El regreso del feminismo

Veinte años después del movimiento de liberación, el feminismo renace con más fuerza y más postulados que antes.

6 de julio de 1992

AL PARECER, LAS CONQUISTAS DE las mujeres no llegaron tan lejos como parecían y los 90 serán nuevamente el escenario de las protestas femeninas y la lucha por la igualdad de derechos. La semana anterior se debatió en el Congreso un proyecto de ley que busca dar a la mujer igualdad de participación en los cargos decisorios de la administración pública. Luego de un extenso debate en la Comisión Primera del Senado, el Congreso se comprometió a promover las condiciones para que en el año 2000 haya paridad de hombres y mujeres en las altas esferas del Gobierno.
El proyecto -No. 03 de 1991- presentado por el senador Bernardo G. Zuluaga se basó en dos propuestas presentadas por los senadores Regina II y Samuel Moreno, quienes pedían un porcentaje de cupos para la mujer en los cargos públicos. Aunque sobre el tema de la igualdad no hubo mayor polémica, el punto álgido de la discusión se centró en la solicitud de cupos. Finalmente la Comisión Primera aprobó una ley positiva, esto es una especie de estímulo y quedó consignado el planteamiento del derecho que tiene la mujer a acceder a estos cargos y el compromiso del Gobierno de crear un plan nacional de participación de la mujer en todas las instancias de decisión. El proyecto debe seguir su curso en el Congreso para su aprobación.
Sin embargo el tema de una cuota femenina obligatoria en los cargos públicos promovida por los organismos que conforman la Red Nacional de Mujeres fue vista como "un absurdo" por la mayoría de la opinión pública e hizo que muchos colombianos recordaran las antiguas épocas de feminismo beligerante.
Pero esto de las cuotas no es ni un fenómeno nuevo ni exclusivamente colombiano. En casi todos los países del mundo, el tema de la igualdad de oportunidades para las mujeres ha vuelto a aparecer sobre el tapete. Y el tema de los cupos es parte de las estrategias acordadas en Nairobi, en 1985, durante la Conferencia Mundial para la Evaluación de los Logros del Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer. Recientemente en Argentina se sancionó la Ley de Cupos para la participación de las mujeres en las listas electorales. En el acalorado debate que precedió a la aprobación de la ley que establece la obligatoriedad de incluir un tercio de mujeres en las listas de candidatos a los cargos electivos, a la pregunta de dónde van a sacar mujeres para que ingresen a las listas de candidatas, una diputada respondió: "Pues de los mismos lugares de donde las sacan para conseguirlos los votos".
Lo cierto es que dos décadas después del movimiento de liberación femenina, la mujer aún permanece lejos de las instancias del poder. Según un estudio de la Unión Interparlamentaria Mundial, actualmente sólo el 10 por ciento de los parlamentarios del mundo son mujeres: el porcentaje más bajo desde hace 16 años. De los 166 países que integran las Naciones Unidas, sólo ocho cuentan con una mujer en la presidencia o en el cargo de primera ministra: Nicaragua, Filipinas, Bangladesh, Islandia, Noruega, Irlanda, Uganda Dominica y Antillas Holandesas. Precisamente, el mes entrante, las mujeres líderes de todo el mundo -incluyendo a la presidentas de Irlanda e Islandia, la primera ministra de Uganda, Cai Jinquing, promotora de las protestas estudiantiles de la Plaza Tiananmen en China- se reunirán en Dublín en el Foro Global de Mujeres 1992, con el fin de estudiar estrategias positivas para el liderazgo político femenino. La idea es que cada día más mujeres ocupen altos puestos gubernamentales para aumentar el promedio del cinco al 10 por ciento que prevalece, aunque las mujeres conforman algo más del 50 por ciento de la población mundial.
Lo que muchos se preguntan es por qué cuando la mayoría de las batallas feministas parecían ganadas, las mujeres están tan descontentas. "No obstante, las conquistas de las últimas décadas, las mujeres continúan soportando pesados lastres sociales y culturales, que imposibilitan el ejercicio de la participación igualitaria en los espacios de decisión", afirmaba el senador Bernardo G. Zuluaga en la ponencia del proyecto. Aunque Colombia se precia de ser uno de los países donde la mujer ha alcanzado las altas esferas del poder, las estadísticas señalan otra cosa. Los estudios realizados por el Conpes y la Consejería para la Juventud, la Mujer y la Familia muestran que el promedio de participación femenina en las altas instancias del poder es del cinco por ciento. Sólo 56 de los 259 cargos de toma de decisiones son ocupados por mujeres: una gobernadora en 23 gobernaciones. Una ministra en 15 ministerios. Ninguna viceministra ni jefa de departamento administrativo. 52 alcaldesas en 1.024 municipios. Cuatro magistradas de los 16 que conforman el Consejo de Estado. Ninguna en la Corte Constitucional ni en la Corte Suprema de Justicia. Una magistrada en el Consejo Superior de la Judicatura. Ocho senadoras en un Senado de 102 miembros y 13 representantes entre los 161 que conforman la Cámara.
