. | Foto: Hong Xiuquan declaró su reino celestial en el sur de China, con capital en Nanjing.

CURIOSIDAD

El rebelde chino que creía ser hermano de Jesús

Hong Xiuquan instaló su propio reino celestial a orillas del río Yangtsé y demostró hasta dónde podía llegar el descontento de los campesinos chinos un siglo antes de Mao.

Carrie Gracie, periodista de BBC
24 de diciembre de 2012

En aquel tiempo, Mao y sus camaradas apenas podían imaginarse cómo cambiarían el rumbo del país. Pero estos jóvenes rebeldes llegaron al poder en 1949 y cambiaron el destino de China.


Un siglo antes, otra rebelión -conducida por un hombre influenciado por misioneros cristianos que declaró el "reino de los cielos" sobre el río Yangtsé- no tuvo el mismo éxito.

Hong Xiuquan era hijo de campesinos y maestro en un pequeño pueblo. Estudió con empeño las enseñanzas de Confucio, pero nunca logró aprobar los exámenes imperiales necesarios para convertirse en funcionario.

"Cayó en un estado depresivo y tuvo una visión", dice Jonathan Fenby, autor de "La historia de la China moderna".

"Imaginó que ascendía a los cielos y que allí conocía a un hombre muy alto con larga barba y un grueso cinturón, que le decía que volviera a la Tierra y erradicara los demonios", cuenta Fenby en conversación con la BBC.

"Demonios" manchúes

Un tiempo después, un misionero le regaló una traducción al chino del Nuevo Testamento.

"Al leerlo, decidió que el hombre que había visto en el cielo era Dios, que él, Hong, era el hermano de Jesús, y que los demonios que había que exterminar eran los miembros de la dinastía Qing, que lideraban el país", dice Fenby.

Los emperadores Qing eran manchúes originarios de la región de Manchuria, en el noreste del país, y no pertenecían a la mayoría étnica Han.

Habían conquistado China en el siglo XVII, pero sus días de gloria habían quedado atrás y a mediados del siglo diecinueve fueron derrotados por los británicos en las Guerras del Opio (1839-1842 y 1856-1860).

El Cristianismo fue una de las novedades que llegaron con los poderes coloniales y las traducciones vernáculas de la Biblia colaboraron para minar el dominio de las élites confucionistas.

"Al ver que todos lo regañaban en el cielo, Confucio escapó a la tierra con el líder de los demonios", dice el relato de la visión de Hong escrito por uno de sus seguidores.

Comunismo primitivo                                                                                                                               

Su mensaje espiritual venía acompañado de ideas políticas: una visión de igualdad y propiedad compartida de la tierra.

Esto atrajo a los campesinos pobres que vivían en la desesperanza, explica Guo Baogang, profesor de la universidad Dalton State.

"Los campesinos tenían una vida muy miserable a mediados del siglo XIX", dice Baogang, consultado por la BBC.

"Había hambruna y desempleo, muchos campesinos no tenían tierras. Así que eran muy vulnerables a los pensadores utópicos".

Hong y sus discípulos recorrían los caminos vendiendo tinta y pinceles y difundiendo a su paso la buena nueva del reino celestial. El movimiento creció rápidamente en el suroeste de China.

"Cuando la gente no se quede con nada para su uso privado y dé todas sus cosas a Dios para que todos las usen, la tierra se dividirá en partes iguales y todos estarán vestidos y alimentados", decía Hong.

El historiador Jonathan Fenby describe este credo como "una mezcla extraña de Cristianismo y una especie de comunismo primitivo". La tierra se compartiría, pero los sexos deberían mantenerse separados.        

En muchos aspectos, dice Fenby, fue un mensaje que se reflejó en otra idea que llegó a China desde el exterior un siglo después: el marxismo.

Mao tomó el marxismo y lo unió a este antiguo anhelo de tierra y justicia de los campesinos chinos.
Reino celestial

La promesa de una tierra para todos pronto congregó a cientos de miles de personas bajo la bandera de Hong.

Su movimiento barrió el sur de China hasta el río Yangtsé, y allí instaló su reino celestial en la ciudad de Nanjing. Hong fue declarado su Rey Celestial y sus comandantes, Rey del Oeste, Rey del Este, y así sucesivamente.

Su avanzada contra uno de los más grandes imperios de la historia fue sorprendentemente fácil, dice Fenby. Las famosas tropas de la dinastía Qing –el Ejército de las Ocho Banderas– habían perdido su poderío.

"En el siglo XIX las tropas imperiales se habían convertido en un grupo de soldados disolutos, fumadores de opio, corruptos e ineficientes. Y los mercenarios que luchaban para los Qing eran aún peores. Así que no diría que los rebeldes de Taiping lo tuvieron fácil, pero sus oponentes se encontraban en un estado bastante terrible".

Pero Hong demostró que la rebelión campesina podría prosperar en la era moderna. Esta fue una de las lecciones que los comunistas aprendieron de Taiping.

Aunque las dos revoluciones tuvieron mucho en común, hubo una diferencia fundamental.

Hong comenzó con suerte y acabó sin ella, mientras que en el caso de Mao fue al revés.

Final con música de iglesia

Hacia 1860, el reino celestial de Hong se extendía por grandes áreas de China y sus tropas se preparaban para marchar sobre Shangai. Pero su suerte iba a acabarse pronto, ya que los europeos decidieron que era una amenaza para sus negocios.

Por eso unieron fuerzas con la misma armada imperial con la que habían estado combatiendo, y la capital del reino celestial dejó de serlo.

Cuando las victorias militares se convirtieron en derrotas, Hong se volvió paranoico y su corte se consumió en una espiral de intrigas y violencia.

"El mismo Hong se retiró a su palacio con sus 60 concubinas, y escuchaba la música de un órgano apropiado en una iglesia local mientras sus generales se peleaban entre sí", cuenta Fenby.

Al final de la era Taiping, al menos 10 millones de personas habían muerto, algunos dicen que fueron 20 millones. Según el relato de testigos, el valle del Yangtsé estaba cubierto de cadáveres.

Nadie sabe con exactitud cómo murió Hong Xiquan. Un general Qing encontró su cuerpo en descomposición en su palacio, lo que representó un ignominioso final para quien desafió un imperio y el comienzo de un capítulo terrible en el ciclo de fragmentación de China.

"Si se observa la historia de China desde la rebelión de Taiping hasta la muerte de Mao en 1976, ningún otro país ha tenido un período tan intenso y prolongado de desastres, cambios de régimen, invasiones y guerra civil", dice Fenby.

Han pasado muchas cosas desde aquel primer congreso comunista de Shangai. Pero tras la máscara de unidad y orden, China aún tiene muchos conflictos relacionados con corrupción, injusticia o derechos sobre la tierra.

Hay cerca de 100.000 episodios de disturbios cada año. No es de extrañar que los líderes chinos vean amenazas en todas partes y oteen el horizonte, listos para aplastar cualquier señal de revuelta campesina como aquella que los condujo a ellos al poder.