Entre el 10 y el 15 por ciento de las mamás son diagnosticadas con depresión posparto

SALUD

Nace un bebé, nace una madre

El nacimiento de un bebé es un cambio drástico para la mujer. El más evidente es el de cuidar a un nuevo ser, un rol que suele hacerlas sentir cansadas y abrumadas.

12 de mayo de 2017

Cuando se le pregunta a una mujer qué sintió al convertirse en madre, hay consenso: alegría y amor. Muy pocas hablan sobre esos sentimientos de frustración, ira, cansancio, miedo que seguramente sienten, pero que no se atreven a expresar para no demostrar debilidad en su nuevo rol. En los nueve meses previos, el centro de la atención es el bebé y su desarrollo y cuando nace el objetivo es proveerle de todo lo que necesita para que crezca sano. En esos primeros meses poco se habla sobre la transición que está atravesando la mujer que se convierte en madre. “Dar a luz a una nueva identidad es igual de exigente que dar luz a una vida”, escribió la psiquiatra Alexandra Sacks para The New York Times. “Ser madre es uno de los cambios físicos y psicológicos más importantes que una mujer va a experimentar”, añadió.

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Por eso la propuesta de Sacks es cuidar tanto a los bebés como a las nuevas madres. Esto les ayudaría a manejar mejor los sentimientos que están experimentando por los cambios hormonales y por ese nuevo rol que desempeñan. Esto puede conducir a una mejor crianza. “Quienes llevan mejor sus sentimientos, pueden ser más comprensivas con las emociones de sus hijos”, asegura la psiquiatra.

Ser madre es un cambio en todos los sentidos. “Más allá de los pechos llenos de leche, lo que cambia es la manera de pensar. Deseas vivir muchos años hasta ver a tu hijo grande y muchos planes pasan a segundo plano”, cuenta Carolina Rincón, mamá de Sofía, una bebé de dos meses. “Ya uno deja de pensar en uno mismo. La concentración está en la personita que te necesita y depende de ti para todo”, dice July Gaitán, madre de Martín, de un año y medio.  

Pese a la alegría que da dar a luz a un nuevo ser, a partir de ese momento la maternidad es un camino lleno de obstáculos difíciles de prever.  “La mujer recibe tantos consejos que la hacen dudar de lo que hace o puede generar en ella episodios de alta ansiedad acompañados de distanciamiento social, mal humor, indecisión, ira, desesperación, insomnio, decepción y en casos extremos un sentimiento de indefensión”, explica la psicóloga Carolina Guzmán. “Para mi el cambio fue muy brusco. Pasas de hacer tus cosas y responder por ti a responder por alguien más. Sientes la presión de los otros. Dejan de referirse a ti por tu nombre y empiezan a decirte mamá para todo”, cuenta Cindy Bermúdez, mamá de Samuel.  

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Esa ambivalencia de sentimientos, de experimentar amor pero agotamiento a la vez, de querer estar cerca del hijo pero a la vez añorar un espacio personal, precisamente es lo que lleva a que las nuevas madres prefieran reprimir sus propias emociones para no ser juzgadas con respecto a su actuar como madre o a ser comparadas con otras que no se comportan así. “Las mujeres no se te atreven a hablar directa y honestamente de todo lo que pasa por sus mentes. De sus miedos, de perder su soltería, de perder esa libertad de hacer, decidir, soñar, entregarse solo por ella misma. La mujer en general, no se prepara espiritualmente y psicológicamente para esta nueva etapa vital”, asegura Guzmán.

Incluso, muchas sienten culpa por no ser esa “madre suficientemente buena”, una imagen idealizada por ellas mismas o por las personas a su alrededor, al momento de tomar decisiones que no tengan al bebé como centro. Cuando estas emociones pasan de ser transitorias a convertirse en un estado frecuente, se habla de la depresión posparto, un tema tabú en la sociedad. Entre el 10 y el 15 por ciento de las mamás son diagnosticadas con este estado, pero hay un sub diagnóstico alto y es probable que sean muchas más las que estén pasando por este problema, dice Sacks.

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La clave para evitar tener mamás deprimidas y reprimidas, es dejar de idealizar y más bien normalizar la experiencia de ser madre. Que ellas puedan hablar con libertad y sin ningún temor a ser juzgadas por sus sentimientos y lo que quieren. Prestarle atención a las mamás, que son quienes deben asumir todos los cambios rápidamente, es vital para una buena maternidad, pero sobre todo, para una buena crianza.