resentidos pero no tienen esta asesoría", dijo el experto.

Los investigadores han detectado que el perdón requiere cierto proceso personal, el cual varía dependiendo del carácter y de la herida (ver recuadro). Además han descubierto que para perdonar son necesarias ciertas condiciones. Una de ellas es que la ofensa haya cesado, pues no se puede perdonar a nadie en medio de una pelea o un conflicto. También se necesita buscar otros elementos que van de la mano del perdón como la justicia, pues mientras menos reparación del daño se dé es más difícil la indulgencia.

Según el sacerdote López, la cultura del perdón no se ha entendido en Colombia y por eso muchos lo hacen de labios para afuera, pero en el fondo siguen guardando resentimientos. "Todavía nos falta el perdón grande", dice. El proceso según López debe ser mucho más profundo y personal. No se trata de cantarlo a los cuatro vientos sino de liberarse en su interior de ese odio y seguir adelante. Su experiencia con pandilleros y barras bravas muestra que el perdón es posible a pesar de que en algunos casos la reacción de las víctima es la venganza. "Destruyen su vida imaginando cómo derramar más sangre".

Nelson Mandela dijo en alguna ocasión que el odio era "un veneno que la víctima se tomaba esperando la muerte del agresor". La propuesta de la nueva ciencia del perdón es que no hay mejor revancha para la agresión que llevar una vida feliz.

Frederic Luskin, director del Proyecto Perdón de la Universidad de Stanford le respondió algunas preguntas a Silvia Camargo, editora de Vida Moderna y autora del artículo de 'Borrón y cuenta nueva'. Léalas en inglés