Larry Rosen afirma que la atracción por este aparato es tan fuerte porque no se trata de un simple teléfono celular sino de un computador miniatura, con el cual la gente puede conectarse con un vasto mundo virtual. | Foto: Ingimage

PSICOLOGÍA

Obsesión total por el celular

Chequear frecuentemente el celular produce efectos en el cerebro. Un experto explica cuáles son y cómo controlar esa manía.

1 de agosto de 2015

¿Mira su celular constantemente para ver si hay nuevos mensajes o información? ¿Se siente nervioso y angustiado si sus familiares o amigos no se comunican de inmediato? ¿Se preocupa cuando el teléfono inteligente se está quedando sin batería? ¿Se siente mal si no lo tiene cerca? Si contesta a todo afirmativamente, es probable que sufra de ansiedad por separación de su celular.

La buena noticia es que no está solo. Según Larry Rosen, quien ha estudiado el tema durante tres décadas y próximamente lanzará el libro The Distracted Mind, casi todos sufren hoy un poco de desorden obsesivo compulsivo gracias a estos aparatos. Cada vez más personas “tienen el hábito de chequearlo con mucha frecuencia, y luego de hacerlo la ansiedad aumenta y la única manera de bajarla es volver a revisar el aparato”, dijo el experto a SEMANA.

Un estudio de la firma Gallup señaló que 81 por ciento de los usuarios de teléfonos inteligentes los llevan consigo en sus horas de vigilia y 63 por ciento duermen con ellos. En otro sondeo hecho por la Universidad de Iowa los participantes admitieron que se sentían nerviosos y preocupados cuando no podían comunicarse con amigos y familiares instantáneamente. No obstante, para ver la dimensión de la obsesión Rosen dice que “solo basta mirar a la gente alrededor caminando con los teléfonos en sus manos”.

Según sus estudios, los más ávidos usuarios chequean el teléfono cada 15 minutos o menos. Un estudiante promedio a diario lo consulta entre 60 y 70 veces por un lapso de tres minutos. Eso significa que lo mira ocho veces en una hora. Los adultos lo hacen menos pero aún en una frecuencia preocupante.

Rosen creía que el problema se resolvía quitándoles el objeto de la vista, pero una investigación suya mostró que cuando eso pasa, en menos de diez minutos los usuarios de estos teléfonos se ponen ansiosos y esa condición aumenta a medida que pasa el tiempo. En otros experimentos se observó que la gente que escuchaba su teléfono sonar y no podía responderlo tenía los síntomas clásicos de tensión: mayor ritmo cardiaco y menor temperatura de la piel.

Rosen también analizó el fenómeno de las multitareas y lo más sorprendente fue encontrar que los más jóvenes creen que pueden hacer dos cosas al mismo tiempo, como chatear y cocinar. “Es obvio que el cerebro no las hace simultáneamente sino que trabaja un poco en una y luego otro poco en otra y así va cambiando constantemente pero terminará cansado”.

En psicología hay un término conocido como locus de control y es un índice para saber hasta qué punto un individuo toma decisiones desde su interior o por presiones externas. Rosen considera que “este aparato está controlando a la gente”. La causa de la atracción por estos aparatos es que hace rato dejaron de ser teléfonos para convertirse en computadores pequeños que los conectan con su mundo virtual.

Por eso propone como solución quitar todas las alarmas y notificaciones y hacer chequeos periódicos cada 15 minutos e irlos espaciando a 20 y 30 minutos. Otra opción es chequear el celular cuando pueda y no cuando el aparato lo alerte. También ayuda no consultarlo apenas se despierta o en medio de la noche. Pero su consejo más importante es “siempre privilegiar a la gente que tiene en frente y no a la que está a kilómetros de distancia en forma virtual en ese aparato”.