Claudia recibió varios diagnósticos e incluso, fisioterapia antes de saber que tenía cáncer de pulmón. | Foto: Cortesía.

TESTIMONIO

“Nunca fumé, pero me apareció un cáncer de pulmón”

La conmovedora historia de Claudia Angarita y su lucha por ganarle tiempo a la vida a pesar de un raro cáncer.

14 de noviembre de 2013

En 2010, Claudia sintió un dolor intenso entre las costillas, pero no le prestó atención. “Otro día me volteé para apagar el despertador y sentí un dolor insoportable, como si me hubieran metido un palo de escoba entre las costillas”. La mujer y su médico pensaron que era un problema muscular, tal vez escoliosis, por lo cual recibió fisioterapia, pero en vez de mejorar, cada sesión de ejercicios le traía más dolor.

“La misma fisioterapeuta se dio cuenta de que en las radiografías aparecía un borroncito en las costillas”, relata. “Fui donde muchos médicos: internista, ortopedista, otro ortopedista de columna. Incluso fui donde un quiropráctico y un sobandero que me caminó por encima. Pero nada”, cuenta la madre de dos adolescentes.

El ortopedista de columna sugirió descartar un tumor en los huesos y ordenó una resonancia magnética. "Al ver los resultados, la radióloga me preguntó: '¿Hace cuánto fuma?'. Y luego, mirando a mi esposo: '¿O es usted el que fuma?'".

En 38 años, Claudia no conocía el sabor de un cigarrillo, ni siquiera fue fumadora pasiva. “Todo lo contrario. (Mi esposo) fue deportista”, comenta esta diseñadora gráfica, nacida en Ibagué.

El mayor asesino

El de pulmón se convirtió en la primera causa de muerte por cáncer en el mundo, mientras en Colombia es la tercera en hombres y la cuarta en mujeres. Doce colombianos mueren diariamente por esta enfermedad. El cigarrillo es la causa más frecuente de este tumor y, según la Fundación Neumológica Colombiana, uno de cada diez fumadores lo desarrolla.

En nuestro medio, además de los antecedentes familiares, el tabaquismo y la exposición a químicos como el asbesto, la inhalación del humo de leña –sobre todo al cocinar, en especial en generaciones pasadas-, es otra causa de este tumor.

A pesar de ser una enfermedad que se diagnostica con frecuencia, el cáncer de Claudia tiene varias particularidades, entre ellas que sólo dos personas en el país reciben tratamiento para él. Esta enfermedad, además de ser más frecuente en hombres y fumadores, suele afectar a personas entre los 60 y 70 años y sólo el 10 % de los casos se da en personas menores.

Los exámenes revelaron que Claudia tenía agua y aire en un pulmón, condiciones conocidas como derrame pleural y neumotórax. Entre las causas posibles están las infecciones, una enfermedad autoinmune, o tuberculosis.

“El neumólogo ordenó mi hospitalización y nuevos exámenes: una gammagrafía ósea, fibrobroncoscopia, PET scan, toracentesis”, Claudia enumera con una familiaridad clínica los exámenes altamente especializados para estudiar el contenido del líquido en el pulmón y descartar que el cáncer no se hubiera diseminado a los huesos.

“El jueves 28 de julio de 2010 supe mi diagnóstico: cáncer pulmonar… Ya sé que este potro en el que me monté es cáncer; ahora, a domarlo”, recuerda.

“Cuando se tiene cáncer, uno intenta pensar que el tiempo no existe. Es como completar un álbum de monas e intentar gozar al máximo el hecho de conseguir una nueva. Dejar de pelear por pendejadas, dejar de perder el tiempo”, dice.

El camino hacia la recuperación


Al oncólogo de Claudia le extrañó su caso: no tenía dificultad para respirar a pesar de las alteraciones que mostraban sus exámenes, nunca fumó y tenía menos de 40 años. Aun así, recibió todo el tratamiento que requería su caso: una sesión de quimioterapia cada tres semanas hasta completar las seis y otros tratamientos de última tecnología.

“En noviembre supimos que mi cáncer era muy particular. Yo era portadora del gen de fusión ALK, y daba la casualidad de que un laboratorio farmacéutico de Estados Unidos acababa de aprobar un medicamento de precisión justamente para ese tipo de cáncer”, explica.

Debido a que el medicamento no está aprobado en el país, Clauda debió tramitar su importación ante el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima).

“Fue una aventura traerlo, acelerar los procesos en el laboratorio, lograr que mi seguro médico me lo costeara… Pero, como dice mi esposo, ‘vida no hay sino una y hay que cuidarla’”, dice.

“Las primeras dosis fueron difíciles, las vomité. Pero pronto los síntomas desaparecieron, la tos pasó y mi resistencia física comenzó a aumentar”. Claudia cuenta que mejoró tanto con el tratamiento, que le puso el nombre del fármaco a su nuevo perro. “Al fin y al cabo, sin el medicamento no hubiera habido mascota”.

Claudia confiesa que cuando inició los medicamentos no sospechaba que cumpliera los 40 años. “Le debo 19 meses de vida. Ojalá nuestro sistema de salud no sea indolente con las personas con cáncer y tenga en cuenta que una persona incapacitada es mucho más costosa para el sistema que una persona el tratamiento adecuado. Me tocó esta lotería. Pero voy a seguir luchando”.