CHIN-CHIN

En los últimos 5 años, la aburrida Bogotá se ha convertido en una ciudad de bares

28 de septiembre de 1987

Hasta hace pocos años sólo existía el "Chispas", o por lo menos ese era el nombre que primero afloraba a los labios de la gente cuando pensaba en un bar. Ahora parece que Bogotá se está convirtiendo en una ciudad de bares. Una mirada a sitios como la calle 82, una noche de viernes, daría la impresión de que se está celebrando un inusitado carnaval en la capital: cuadras enteras de carros parqueados y transeúntes entrando y saliendo de estos lugares donde se escucha rock duro, jazz latino, samba brasilera y hasta al cubano Silvio Rodríguez.
Se calcula que en Bogotá existen entre 30 y 50 bares abiertos en los últimos 5 años. La actividad puede ser muy rentable, pero como en la mayoría de los negocios, la plata grande está reservada para unos pocos. Para instalar un bar no existe un presupuesto-tipo, pues todo depende de lo que se le quiera meter. "Un bar se monta con 30 millones o con 3", dijo a SEMANA un experto en este tipo de establecimientos. Quizá el montaje más costoso ha sido el del Lloyd's Pub, cuyos 30 socios invirtieron 36 millones de pesos.
Nadie duda de que se puede tratar de un gran negocio. No es sino calcular que el costo promedio de una botella de whisky Johnnie Walker Sello Negro, por ejemplo, es de 4.500 pesos ($6 mil estampilla, $3 mil no estampilla); que una botella tiene 20 tragos a un precio de 600 pesos cada uno, lo cual daría un total de $12 mil que representa 167% de ganancia por botella, para dejarse tentar. Obviamente, las cuentas no son tan alegres, y en el momento de la verdad, aun descontando los costos de administración, mantenimiento y otros gastos de funcionamiento, se calcula que un bar bien manejado se gana el 40% por trago.
Un bar en el norte no vende meno de 100 mil pesos al día, y aunque ninguno de los propietarios interrogado quizo hablar de utilidades, SEMANA ha podido establecer que "es norma ganarse entre 800 mil y 1 millón de pesos al mes". A pesar de que se cierran dos o tres bares al año, cada día aparece un nuevo candidato dispuesto a embarcarse en la productiva empresa.
Estas cifras explican también la proliferación de los bares, aunque muchos sospechan que se trata de un boom efímero, como todas las modas. Pero por ahora, basta una mirada a aquellas zonas de congestión, como la calle 82 de Bogotá, para darse cuenta de lo "in" que están estos lugares de nombres sofisticados y cocteles estrambóticos.
Pero, ¿qué explicación tiene que Bogotá, que era una de las ciudades más aburridas del mundo hasta hace poco tiempo, se esté convirtiendo en el "paraíso" nocturno que se siente hoy en el norte? En primer lugar, el desplazamiento masivo de oficinas del sur al norte. Al convertirse el Antiguo Country, El Lago y la Avenida Chile en centro de trabajo, el mundo ejecutivo comenzó a crear su propia demanda de lugares amenos donde los negocios se cierran con una botella de whisky. Sitios como La Mirage, The Den o The Lloyd's Pub responden a estas exigencias. Por otro lado la juventud, como en otras partes del mundo, está buscando sitios donde pueda oír música rock estruendosa sin tener que bailar. Allí, estos jóvenes entre 17 y 23 años pueden también admirar a los ídolos del momento en las pantallas gigantes que complementan la parafernalia de los bares para ellos, o sentarse alrededor de las fogatas que arden a la entrada.
A esto habría que agregar las motivaciones tradicionales como una voladita con la "amiga" para los mayores y la oportunidad de conocer un "churro" para los jóvenes. Lo que si no hay todavía, a diferencia de Estados Unidos y Europa es el single's bar, es decir, un bar al que un adulto va a levantarse a una adulta y viceversa. Y aunque a Colombia todas las modas llegan tarde, sobre ésta no hay que hacerse muchas ilusiones... por aquello del amor en los tiempos del SIDA.
A medida que la competencia aumenta, cada bar trata de inventarse un "gancho" para diferenciarse de los otros. En un principio fue el vino caliente, aperitivo que sumado a una exótica gama de cocteles, fue fundamental para el éxito de los nuevos bares que se han ido tomando la capital del país. Luego se fueron buscando cocteles más y más sofisticados, cuyos solos nombres ilustran la imaginación que hay que meterle al asunto.
Por un precio que oscila entre 500 y 700 pesos, el catador puede ordenar bebidas tan sugestivas como "Sueño erótico", "Dama ardiente", "Luna de miel" y "Noche turquesa", o tan prosaicas como "Entre cachos", "Saltamontes" y "Puntilla oxidada". Pero el récord en audacia se lo lleva sin duda alguna el Royal Windsor, servido para seis personas a un costo de 60 mil pesos.
Lo único cierto es que, a pesar de que estos precios superan la capacidad de más de un bolsillo, los bares bogotanos viven llenos. Y mientras estén de moda, como siempre existirá la soledad, el aburrimiento y la necesidad de echarse una cana al aire o de esconderse con la última conquista, los bares no sólo tendrán la clientela asegurada, sino que seguirán proliferando.