El ritmo cardiaco fue correlacionado con la violencia y el desarrollo de una personalidad antisocial por dos estudios en Europa y Canadá. | Foto: Archivo SEMANA.

SALUD

El ritmo cardiaco revelaría inclinación hacia la violencia

Según nuevos estudios, con el ritmo cardiaco de los adolescentes podría predecirse quiénes tienden a ser más antisociales y agresivos.

10 de septiembre de 2015

Un grupo de expertos de la Universidad de Helsinki, en Finlandia, reveló que los jóvenes con un ritmo cardiaco bastante bajo presentan mayor riesgo de desarrollar una personalidad antisocial y por lo tanto a tener conductas agrevisas o violentas. El estudio se hizo junto con el Instituto de Karolinska (Suecia) y fue publicado este miércoles por JAMA Psychiatry.

El equipo de investigación de Suecia y Finlandia comparó a los hombres del más bajo ritmo cardiaco con los del más alto y halló que los jóvenes con el 20% más bajo exhibían un comportamiento más o menos antisocial.

El profesor experto en criminología y psicología, Adrian Raine, de la Universidad de Pensilvania, afirma que la tendencia antisocial derivada del ritmo cardiaco podría expresarse de dos maneras. Primero, tender a buscar experiencias de alto riesgo, tanto en el plano físico como mental, debido a un escaso temor por las consecuencias; y segundo, tender a buscar la excitación a través de otras personas debido a la sensación de sosiego que experimentan con otros de la misma condición.

Aunque no hay una relación directa entre el ritmo cardiaco y la violencia, el profesor afirma que “la clave podría estar en no sentir miedo”. En este caso, se trataría de una correlación, mientras que “en ocasiones es capaz de predecir actos de violencia bastante serios”, indicó el especialista.

Él y otros advierten, no obstante, que si su hijo presenta un ritmo cardiaco bajo, “no debe alarmarse ni entrar en pánico”, puesto que el comportamiento antisocial y la inclinación a la violencia están asociados no solamente al ritmo cardiaco sino también “a la nutrición, la crianza de los padres y factores sociales”, tales como el medio ambiente en que se forma el adolescente (colegio, deportes, amigos, etcétera).

Raine sostiene que hasta el sistema de justicia en Estados Unidos debería comenzar a considerar los factores fisiológicos de los individuos como medio de prueba para sustentar un comportamiento antisocial. A propósito, escribió en 2011 “Anatomía de la violencia: las raíces biológicas del crimen”.

Sin embargo, según Diego Andrés Sánchez, médico de la Universidad del Bosque, de la correlación ser cierta, "entonces muchos de los deportistas de alto rendimiento presentarían un comportamiento violento, dado la frecuencia cardiaca de esta población es siempre más baja de lo normal, entre 45 y 50".

La violencia cambiaría el cuerpo

Otro estudio de la Universidad de British Columbia publicado en 2004 estableció que la exposición a la violencia cambia la fisiología del cuerpo, puesto que la respuesta a ella es cada vez más baja desde el punto de vista cardiaco. De modo que la persona crea “resistencia”, cada vez más, a actos de violencia.

El cortisol, la hormona que responde al estrés y que nos hace reacciona rápidamente bajo una situación de riesgo o de amenaza comprobó ser, junto a la presión arterial y el ritmo cardiaco, más alta en los adolescentes que estuvieron expuestos –como testigos o como víctimas– a la violencia.

La coautora del estudio Edith Chen, de la Universidad de British Columbia en Vancouver, explica: “una respuesta entumecida sugiere un sistema fisiológico desregulado, de tal forma que los individuos podrían no ser capaces de aumentar sus respuestas físicas apropiadas ante futuros agentes estresantes, posteriormente en la vida”.