¿EL MATROMONIO ENGORDA?

Nuevo estudio norteamericano sostiene que 10 años de matrimonio producen por lo menos 10 kilos de peso.

8 de febrero de 1988

Recuerda la foto que le tomaron el día de su matrimonio? La silueta de novillero del feliz consorte era sólo comparable con la cintura de avispa de la novia. Hoy, sin embargo, pasados unos años, el perfil del marido más bien recuerda el de un matador retirado y la cintura de avispa de la novia sencillamente ha desaparecido bajo una antiestética llanta. Una reciente investigación norteamericana ha concluído que sí, que efectivamente el matrimonio es la antesala de la gordura, tanto para los hombres como para las mujeres, aunque para éstas, el problema tiene dimensiones más complejas.
La investigación fue realizada por un consejero matrimonial, Richard Stuart, y su esposa Bárbara Jacobson, quienes sin embargo, no revelan los cambios sufridos en su propio peso a través de su matrimonio.
Pero lo que sí cuentan es que una encuesta realizada con 25 mil lectores de la revista Weight Watchers (vigilantes del peso) demostró que hacia el año 13 de matrimonio, los hombres han ganado casi 10 kilos de peso y sus mujeres 14.
La teoría parece fácilmente rebatible, pues en muchos casos el solo paso del tiempo trae con frecuencia algunos kilos de más. Pero para sus autores el asunto trasciende el campo de la mera charla de salón y las conclusiones resultan interesantes:
- Algunas mujeres, y los hombres en menor grado, piensan que el matrimonio es una licencia para descansar de las privaciones de la soltería. Si bien antes del matrimonio se cuidaban y hacían ejercicio combinado con dietas, cuando se casan piensan "yo ya he pagado mis culpas".
- Otras están tan ocupadas trabajando para sostener la familia y para cuidar a los niños, que tienen muy poco tiempo para pensar en la cantidad de calorías que deben comer, o en salir a correr para quemar aunque sea unas pocas.
- Muchas esposas, que permanecen el día entero en casa, luchan contra la tentación, a veces invencible, de comer compulsivamente.
- Un fenómeno que les ocurre casi exclusivamente a las mujeres es comer en demasía cuando tienen dificultades con su marido, especialmente si el problema es de índole sexual. Según Stuart y Jacobson, éste es uno de los motivos más comunes de sobre peso en las mujeres casadas. El estudio reveló que las mujeres felizmente casadas ganaron un promedio de 9 kilos en 13 años de matrimonio, mientras que las emproblemadas con matrimonios entre regulares y malos ganaron cerca de 20 en el mismo período.
Como el asunto parece especialmente complicado, los investigadores pusieron sobre él la lupa y encontraron que la conexión entre sexo y grasa responde a los siguientes factores:
- "Muchas mujeres se quejaron en la encuesta del vacío emocional de sus vidas", afirma Stuart, y agrega que esas esposas desgraciadas terminan desarrollando adicción por la comida para buscar consuelo ante la falta de atención de sus maridos y, lo que parece ser peor, ante la falta de comunicación con ellos.
- Otras simplemente se aburren de una vida sexual demasiado rutinaria y buscan el placer en la despensa.
- Algunas, por el contrario, resuelven ganar peso para bajar algo de temperatura a maridos demasiado entusiastas. Sobre esto parece haber consenso entre muchos sicólogos norteamericanos, entre ellos Jill Harkaway profesora asistente de siquiatría clínica de la Universidad de Tufts, quien afirma en una reciente publicación que "el sobrepeso puede ser una forma de evitar la intimídad sexual en el matrimonio". De todas maneras, un mal matrimonio no es la única razón por la cual las mujeres se ponen encima unos cuantos kilos de más y, por supuesto, la gordura no es siempre señal de que la mujer tenga un mal marido. La vecindad con un Palacio del colesterol o la simple glotonería pueden hacer lo que tres matrimonios mal avenidos.
Sin embargo, las implicaciones que la batalla de los sexos tienen en la gordura de la pareja son las más interesantes. Las parejas, según Harkaway, son capaces de jugar con su peso en su lucha por el poder, esto es, en la batalla por dominar en la relación.
En ese orden de ideas, el marido puede decir: "Si me quisieras, perderías peso". Y una respuesta típica a la anterior andanada podría ser una ráfaga de: "Si tú me quisieras, eso no te importaría". La escaramuza, por supuesto, se refiere a quién decide sobre el cuerpo, o más específicamente, sobre la silueta del otro.
El estudio de Stuart y Jacobson mostró que algunos hombres sabotean la dieta de su mujer, pues creen que si ésta pierde peso, su relación matrimonial puede verse amenazada.
En general, estos maridos piensan que una esposa delgada puede resultar más atractiva para otros hombres y, como resultado, la posibilidad de tener un affaire puede ser mayor.
El sabotaje puede revestir muchas formas. Algunas de las mujeres encuestadas se quejaron de que sus maridos no se ajustaron a las dietas o hábitos de ejercicio que ellas necesitaban y que, por ejemplo, nunca dejaron de ordenar en el restaurante un exquisito postre luego de una suculenta cena, mientras su mujercita había tenido que conformarse con un par de manzanas por toda comida. En otros casos, el problema es meramente verbal, o sea una especie de tortura sicológica.
Sin embargo, los hombres no son los únicos villanos en la batalla por perder peso que libran muchas señoras. La culpa a veces la tiene el "eterno femenino". Según la investigación muchas veces los señores quieren ayudar a sus esposas a perder peso, pero se sienten desorientados por la actitud de la gordita. A veces, ella quiere que él le diga que la ama sin importar su peso y, a veces, que está un poco pesada y que le convendría perder un poco. Según Stuart, "con esta actitud tan poco consistente, es comprensible que hasta el marido más bien intencionado se confunda". Todo parece indicar que el problema se resuelve solamente con la buena voluntad de ambas partes, y, sobre todo, con mucho amor.