Bibiana Mesa decidió combinar la quimioterapia con la medicina alternativa para combatir un cáncer que empezó en su tórax y se trasladó a sus huesos y a su estómago. Con esencias florales, vitaminas, medicamentos homeopáticos y mucha introspección aprendió a escuchar su cuerpo y ponerlo en equilibrio con su mente. | Foto: Camilo Echeverri

MEDICINA INTEGRAL

Del doctor al yerbatero

Caléndula, gotas homeopáticas y hasta sangre de chulo son terapias alternativas populares en Colombia. Siete de cada diez pacientes con cáncer las busca ¿Qué tanto funcionan y qué tan bien se llevan estos tratamientos con la medicina convencional?

1 de diciembre de 2012

Vivir 14 años con-tra todos los pronósticos ha sido la mayor batalla de Bibiana Mesa. Tenía 20 cuando los médicos encontraron un tumor del tamaño de una naranja que le presionaba la vena cava y hacía que su cerebro se inundara de sangre. El cáncer parecía una palabra aterradora, casi tan incomprensible como el diagnóstico que le dio su doctor: tenía un Linfoma no Hodgkin con un 80 por ciento de probabilidades de supervivencia. Sintió temor pero con el progreso de la enfermedad descubrió en su interior una fortaleza insospechada y se sometió sin mayores contratiempos a quimioterapia y radioterapia.

Todo marchaba bien hasta que ocho meses después le encontraron otro tumor en el fémur y nuevamente tuvo que asistir a largas sesiones con fármacos intravenosos. La enfermedad le estaba ganando la partida y terminó en un quirófano, sometida a un transplante de médula. Por si fuera poco, tres masas malignas aparecieron en su abdomen. Cada vez eran menores sus probabilidades de sobrevivir y solo le quedaba probar una droga experimental. “Descarté las estadísticas porque eran demasiado crueles para tenerlas en cuenta, así que decidí luchar y no hacer parte de ellas”, le contó a SEMANA.

Fue entonces cuando conoció al médico bioenergético Santiago Rojas, y se apoyó en las esencias florales, las vitaminas y la introspección para su batalla a muerte con la enfermedad. Eso sí, sin abandonar su tratamiento con el oncólogo. Bibiana modificó su alimentación, aprendió a meditar y se dedicó a fortalecer cuerpo y mente. Hoy tiene 34 años y es la directora de imagen de una reconocida marca de vestidos de baño.

Bibiana hace parte del 74 por ciento de los colombianos que en algún momento de esa dura convivencia con el cáncer decidió recurrir a la medicina alternativa. Según un estudio del Instituto Nacional de Cancerología, las terapias más frecuentes que usan los pacientes oncológicos en el país son las de base biológica, que incluye plantas como la caléndula y la sábila, terapia herbal, productos de origen animal como el embrión de pato y la culebra cascabel y suplementos nutricionales. La oferta también incluye misas de sanación, homeopatía y acupuntura, entre muchas otras.

Amigos, familiares, grupos de apoyo y algunas páginas web creen tener curas milagrosas pero en algunos casos son solo rumores y no hay evidencia científica que las respalde. De hecho, según el mismo estudio el 68 por ciento de los pacientes llegan a estos tratamientos a través de parientes o conocidos y solo el 8 por ciento por sugerencia de su médico personal.
Por ejemplo, Luis Segura, zapatero de 51 años con cáncer de piel, comenzó a tomar la sangre de gallinazo hace tres meses por sugerencia de un colega que le aseguró que hacerlo lo había salvado. “Yo voy a Soacha y por 90.000 pesos me capturan el animalito. Me tengo que tomar la sangre fresca, a veces con vino, y en la casa me hago un caldo con la carne. No sabe muy bien pero vale la pena para llenarme de todas sus defensas. Si se fija el chulo come basura y nunca se enferma”, relata.

