EL JUGUETE DEL MILLON

Una camioneta de dos millones 800 mil es uno de los muchos regalos para niños ricos que estan en el mercado colombiano en esta Navidad.

16 de enero de 1989

Razones tendrá el Sagrado Corazón para haber elegido a Colombia como su país preferido. Aquí, donde pueden suceder cosas inimaginables en otras latitudes, durante la Navidad, las leyes económicas siguen derroteros que en nada reflejan la situación real del país. En esta época, en aras de los niños, se cristalizan algunos de los despropósitos que caracterizan la vida de los adultos.
Las leyes de oferta sobrepasan los límites de la imaginación infantil. Y sus cartas al Niño Dios están impregnadas de marcas y referencias específicas sobre los juguetes deseados. En las estanterías, compite por el favor infantil una gran variedad de esmerados productos nacionales con sofisticados modelos extranjeros.
El Niño Dios parece no regirse por el salario mínimo. Y a la hora de averiguar precios, los padres se agarran la cabeza a dos manos. Las peticiones infantiles alcanzan precios de cinco cifras. La muñeca que camina, el carro a control remoto, la casita de muñecas o el juego de fichas para armar, alcanzan o superan hoy el valor del salario mínimo. El Niño Dios se ve a gatas para complacer los deseos de aquellos que, esperanzados, se portaron bien durante 12 meses o mejoraron las notas del último bimestre. Pero ahí no para el despropósito.
En un rápido recorrido por los almacenes, SEMANA descubrió que los juguetes han dejado de ser cosas de niños. El mundo infantil ha sido invadido por la técnica: la encantadora dulzaina de antaño se convirtió, gracias a la electrónica, en un órgano portátil cuyas teclas están provistas por díodos emisores de luz y las melodías son programadas. El tablero con su ábaco y sus tizas, compite hoy con un computador que realiza las cuatro operaciones matemáticas, enseña inglés y además indica si las respuestas son correctas. Los precios oscilan entre 30 y 50 mil pesos. Pero no todo es técnica, ese es hoy el valor de un gigantesco perro de felpa.
En la órbita de los regalos de 60 a 70 mil pesos se puede encontrar una grúa a control remoto o el novedoso Nintendo, una especie de atari que en tercera dimensión permite a los niños retar a Mike Tyson y que este diciembre dejará K.O. a muchos padres de familia. Pero si en el campo de los juegos de salón la lotería y el monopolio compiten con los computadores, la gran mesa de ping-pong, regalo estrella en las familias numerosas de tiempos pretéritos, ha sido remplazada por una mini-mesa de billar, o billar-pool que, según sus dimensiones o calidad puede costar entre 15 y 135 mil pesos, o el clásico futbolín que, solidario con los escándalos del deporte, hoy llega a valer 118 mil pesos.
Sin embargo, en este reino de los "minis", en el cual los adultos pretenden armar un mundo a escala para sus hijos, quienes mandan sin duda la parada del despropósito son los miniautos con motor a gasolina. Junto a los tradicionales carros de pedal que fueron el sueño dorado de las generaciones pasadas, se exhiben modelos a escala que superan los limites del juguete. Mientras los niños miran incrédulos un carrito que alcanza los 60 kilómetros por hora, que cuenta con motor, luces, pito y freno de verdad y qUe los convierte por arte de magia en pequeños ases del volante, sus padres abren atónitos los ojos ante las cifras de seis y siete números del precio. Un juguete que cuesta 110 salarios mínimos.
¿Incomprable? Tal vez en otras latitudes no haya quien adquiera un juguete de 8.600 dólares, pero en el país de lo increíble todo es posible. El vendedor de estos mini-autos manifestó a SEMANA que en ese momento embarcaban para un cliente de Cali un Porsche de $797.500, un jeep de $1'573.000 y una camioneta de $2'800.000. Curiosamente, el cliente solicitó que los tres mini-autos fueran de color blanco. Blanco es...