Los siquiatras Clara Orozco y León Michaan trabajaron durante tres años la terapia con perros aplicada a pacientes con depresión mayor, de la clínica Montserrat. Dos de los protagonistas de este proyecto son Cristóbal y Dana, dos golden retriever. Hay terapias con animales que no utilizan perros entrenados para este tipo de labor, sino las propias mascotas de los pacientes, por los beneficios que logra el vínculo entre ambos

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Doctor Can

Hay una razón más para que el perro sea el mejor amigo del hombre: su capacidad para tratar muchos de los problemas de la salud humana.

11 de junio de 2006

Cristóbal es un doctor excepcional. Su calidez hace que sus pacientes lo esperen con ansias para recibir el tratamiento. No usa la habitual bata blanca y cuando camina por los pasillos de la Clínica Montserrat en Bogotá, la monotonía y la silenciosa rutina se rompen. Y es que su medicina es brindar su cariño y su compañía, un talento que poseen muchos de su especie, la del mejor amigo del hombre.

Este golden retriever de 8 años de edad hace parte de un novedoso proyecto que se desarrolló en la institución durante tres años, cuyos resultados serán presentados esta semana. La idea era demostrar los beneficios de la terapia con perros en pacientes hospitalizados con trastorno depresivo mayor. Esta experiencia, una de las pioneras en este campo en el país, hace parte de una tendencia que se tomó el mundo en la que se han comprobado los servicios que las mascotas prestan a la medicina y a la salud humana.

A las habilidades caninas de rescatar heridos, de convertirse en lazarillos y de ser los oídos de los sordos se suma su capacidad de terapeutas: "A lo largo de mi vida he sentido lo que es la fidelidad de un perro en situaciones tanto críticas como en momentos felices. En esas circunstancias, a veces las palabras distorsionan y ese silencio respetuoso y solidario de los perros estrecha el vínculo", explica Clara Orozco, médica siquiatra que llevó a cabo el experimento clínico con más de 100 pacientes que accedieron a incluir un perro en su tratamiento.

Los especialistas describen la depresión mayor como una enfermedad en la que los pacientes pierden el deseo de vivir y se aíslan. Por eso no fue fácil que los enfermos se entusiasmaran en un primer momento. "¿Qué va a poder hacer un perro?", se preguntó incrédulo uno de los jóvenes internados. La respuesta llegó cuando el nuevo terapeuta abrió cuidadosamente la puerta con su hocico, y con el carné que lo identificaba como parte del programa colgando de su cuello. La sobriedad y la elegancia de Cristóbal junto con la espontaneidad y el desparpajo de su compañera Dana, también golden, fueron las herramientas para el éxito del tratamiento, algo que tenía claro el siquiatra León Michaan, asesor del trabajo e investigador del tema. Michaan, quien había tenido experiencias con niños autistas y con parálisis cerebral, dice que "mi mayor impulso fue notar cómo un niño con autismo profundo, que vivía en su mundo interno, miró a Dana y le sonrió".

Los logros en los pacientes de la Clínica Montserrat fueron evidentes. Después de una serie de sesiones que empezaban con actividades de contacto como cepillar al animal, recostarse a su lado, ejercitarse y darle un paseo, los especialistas determinaron que las señales de depresión disminuyeron en un nivel mayor al que se obtiene cuando sólo se utiliza tratamiento farmacológico. Según cuenta Orozco, "se estimuló la socialización, pues salían de la habitación y desde el momento en que tenían que darles un paseo a los perros, un séquito de internos seguía con curiosidad al paciente preguntándole por el animal. También se trabajaba en su amor propio, con decirle al paciente: 'hay alguien que quiere verte'". Orozco explica que si una mascota logra este resultado es porque muchas veces las personas estigmatizan la depresión como falta de la voluntad del paciente. "Un animal no juzga, sólo da cariño".

Pero quizás el mayor logro del proyecto fue comprobar una mejoría en la calidad del ambiente hospitalario. "En Colombia, esta cultura de que los animales entren a los centros de salud no existe y la medicina tradicional no suele apoyarla. En países como Estados Unidos, a veces pueden ingresar a la sala de cuidados intensivos porque se ha demostrado que se disminuye el tiempo de hospitalización cuando a los pacientes les permiten ver a su mascota", opina Michaan.

Jorge Aldás, siquiatra y coordinador del programa de adicciones de la Montserrat, ya había probado los beneficios de esta terapia en personas adictas: "Estos pacientes suelen tener muchos problemas en sus relaciones interpersonales. Quienes en el proceso tuvieron a su lado un perro manifestaron una gran recuperación afectiva y disminución de la hostilidad. La mayoría de ellos, todos recuperados, decidieron seguir su vida con una mascota".

Desde 2002, la Escuela de Formación de Guías y adiestramiento de caninos de la Policía Nacional realiza un programa de caninoterapia con niños con deficiencias sicofísicas. "Los profesionales de la salud que valoran a los pacientes han encontrado notables mejorías motoras y sensoriales", cuenta la mayor Jazmín Triviño, directora de la escuela.

La medicina ha demostrado muchos de los beneficios del contacto con los perros. Una investigación del Centro Médico y la facultad de enfermería de la Universidad de California determinó que la visita de 12 minutos de un perro reduce la presión arterial, el ritmo cardíaco y otros riesgos cardiovasculares, en gran parte por la disminución de la ansiedad de las personas hospitalizadas por insuficiencia cardíaca. En cuanto a la diabetes, la mejoría es similar: salir a caminar con la mascota sirve para bajar los niveles de azúcar y mejorar los problemas cardiovasculares. En este sentido, la terapia para ancianos con síndrome demencial y mal de Alzheimer también es eficaz por la actividad física y porque disminuye la depresión y ayuda a ejercitar el cerebro al hablar de la experiencia. "Recuerdo a una anciana de 100 años que empezó la terapia con un perro y le dijo emocionada a uno de nuestros voluntarios que ella había tenido una mascota así de niña", relató a SEMANA John Van Zante, del Helen Woodward Animal Center en California. "Al finalizar la sesión, uno de los enfermeros le dijo al voluntario que la mujer no había hablado en meses. 'Esta es la primera vez en mucho tiempo que siento que tengo algo que contar', respondió".

Los labradores y los golden retriever como Cristóbal y Dana son las razas más apropiadas para este tipo de terapia, debido a su temperamento sociable y dulce. Aunque en algunos países los perros callejeros o recluidos en refugios han sido adiestrados para llevar a cabo labores de voluntariado, algunos expertos opinan que lo más indicado es que sean perros puros que por su genética den la certeza de que no van a ser agresivos, un requisito tan importante como la higiene, cuando se trata de ingresar a un hospital. "Cristóbal sabe exactamente lo que tiene que hacer: no es tímido, se deja consentir, nada le molesta, sigue las órdenes y lo disfruta", cuenta Adriana Gaitán, criadora de esa raza y orgullosa propietaria del terapeuta estrella. "Ha ganado muchas exposiciones, pero mi mayor satisfacción es que logre que personas que no levantaban la mirada del suelo terminen la terapia sonriendo".