CIENCIA

¿Dios o Darwin?

Un tribunal de Estados Unidos decidirá si las escuelas de ese país enseñarán el diseño inteligente, una teoría defendida por George W. Bush que pone a Dios en la evolución. ¿En qué consiste la controversia?

2 de octubre de 2005

Si Dios creó al hombre a su imagen y semejanza o, por el contrario, el hombre proviene de un proceso evolutivo de miles de millones de años, es un debate que a estas alturas de la historia parece no haber llegado a su término. Lo curioso es que la discusión salió de las clases de filosofía y teología, y esta semana llegó a la corte de un pequeño pueblo rural de Estados Unidos.

Un grupo de padres de familia en Dover (Pennsylvania) busca revertir la decisión del consejo directivo de la escuela de sus hijos de incluir en el currículo la teoría del Diseño Inteligente. Se trata de una teoría que aunque no rechaza de plano la evolución, sí sostiene que la vida en la Tierra es demasiado compleja para ser explicada por las mutaciones genéticas y por lo tanto debe existir un 'diseñador inteligente' detrás del proceso evolutivo.

Los padres, apoyados por la mayor parte de la comunidad científica de ese país y por la Unión Estadounidense para las Libertades Civiles (Aclu, por su sigla en inglés), aseguran que el diseño inteligente no es más que una versión reciente del creacionismo, la explicación religiosa según la cual Dios creó la vida tal y como se conoce hace unos pocos miles de años. Pero los promotores del diseño inteligente, entre quienes está el presidente George W. Bush, se defienden: "La teoría (de la evolución) no es un hecho. Hay ciertos baches en ella para los cuales no existe evidencia... y los estudiantes deben ser estimulados para mantener una mente abierta", dice la declaración del consejo directivo de la escuela.

El juicio del mono

No es la primera vez que dos versiones opuestas sobre el origen de la vida se enfrentan en un tribunal de Estados Unidos. Ya en 1925, cuando la teoría de la evolución era controvertida incluso en los círculos científicos y sus detractores la asociaban al ateísmo, tuvo lugar el que fue conocido como 'el juicio del mono'.

En éste se acusó al profesor John Scopes de violar una ley del estado de Tennessee, conocida como el Butler Act, la cual decía que "es ilegal para cualquier profesor de cualquier universidad o escuela pública... enseñar cualquier teoría que niegue la historia de la Creación Divina del hombre, como enseña la Biblia, y exponer en cambio que el hombre desciende de un orden inferior de animales". Paradójicamente, la misma ley obligaba a los maestros a utilizar el libro de texto Civic biology (Biología cívica), que no sólo expone la teoría de la evolución, sino que defiende explícitamente postulados eugenésicos sobre la supremacía de la raza blanca. Scopes fue encontrado culpable y condenado a pagar una multa de 100 dólares, pero la decisión fue apelada ante la Corte Suprema. Ésta lo absolvió por una cuestión técnica: un tribunal de distrito no podía cobrar una multa superior a 50 dólares.

El triunfo de Scopes fue visto como el triunfo de la ciencia y el progreso ante el dogma irracional. El juicio del mono fue tan famoso, que en 1960 fue llevado al cine en la película Herederos del viento. Pero lo curioso de todo el asunto es que sólo en 1968 la Corte Suprema juzgó que este tipo de prohibiciones contravenían la separación entre la Iglesia y el Estado, pilar fundamental de la Constitución de ese país.

La herejía darwiniana

¿Qué es lo que tiene la teoría de la evolución que molesta tanto a los creyentes? Básicamente, que propone que la diversidad de la vida sobre la Tierra se puede explicar sin la intervención de una mente creadora. La evolución, para Darwin, es el resultado de dos procesos: las mutaciones, producto del azar, y la selección natural.

Según los darwinistas, un buen día nació una jirafa con el cuello más largo que sus compañeras. Esta jirafa mutante bien pudo ser el patito feo de su especie, pues era ante todo un error genético producto del azar. Sin embargo, su 'defecto' le permitió alcanzar hojas frescas de las ramas más altas sin tener que competir con sus compañeras. Sus hijos, que debían tener a su vez un cuello largo, resultaron más aptos que los hijos de las jirafas de cuello corto, y a su vez tuvieron más descendencia que sus competidores. Así, poco a poco, las jirafas de cuello largo empezaron a ser más que las de cuello corto, hasta que, millones de años después, las de cuello corto se extinguieron porque no eran lo suficientemente aptas. La evolución, en este sentido, es un proceso que se desarrolla a lo largo de miles de años por errores genéticos que permiten que ciertos individuos se adapten mejor a su medio. ?

La mano de Dios

Contrario al creacionismo, su antecesor inmediato, el diseño inteligente, no rechaza la evolución, ni sostiene que el mundo fue creado en seis días. Es una teoría más sutil y 'evolucionada'. Su argumento más sólido proviene de la biología molecular y fue propuesto por Michael Behe, profesor de ciencias biológicas en la Universidad de Lehigh en Pennsylvania y el más respetado de los científicos que trabajan el tema.

En su libro La caja negra de Darwin (elegido por el National Review como uno de los 100 mejores libros de no ficción del siglo XX), Behe afirma que los científicos evolucionistas descuidaron un factor esencial: las células. La evolución tuvo que empezar necesariamente en ellas, pero sus orígenes evolutivos no han sido todavía explicados. Lo que la bioquímica ha descubierto en las últimas décadas es que las células son muchísimo más complejas de lo que se creía. Y aquí es donde entra Behe en escena, pues argumenta que aparte de complejas, están compuestas de estructuras irreductibles. Es decir que, si se quita una parte de ellas, simplemente dejan de funcionar.

Behe pone como ejemplo de estructura irreductible el flagelo de algunas bacterias. Este pequeñísimo propulsor en forma de cola les permite a dichas células movilizarse en medios acuáticos. Contiene cerca de 30 proteínas y si se quitara alguna de ellas, el flagelo dejaría de funcionar. Para Behe, esta estructura no puede ser producto de un proceso de mutaciones y selección natural. Es tan perfecto, bello y necesario, que 'alguien' tuvo que diseñarlo. Por supuesto, Behe es un científico muy astuto y se cuida de mantener en silencio la identidad del creador.

Aunque resulta interesante e ingenioso, el diseño inteligente tiene un problema: a 10 años de haber sido formulado no ha inspirado experimentos significativos ni dado soluciones a problemas de la biología. La evolución, por el contrario, ha sido una de las teorías más fructíferas en la historia de la ciencia. Ha inspirado incontables experimentos de gran significación, y explicado infinidad de rompecabezas biológicos.

Para los científicos, seres prácticos y aparentemente al margen de la religión y la ideología, estas pruebas son incontrovertibles. Pero para los ciudadanos comunes y corrientes, dichas críticas importan poco. Una reciente encuesta mostró que el 64 por ciento apoyaba la idea de enseñar en las escuelas el creacionismo además del evolucionismo, mientras el 36 por ciento se inclinó por la idea de enseñar únicamente el creacionismo. De hecho, el 45 por ciento de los encuestados tiene una visión estrictamente creacionista del mundo.

Lo más probable es que el caso llegue, nuevamente, ante la Corte Suprema, que decidirá finalmente y para todos los estados si el diseño inteligente se debe o no enseñar en las escuelas. Lo que queda claro, después de todo, es que la ciencia, la política y la religión no están tan separadas como científicos, políticos y religiosos quisieran.