El problema es que en el amplio espectro de alternativas distintas a la medicina convencional, hay remedios que lejos de ayudar al paciente entorpecen su recuperación o pueden ser perjudiciales. Ricardo Sánchez, investigador del Instituto Nacional de Cancerología que ha dirigido varios estudios sobre estas terapias, llama la atención sobre los riesgos: “Algunos tratamientos exacerban los efectos secundarios de la quimioterapia y otros, como la vitamina C, hacen que las células tumorosas se vuelvan resistentes. Incluso algunos como el buitre negro americano o chulo tienen residuos tóxicos y metales pesados que pueden intoxicar a quienes lo consumen”.

Sin embargo, no hay que satanizar a todas las terapias. Estudios han demostrado que el yoga, la musicoterapia, los masajes y el reiki evitan el insomnio, mejoran la calidad de vida y disminuyen considerablemente el estrés, la fatiga y el dolor de los pacientes oncológicos. Así mismo, la acupuntura ayuda a combatir las náuseas inducidas por los fármacos. “Cualquier tipo de terapia que tenga un factor psicológico es efectiva. Si el paciente tiene el convencimiento de que va a funcionar, entonces la terapia sirve”, agrega Sánchez.

Hay quienes están tan convencidos de la efectividad de este tipo de tratamientos que prefieren seguir únicamente el camino de la medicina alternativa y rechazan los tratamientos convencionales, como lo hizo Alan Furmanski, un economista que venció al cáncer a punta de jugos de frutas y vegetales. En 2006 fue diagnosticado con un tipo muy agresivo de melanoma y le practicaron dos cirugías, pero el cáncer reapareció. Desde ese momento no pisa un hospital y sigue la terapia Gerson, que sugiere consumir 40 kilos de vegetales y frutas semanales, practicarse lavados de colon de café y llevar una dieta vegana. “La quimioterapia envenena más el cuerpo. El organismo es capaz de desintoxicarse si se siguen las leyes sabias de la naturaleza para estimular sus defensas y su capacidad para destruir tumores”, asegura.

Para creer en la medicina alternativa se requiere un componente de fe que va más allá de los estudios clínicos y de las pruebas de laboratorio. Es necesario cambiar la concepción de cómo se originan las enfermedades y la forma de abordarlas. Tal fue el caso de Jairo Leyton, médico epidemiólogo que hace año y medio fue diagnosticado con cáncer de próstata y a partir de ese momento decidió recurrir a la medicina alternativa como una opción complementaria a la cirugía de vaciamiento de ganglios linfáticos.

Fue tratado con esencias florales, gotas para el ‘rescate’, asistió a oraciones grupales, ubicó su cama en sentido norte sur para poner su cuerpo en consonancia con el electromagnetismo de la tierra y se sometió a una cirugía espiritual. Todo con tal de curarse. “Nadie está preparado para escuchar una noticia como esa aunque por tu profesión aprendas a convivir con el cáncer. Yo me aferré a la vida y a mi familia y, a pesar de mi formación médica, acepté tener una opción terapéutica distinta”, afirmó Leyton.

De hecho, los médicos cada vez valoran más el conocimiento tradicional. Prueba de esto es que el Memorial Sloan-Kettering Cancer Center y el MD Anderson Cancer Center, dos de los principales centros de tratamiento del cáncer en el mundo, incluyeron estas terapias en su lista de servicios e incrementaron sus rubros de investigación a unos 40.000 millones de dólares al año. Y es que actualmente la medicina apunta a los tratamientos integrales.

Rojas afirma que las terapias alternativas ya no deben llamarse así, sino complementarias. Explica que el cáncer, desde el punto de vista inmunológico, funciona como la guerrilla: células del mismo país que se quieren tomar el poder y es muy difícil acabar con ellas. Por eso, como en todo proceso de paz no basta con atacar los tumores con violencia. “Hay que tener un tratamiento integral que incluya mente y cuerpo y no abordar al paciente por pedacitos –aclara el especialista–. Debemos respetar la medicina tradicional porque si bien hay charlatanes y personas antitéticas que engañan a los pacientes, también hay excelentes profesionales, como ocurre en la medicina convencional”.