Del cine a la realidad

El desarrollo científico que predijo ‘2001: odisea del espacio’ no coincide con la realidad. Sin embargo en algunos temas los aciertos fueron bastante notables.

12 de febrero de 2001

En el siglo XX dos libros titulados con el número de un año establecieron referencias concretas para pensar en el futuro: 1984, de George Orwell, y 2001: odisea del espacio, de Arthur C. Clarke. El primero, escrito en los años 30, formulaba aterradoras previsiones sobre el desarrollo político de la humanidad. Para algunos los pronósticos y previsiones de Orwell se cumplieron y para otros fueron un rotundo fracaso. El segundo está en boca de todo el mundo en estos días porque por fin llegó el mítico año anticipado por su autor. La historia de 2001 comenzó cuando al director de cine Stanley Kubrik le llegó a sus manos una corta historia que Clarke había escrito en 1948 sobre el descubrimiento de un objeto alienígena en la Luna, titulada The sentinel (El centinela). El interés de ambos por el asunto los llevó a escribir a cuatro manos el guión para una película en la que el tema central giraba en torno a una tribu de simios, un misterioso monolito negro de tres millones de años de edad responsable de la aparición de la inteligencia humana, del descubrimiento de otro monolito similar en un cráter de la Luna y de una misión a “Júpiter y más allá” controlada por una supercomputadora paranoica que trata de salvarse acabando con la vida de los tripulantes de la nave. Clarke, simultáneamente, escribió el libro con el mismo argumento y título. La cinta, estrenada en 1968, causó desconcierto en la mayoría de críticos del séptimo arte, que no la bajaron de aburrida, incoherente, hipnótica y hasta de una total catástrofe. Pero 33 años después este filme es considerado como una de las obras maestras de Kubrick y el libro de Clarke es un clásico de la literatura de ciencia ficción. A diferencia de 1984, las predicciones de 2001: odisea del espacio no eran de carácter político sino tecnológico y los resultados son contradictorios. Algunos piensan que el verdadero año 2001 no se parece en nada al imaginado por Clarke en los años 60. Los hoteles en el espacio son sólo proyectos, los viajes tripulados a otros planetas no son posibles en el corto plazo y hoy día resulta casi que imposible imaginar una base en la Luna. Aunque el desarrollo en el campo de inteligencia artificial es sorprendente las supercomputadoras actuales no son ni la sombra de lo que era capaz HAL 9000. Pero a los ojos de muchos que ven este libro y su película como una historia inspiradora y filosófica sobre el hombre y la posibilidad de que exista inteligencia por fuera de la Tierra es injusto catalogar a 2001 como un fracaso sólo porque algunas de sus predicciones no se cumplieron. Hay que tener en cuenta que en la época en que Clarke plasmó su historia la carrera espacial, que comenzó con el Sputnik en 1957, había alcanzado en una década grandes logros. Si en 1967 el hombre estaba a un paso de pisar la superficie lunar, imaginar que en 33 años estuviera en misiones tripuladas a otros planetas no era traído de los cabellos. En aquella época no se podía prever la crisis del petróleo de 1973 y la posterior recesión económica, el fracaso de varias de las misiones de la Nasa —entre ellas la estación orbital Skylab—, el desastre del Challenger, el descalabro de la Unión Soviética y, por ende, de su programa espacial, que trajeron como consecuencia sucesivos recortes presupuestales y cambios en las prioridades de la investigación espacial. La visión de Clarke y Kubrik tampoco ha sido del todo descabellada. Aunque ningún ser humano ha viajado a los planetas del sistema solar, desde hace más de 25 años sucesivas misiones no tripuladas (muchas de ellas controladas por computadoras) han enviado información muy detallada de Venus, Marte, Júpiter y Saturno, así como de varias de sus lunas. Además el autor inglés pudo predecir la telefonía celular, las teleconferencias, las estaciones espaciales y la gestión mancomunada de Rusia y Estados Unidos en la exploración del espacio. Este grupo piensa, además, que 2001 tiene un significado muy especial, pues para Clarke y muchos otros pensadores este año marca el verdadero comienzo del tercer milenio y, por lo tanto, debe verse más como una referencia filosófica relacionada con el advenimiento de un superhombre que como una apuesta a cómo iban a ser en realidad estos tiempos, así se haya hecho un esfuerzo en 1968 por predecir con la mayor exactitud posible la realidad de 2001.