Con soda, por favor

En la nueva filosofía empresarial, un trago de más, a la hora de hacer negocios, es un riesgo que nadie puede correr.

27 de noviembre de 1989

La era de los negocios al calor de un trago parece estar lleganda a su fin. Como el cigarrillo, el alcohol empieza a ser relegado de las oficinas y las nuevas empresas levantan un muro entre sus empleados y la bebida. En Japón y los Estados Unidos el surtido bar en las oficinas de los dinámicos ejecutivos ha sido remplazado por una máquina de café, té, chocolate o refrescos. Al parecer, el vaso de whisky, tan amigo de la máquina de escribir y las calculadoras manuales, es incompatible con el computador.
El alcohol y el trabajo han sido aliados desde tiempos inmemoriales. Durante siglos existió la creencia de que la eficiencia surgía del fondo de un vaso de licor y entre volutas de humo. Sin embargo, en la era de la sagacidad empresarial y la competencia feroz, una copa de más a la hora de negociar representa un riesgo que nadie puede correr. En los últimos tiempos, numerosas compañías han establecido que los negocios se realicen alrededor de un café, un simple jugo de tomate o, cuando mucho, permiten a sus ejecutivos que cierren sus tratos al calor del buen vino que acompaña a una exquisita comida. El trago se deja exclusivamente para la celebración de los dividendos. Las copas regresan así al marco de la actividad social.
El mito de la estrecha relación entre la creatividad y el alcohol fue alimentado durante años por el encanto de la bohemia. La desesperación, el tormento y el desenfreno construyeron la leyenda de muchos creadores, que tuvieron el alcohol como un instrumento de trabajo. Para nadie es un secreto que brillantes escritores como Hemingway y Henry Miller, poetas como Baudelaire y Poe, y pintores como Modigliani o Toulouse-Lautrec realizaron sus mejores obras bajo el efecto de la bebida, cuando no en las alucinantes noches del delirium tremens. Actores como Burton, Spencer Tracy y el durísimo Bogart alcanzaron la cima compaginando alcohol y libretos, guayabos y rodajes. Pero eso no funciona para el resto de los mortales, que suscriben un contrato de trabajo en el cual el abuso del alcohol es una causa para engrosar las filas de desempleados. Las cifras hablan por sí solas, señala un coordinador de grupos de Alcohólicos Anónimos.
"De los 10 millones de adultos que hay en Colombia, 7 millones son de alguna manera adictos al alcohol. El 46% de ellos toman trago cada semana o son bebedores programados de viernes cultural. El 5% son alcohólicos crónicos que necesitan tratamiento".
En el mundo moderno el papel del alcohol en el terreno laboral empieza a cambiar. Al trabajador de hoy se le exige dinamismo, concentración, agilidad mental y decisiones rápidas y acertadas. Y como el negocio es el rey, las empresas se han dado cuenta de que el alcohol es el peor enemigo de la productividad. "Un estudio realizado recientemente muestra que el 5% de los trabajadores colombianos pueden ser alcohólicos. El trabajador que bebe -señala el coordinador de AA- no solamente es una persona de bajo rendimiento, sino que falta a su trabajo y se incapacita en una proporción tres veces mayor que el que no bebe. En materia de seguridad industrial, se ha establecido que el trabajador que bebe tiene cuatro veces más posibilidades de sufrir un accidente laboral que el resto de los empleados". Pero el bajo rendimiento no sólo incluye a la persona que tiene sus traguitos en la cabeza; las investigaciones sobre el consumo de bebidas alcohólicas señalan que también en el estado de "guayabo" las funciones del organismo están disminuídas notablemente y se aumenta la irascibilidad del individuo. Los especialistas señalan que para que el organismo se recupere necesita dormir una hora por cada copa que se ingiera.
Los directivos de las empresas alarmados por el alto costo que representa el alcoholismo en la industria de hoy, han empezado a programar charlas, ofrecidas gratuitamente por los miembros de Alcohólicos Anónimos, sobre la forma de evitar y detectar este tipo de problemas. "La creencia de que el alcohólico crónico debía ser despedido porque era imposible rehabilitarlo ha quedado desvirtuada -señala un vocero de AA- con el testimonio de miles de hombres y mujeres que han aprendido a vivir sin alcohol, después de haber sido considerados bebedores irremediables".
Paradójicamente, y en especial en esta época de fin de año, las mismas empresas que exigen al empleado no beber durante las horas laborales, parecen creer que la única forma de congraciarse con sus trabajadores es propiciando el consumo de alcohol. El 95 % de las empresas colombianas patrocinan fiestas de fin de año, con alarmantes cantidades de licor, y la experiencia ha demostrado que lo único que se saca en claro de estas celebraciones es que aquellos que no saben manejar el trago la embarran, quedando después no sólo con un fuerte guayabo sino de patitas en la calle", señala otro miembro de la Asociación. Muchas personas que llegan a la institución en busca de ayuda se han dado cuenta de su problema cuando ya han perdido su empleo o han acabado con su negocio embotados por el alcohol.
Una cana alcohólica, un par de tragos en la oficina, pueden representar un rato de esparcimiento que relaja tensiones y recarga baterías. Todo radica en saber manejarlos porque, si bien pueden ayudar a una persona introvertida a deshinibirse y a relacionarse mejor con sus compañeros, a una persona extrovertida las mismas copas pueden provocarle una euforia exagerada o una patética falta de control. Y más vale una retirada a tiempo que un despido justificado.
La nueva filosofía del mundo empresarial y profesional pregona que para ganar se necesita estar en sus cabales. Y el agua mineral "en las rocas" marca el nuevo estilo a la hora de los negocios.