¿COMEMOS EN POZZETTO?

En contra de todas las predicciones, tras la tragedia de Pozzetto, ese restaurante experimenta un inusitado boom de clientela

9 de febrero de 1987

Desde la mañana siguiente a la noche de la tragedia, el restaurante Pozzetto se convirtió en lugar de romería de los bogotanos de todas las edades y condiciones.
Gente de todos los barrios se trasladaba con curiosidad a ver de cerca el escenario de la peor tragedia causada por una sola persona en la historia del país. El panorama, por supuesto, no podia ser más desolador. En el segundo piso del edificio ondeaba una bandera nacional a media asta y adornada con una cinta negra. Tanto los curiosos que fisgoneaban el interior a través de las ventanas del primer piso, como los transeúntes que invariablemente desviaban su mirada hacia el restaurante, se preguntaban cuál podría ser el destino del inmueble, construido hace unos quince años por un renombrado arquitecto italiano con el fin expreso de servir como restaurante. Los más optimistas opinaban que el establecimiento tardaría varios meses en volver a abrir sus puertas, pero la sensación general era que Pozzetto se volvería cosa del pasado y que el edificio que ocupaba entraría en desuso y se convertiría en un inmueble fantasma.

ABRIR O NO ABRIR
Al margen de la conmoción general causada por la tragedia y del dolor de los familiares de las víctimas, la sociedad propietaria del establecimiento se enfrentaba a la difícil encrucijada de resolver sobre el futuro de Pozzetto .

La decisión no se hizo esperar: para sorpresa de todos, a sólo nueve días del insuceso, el restaurante abrió nuevamente sus puertas. Pero la verdadera sorpresa sólo se vendría a confirmar paulatinamente días más tarde: los comensales fueron regresando, hasta el punto que hoy el establecimiento está funcionando normalmente y, si se quiere, con más éxito que antes de la tragedia.

Las razones para que la tragedia vivida en el interior del Pozzetto no espantara del todo a la clientela sino que, por el contrario, la atrajera con más fuerza que nunca, no son fáciles de determinar a ciencia cierta. La verdad es que cuando SEMANA visitó el lugar, este se encontraba atestado de gente que departía animadamente. El único cambio apreciable a simple vista era la nueva alfombra verde que fue instalada en los días en que el restaurante estuvo cerrado y el traslado al primer piso de las siilas que anteriormente se usaban en el segundo, dedicado principalmente a recepciones privadas. La razón para estos cambios no tiene nada que ver con lo sucedido, según afirmó don Bruno Grutinni, administrador del establecimiento. "El piso de baldosas ya estaba muy deteriorado y las sillas requerían mantenimiento, así que aprovechamos el cierre para hacer los cambios".

El señor Grutinni, un italiano que lleva más de treinta y cinco años en Colombia, después de pelear en la Segunda Guerra Mundial con el Ejército de su país, informó que en el Pozzetto trabajan más de cuarenta personas que, de cerrar, hubieran quedado sin trabajo. El personal, aún bajo el terrible impacto emocional recibido, estuvo inmediatamente dispuesto a continuar sus labores, y a colaborar en el arreglo del restaurante. Es claro que el Pozzetto tenía que reabrirse, y tan pronto como fuera posible, precisamente para que la clientela no se acostumbrara a comer en otro sitio.

Y VOLVER, VOLVER, VOLVER
La mayor parte de los comensales corresponde a los clientes habituales del restaurante, aunque también hay gente que va exclusivamente con el interés de conocer el lugar de los hechos. "No vamos dejar de venir por lo sucedido, pues eso puede perfectamenle ocurrir en cualquier parte y nosotros sentimos un gran cariño por este sitio", comentó el coronel retirado de la FAC, Belarmino Pinilla, mientras su contertulio, que no quiso dar su nombre, sólo comentó que ahora las sillas eran más cómodas.

La disposición de las mesas es la misma, los comensales conversan animados, los meseros circulan afanosamente llevando y trayendo trastos, mientras don Bruno sigue desviviendose en atenciones para sus clientes: nada haría pensar en el dantesco espectáculo del 4 de diciembre. Cabría preguntarse si este éxito de Pozzetto es momentáneo o si puede deberse precisamente a la cercanía de la tragedia.

Mientras tanto, en un trágico contraste, el edificio donde vivía Campo Elías Delgado, escenario de sus primeros crimenes, permanece desocupado, abandonado presurosamente por sus ocupantes, y ese si, tal vez, condenado irremisiblemente a convertirse en un inmueble fantasma que muy bien podría servir de alojamiento adecuado al terrorífico Mr. Hyde. --