relaciones de pareja

El encanto de la madurez

¿Se acaba el mito de los viejos verdes? Aunque todavía son la excepción, hoy en día muchos prefieren a una de 50 antes que a dos de 25.

15 de febrero de 2004

Harry Langer, el personaje que interpreta Jack Nicholson en su nueva película 'Alguien tiene que ceder', es un empresario solterón de 63 años a quien le encanta seducir mujeres de 25 años. En poco tiempo, la cinta se ha convertido en un éxito de taquilla en el mundo por su temática, que no es producto de la fantasía de los creativos de Hollywood. La debilidad de los hombres maduros por la piel tersa y la vitalidad de las jovencitas pasa en las películas y también en la vida real. Según expertos, después de cierta edad es muy común observar casos de hombres que como Langer sólo salen con jovencitas, probablemente para evadir el compromiso del matrimonio, o que dejan a sus parejas estables por vivir con alguien menor. "Los hombres andan enloquecidos con las jóvenes y echan todo por la borda para estar con ellas", dice la sicóloga María Elena López.

En la película, sin embargo, el personaje de Nicholson no termina enamorado de su más reciente levante sino de su madre, una escritora que bordea los 60 años.

En la vida real se ven casos de hombres a quienes les apasionan las mujeres maduras, pero esa sigue siendo la excepción. Según el siquiatra Walter Rizo, el problema es que a los hombres nunca les dejan de gustar las mujeres de 20. "Les fascinan a lo largo de su vida: cuando ellos tienen 20, 30, 40, 50.", dice.

El gusto por la mujer joven no implica necesariamente una patología, salvo en casos como el del eterno Don Juan en el que el hombre trata de resolver conflictos personales por medio de la conquista repetitiva. Sin embargo, ven con preocupación el auge de parejas que se acaban porque el hombre -sobre todo aquellos que atraviesan la crisis de la edad madura- se deslumbran por mujeres menores y deshacen sus matrimonios de 20 años o más. Otros ejemplares -los solteros maduros- se rehúsan a salir con las de su edad porque las consideran muy viejas, y con ello crean un problema demográfico pues dejan a las de su generación -40 y 50 años- sin posibilidad de conseguir pareja. "Estas mujeres sufren por dos procesos: la cohorte por encima de la suya siempre será más pequeña y los hombres de las cohortes por arriba quieren estar con mujeres más jóvenes y con posibilidad de reproducirse", explica el experto Rodolfo Heredia, del Centro Nacional de Población (ver recuadro). Cuando se separan sucede un fenómeno similar: ellos tienden a buscar a mujeres más jóvenes que su esposa. Los que permanecen casados les exigen a sus parejas quitarse las arrugas, bajar de peso, estar a la moda, aunque ellos sean unos gordos fofos, calvos, feos y canosos. De esta manera creen que una mujer menor los rejuvenece como por arte de magia.

Algunos tienden a explicar el fenómeno desde la óptica de la evolución. Fijarse en las jóvenes y huirles a las viejas sería una estrategia de la especie para asegurar la procreación.

No obstante, la mayoría de expertos considera la búsqueda de 'carne fresca' un asunto cultural que es más frecuente en sociedades en las que los valores patriarcales aún están vigentes, como ocurre en Colombia. "Son hombres que han sido socializados para el poder, sienten que son más fuertes y que tienen todo por enseñarles a las jóvenes. Es una manera de reafirmarse", explica la sicóloga Florence Thomas. En estas culturas, el hombre piensa que vale por lo que tiene, y una mujer bonita y joven le ayuda a incrementar su patrimonio.

En el amor no hay edad y por esto es difícil predecir si las relaciones entre parejas con diferencia de edades puede funcionar. Pero al parecer en la convivencia sí se requieren ciertas afinidades entre hombres y mujeres para que el asunto funcione. Una de ellas es la edad. Estar sintonizado en la misma época tiene sus ventajas pues es más fácil tener proyectos en común.

La mujer madura, según los especialistas, ofrece tranquilidad, protección, seguridad, aspiraciones e incluso enfermedades similares con las cuales se pueden identificar. "La joven, en cambio, puede ser una licuadora en corto circuito", dice Rizo, porque exige una vitalidad que ellos ya no tienen. "Y ofrecen un portafolio de alto riesgo porque pueden darle fin a la relación con mayor facilidad", dice María Elena López. Además, ellos terminan sintiéndose viejos pues sienten la amenaza de los hombres más jóvenes. "La joven al principio les sube el ego pero al final les friega la autoestima", dice otra especialista.

Para Florence Thomas, con las mujeres maduras se pueden tener conversaciones interesantes porque han vivido más. Son más seguras, conocen su cuerpo y ya tienen resueltos muchos problemas. "El hombre inteligente, ese que se da la oportunidad de reflexionar sobre lo que vale la pena en la vida, disfruta a una mujer a pesar de sus arrugas y sus canas y se aburre horriblemente con las jovencitas", dice la sicóloga.

"Yo les recomiendo que lo piensen dos veces", dice Rizo. La otra recomendación, a más largo plazo, es reeducar a los hombres para que valoren más a las mujeres por lo que son y no por su apariencia. Que entiendan que las mujeres son bellas a todas las edades. Que no se sientan avasallados por aquellas con madurez y experiencias. Es un cambio lento que exige también que las mujeres de 50 o más, en vez de declararse derrotadas por el paso del tiempo, estén dispuestas a vivir cada etapa de su vida con mayor dinamismo, mucho optimismo y gran vitalidad.