turismo

Como en casa

En Cartagena se imponen las viejas casonas del centro histórico como hoteles. Una manera diferente de saborear la ciudad amurallada.

10 de julio de 2005

Geoff Chew es un jubilado inglés que hace una década daba vueltas por el mundo en su yate. Había pasado tres años en el Caribe buscando un sitio donde fondear, hasta que se topó con la bahía de Cartagena. "Es una ciudad muy especial, su arquitectura es única", dice Chew. Comenzó a buscar una casa y encontró que un antiguo burdel enfrente de la plaza Fernández de Madrid, a pocas cuadras de la iglesia de Santo Toribio, estaba a la venta.

"Fue una buena oportunidad porque la casa estaba destruida", comenta. Le faltaban ventanas, pues para sus anteriores dueños lo más importante era ofrecerles privacidad a sus clientes. Chew la adecuó como un pequeño hotel, bautizado como La Fe, el cual no ha perdido su carácter privado y se ha convertido en uno de los refugios preferidos por extranjeros que visitan a Cartagena.

Sólo son 11 habitaciones y una pequeña piscina en la azotea que tiene una de las mejores vistas de los techos y cúpulas del centro histórico. La plaza Fernández de Madrid es el mejor ejemplo de un vecindario cartagenero que atrae a los turistas nacionales y extranjeros, con sus casas centenarias, de balcones y entrepisos, con techos altos y un gran patio en donde escapar de las oleadas de calor que azotan por esta época al Caribe colombiano.

Adecuar las viejas residencias de la ciudad amurallada para albergar turistas se ha convertido desde hace dos años en una de las tendencias hoteleras más importantes en Cartagena. Existen seis o siete en el centro histórico y aunque algunos son más grandes y más lujosos que otros, se caracterizan por mantener el espíritu de las casonas coloniales, pocas habitaciones y una atención personalizada. Se ubican en la categoría de bed and breakfast, porque sólo ofrecen eso, cama y desayuno. No hace falta más. En sus alrededores están varios de los mejores restaurantes de la ciudad. Pero algunos también se identifican con el concepto de hotel boutique, caracterizados por ser pequeños, cómodos, exclusivos y lujosos.

La acogida que han tenido ha sido enorme entre los turistas nacionales y extranjeros, pues es una manera diferente de vivir la ciudad. "El huésped se siente como si estuviera alojado en donde un amigo y no en un hotel convencional",dice Felipe Alvarado, de la agencia de viajes Hermes.

Tal vez el precursor de la tendencia fue el Hotel Agua, ubicado a poca distancia de la catedral. Después de una cuidadosa restauración que duró cerca de dos años, esta vieja casa del siglo XVII abrió sus puertas en 2003 para ofrecer sólo seis habitaciones. Sergio Castaño y su socio Gustavo Pinto se han esmerado por darle un sabor especial no sólo con la arquitectura, sino con el mobiliario, diseñado por artesanos de la costa, el cual puede ser adquirido por los huéspedes.

El francés Michel Jeaunot, al igual que Chew, llegó a la ciudad en su velero en septiembre de 2003 buscando un sitio donde montar un hotel. Encontró en el barrio de Getsemaní la mejor opción para seguir la tradición de su familia, que posee dos hoteles de cinco estrellas en Francia. En una casa en ruinas adecuó su bed and breakfast, bautizado Relax. "Conservé el estilo colonial del sector en un hotel francés combinado con el Caribe", señala.

Para él, el mayor atractivo que tiene Getsemaní es el ritmo que transpiran sus habitantes. "Los extranjeros son los que prefieren venir a mi hotel, disfrutan con la bulla y la alegría del sector, que los turistas colombianos detestan".

La Casa del Arzobispado es otro de los nuevos hospedajes más atractivos, gracias a la belleza de su arquitectura. Esta antigua edificación colonial que sirvió de residencia a sacerdotes y próceres comenzó a ser reconstruida hace dos años como vivienda de familia, respetando su estilo colonial.

"Los dueños compraron la casa para pasar las vacaciones con los amigos", explica Carlos Pinedo, gerente del hotel. Luego, asesorados por Hitech Hoteles convirtieron la antigua residencia de obispos en un hotel boutique con atención personalizada. Tiene 10 habitaciones y su ocupación no supera un promedio de 22 personas. "La idea es que los huéspedes no salgan del hotel y que se sientan como en casa", señala Pinedo. En el hotel se pueden hacer bodas y recepciones para pequeños grupos.

La Merced es una antigua casona estilo republicano ubicada en el centro histórico en la calle Don Sancho que Mercedes Pretelt adquirió para recordar a su familia. Algunos de sus hermanos nacieron y crecieron en esta casa, que hace parte de la historia de la ciudad. Fue bombardeada con balas de cañón porque está ubicada a una cuadra de la muralla, y en la plaza contigua fusilaron a varios próceres de la Independencia. "Se restauró tratando de mantener el estilo de las casas del sector histórico", indica Pretelt.

La mayoría de estos hoteles se cataloga como bed and breakfast, que no se deben confundir con pensiones. Para los expertos, esta categoría se reconoce por ser económica en todo el mundo, pero ese concepto ha ido cambiando y hoy tiene muchas gamas, desde la más barata hasta la más lujosa. Algunos de los que se encuentran en la ciudad amurallada tienen todas las comodidades de un hotel cinco estrellas y el costo de una noche lo refleja. El Hotel Agua, La Casa del Arzobispado y la Merced en promedio cobran por noche 450.000 pesos en temporada baja. "Nuestros clientes son muy especiales -dice Sergio Castaño, de Hotel Agua-. Es gente que se da gusto, que sabe viajar, independientemente de qué tan grande sea su chequera".

Y aunque tienen piscina, jacuzzi, sala de masajes, la idea es no competir con los hoteles grandes para no perder la familiaridad que los caracteriza. "Somos pequeños y queremos seguir siendolo", dice Castaño. Este concepto hotelero está ampliando las opciones para los turistas en Cartagena y, sobre todo, brinda una oportunidad para que las viejas casonas que hacen parte del patrimonio arquitectónico de la ciudad se mantengan vivas y al alcance de todos.