El proyecto Revive & Restore busca traer de vuelta a varios animales prehistóricos como el mamut lanudo, el tigre de Tasmania, el gran alce irlandés y la paloma migratoria.

CIENCIA

El regreso del mamut

Un grupo de científicos trabaja para revivir algunos animales extintos. Los expertos explican cómo podrían lograr esa proeza científica.

8 de marzo de 2014

Cuando Steven Spielberg llevó al cine la novela Parque jurásico de Michael Crichton, la idea de revivir animales prehistóricos empezó a debatirse en el mundo científico. Según Crichton, esto era posible si se tomaba una muestra de ADN de dinosaurio encontrada en la sangre de mosquitos resguardados en un ámbar para luego reconstruir su genoma y completarlo con el de ranas. Aunque esto no era más que una novela de ciencia ficción, pues el ADN de los dinosaurios no duraba más de 500 años, ahora ha surgido la posibilidad de resucitar animales que se extinguieron hace menos tiempo por medio de la clonación.

El biólogo Stewart Brand, fundador de The Long Now Foundation, ha sido uno de los promotores del proyecto Revive & Restore, que busca traer de vuelta a animales prehistóricos como el mamut lanudo, el tigre de Tasmania y el pájaro carpintero real, entre otros, gracias a los avances en biotecnología e ingeniería genética. El equipo de expertos que trabaja junto a Brand propone utilizar el ADN disponible de algunas especies extintas para clonarlas mediante la transferencia nuclear de células somáticas, mismo método usado en 1996 para clonar a la famosa oveja Dolly. Sin embargo, ese es solo el primer paso, pues en dicho caso se hizo a partir de muestras tomadas de animales vivos y para lograrlo con los que han desaparecido es muy difícil debido a que “la mayoría de los fósiles están en muy mal estado”, dijo a SEMANA Beth Shapiro, colaboradora del proyecto y profesora asociada de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de California en Santa Cruz, Estados Unidos.

Reconstruir el genoma de una especie extinta es una tarea muy difícil, pues tan pronto muere empieza a deteriorarse su ADN debido a que entra en contacto con bacterias, hongos y otros animales. Los elementos que conforman la cadena del ADN de un ser vivo son similares a las páginas de un libro de aproximadamente 4 millones de páginas. En el caso de un animal desaparecido las páginas están rotas o desordenadas, con algunas líneas o palabras sueltas, por lo cual resulta muy difícil reescribirlo.

Como señala Shapiro, hay posibilidades de encontrar un genoma casi idéntico en especies hermanas y utilizarlo como modelo para mezclarlo con el del animal extinto. De hecho, la experta está secuenciando el de la paloma de collar, el pariente más cercano de la paloma migratoria, que se extinguió hace exactamente un siglo y era una de las más abundantes en Norteamérica. Pero lo más importante viene después cuando ese genoma combinado debe ser “introducido en la secuencia de la especie familiar que está viva”, explica Shapiro.

Para lograrlo los expertos deben hacer un procedimiento similar al de la fecundación in vitro (FIV) y añadir ese conjunto de cromosomas en las células somáticas, las cuales contienen el material genético que va a pasar a la siguiente generación de una especie y son precursoras de los óvulos y los espermatozoides en los organismos que se reproducen sexualmente. Aunque la especie resultante puede ser muy parecida a la original, es inevitable que tenga ciertas diferencias. “Podríamos crear un elefante que pueda sobrevivir en lugares muy fríos u otro que tenga más pelo, pero no sería un mamut”, dice Shapiro. Además, aclara que mientras más antigua sea la especie más baja será la probabilidad de revivirla.

Si bien esto podría materializarse en el transcurso de 20 a 50 años, la idea del proyecto no es traer a estos animales de vuelta a la vida por simple curiosidad o para crear un parque de diversión, sino con el fin de reparar un poco el daño ambiental que el hombre ha provocado en la Tierra. Según Brand, así como la pérdida de especies deteriora la riqueza de un ecosistema, agregar nuevos animales es positivo. Los hábitos de pastoreo de los mamuts, por ejemplo, podrían favorecer el desarrollo de una variedad de hierbas, lo cual a su vez podría proteger al Ártico del deshielo. “Esto ofrecería un beneficio a nivel global porque allí hay casi el doble o el triple del carbón que se encuentra en las selvas tropicales”, dice el experto.

De hecho, ya ha habido varios avances. Hace más de diez años, un equipo de científicos entre los cuales estaba Alberto Fernández-Arias, hoy asesor en Revive & Restore, resucitó a un bucardo, animal familiar de la cabra que habitaba en las montañas de la Península Ibérica y se extinguió en 2000. Lamentablemente murió poco después de nacer por dificultades respiratorias. En la actualidad también hay varias iniciativas como el proyecto Uruz, que cría selectivamente ganado para crear una especie que se asemeje a los uros, una forma de buey salvaje extinta en 1627, y el proyecto Lazarus que quiere resucitar una rana australiana que daba a luz por la boca y desapareció hace 30 años.

En esta labor colaboran biólogos moleculares, conservacionistas y genetistas que también quieren fortalecer el ADN de las especies que están en vía de extinción, pues se estima que al año desaparecen 27.000, lo que representa un promedio de 74 por día y tres por hora, es decir una tasa 100 veces más alta de la media normal. Además, según algunos científicos se estima que en 2050 desaparezca el 25 por ciento de los mamíferos del planeta, un 20 por ciento de los reptiles y un 10 por ciento de los pájaros. Por ese motivo el objetivo es empezar a congelar los ejemplares de ADN de estas especies para clonarlos antes de que desaparezcan del todo.

Aunque algunos científicos están en contra de este tipo de proyectos porque no atacan la raíz del problema que ha generado la desaparición de las especies, los promotores de Revive & Restore creen que la estrategia sí podría ayudar a reequilibrar los ecosistemas y a prevenir la extinción de más animales. Como concluye Brand, “los humanos hemos causado un enorme hoyo en la naturaleza en los últimos 10.000 años. Ahora tenemos la habilidad, y quizá la obligación moral, de compensar algunos de los daños”.