De otra parte aunque el ingreso de la mujer a la fuerza de trabajo es alto -un estudio de Planeación Nacional estimaba en 1991 que la participación de las mujeres en la administración pública era del 42.9 por ciento, sin embargo, todavía están en los mandos medios y la gran mayoría se desempeñan como jefas de sección, secretarias u oficinistas, eso sin contar a la gran mayoría de empleadas para el aseo o el servicio en las oficinas. Las cifras hablan por sí solas:
- Entre 1975 y 1985, el ingreso de la mujer a la educación superior aumentó apenas del 35 al 48 por ciento.
- El 35 por ciento de la población femenina urbana percibe una remuneración por debajo del salario mínimo (frente al 16 por ciento de los hombres que se encuentran en la misma situación).
- En el mercado laboral urbano, una mujer recibe 65 centavos por cada peso que recibe un hombre.
Mientras los hombres consideran que las mujeres han logrado ya un lugar en el mundo, la mayoría de ellas sienten que la discriminación laboral es un problema vigente. Y aunque no están tan mal como hace 20 años, la verdad es que la liberación femenina se quedó a medio camino y es hora de negociar nuevos términos. Las mujeres, quienes pelearon hace 20 años por la igualdad, han alcanzado altas posiciones pero todavía no manejan el poder equitativamente con los hombres. Aún no ganan igual salario para igual trabajo. Y los temas que les atañen aún son manejados por hombres.
Eso sin contar la doble jornada que implican la responsabilidad de su rol de madres y esposas. Según las encuestas, también en el hogar las mujeres sienten el peso de la desigualdad de responsabilidades. El problema más prevalente es la división del trabajo doméstico. Diversos estudios sobre el tema, señalan que las mujeres trabajan un promedio de 15 horas más por semana que sus cónyuges. La batalla para ganar igualdad de derechos, tener una carrera y crear y mantener una feliz vida de familia tiene un alto precio para muchas mujeres. La necesidad de la independencia económica en una era en la que la separación es pan de todos los días, significa largas jornadas de trabajo.
De otra parte, también se sienten furiosas de pensar que para los hombres tener un hogar y una actividad profesional es tan fácil mientras las mujeres a menudo no pueden lograrlo. Según una encuesta reciente en la revista Business Week, el 60 por ciento de las mujeres que ocupan altos cargos ejecutivos no tienen hijos y temen que tener una familia puede afectar su trabajo profesional, mientras el 95 por ciento de los hombres en los mismos rangos poseen y disfrutan de una familia. Es por ello que para muchas el sentimiento de frustración es legítimo.
Como en las primeras épocas del feminismo, ha sido un libro el que ha generado toda esta revolución. Así como en 1963, con la publicación de "The Femenine Mystique", Betty Friedman inspiró a una generación entera de mujeres a pelear por sus derechos, el año pasado, la escritora feminista Susan Faludi publicó un libro llamado "Backlash": the undeclared War Against American Women" en el cual sostiene que el feminismo hizo a las mujeres miserables y que toda esa libertad las convirtió en amargadas, solteras, infértiles e inestables y que lo mejor es regresar a la cocina para evitarse problemas. Según la escritora, las mujeres están hoy más frustradas que en cualquier otra época pasada. Irónicamente, sostiene, una de las causas de ello es el éxito de las ideas del movimiento feminista, lo cual aumentó las expectativas. "Muchas mujeres han crecido creyendo que el campo de juego estaba nivelado y es duro ingresar a la fuerza de trabajo y descubrir que el mundo no ha cambiado tanto como ellas pensaban. Las mujeres también creían que sus relaciones con el hombre serían diferentes y que ellos estarían dispuestos a compartir por mitad la responsabilidad del trabajo doméstico y del cuidado de los hijos, pero nada de esto ha sucedido.
Aunque muchos pensaron que la tesis de Faludi era la partida de defunción al movimiento feminista, lo cierto es que el éxito del libro ha demostrado que es sólo el punto de partida de una nueva etapa. Como dice Gloria Steinem, otra de las madres del feminismo, "Ahora que tenemos el apoyo de la mayoría, estamos listas para el cambio institucional". En los últimos meses, los polémicos debates que han surgido acerca del hostigamiento sexual, el aborto, el divorcio, la violencia familiar, etc. han demostrado que las relaciones entre los dos sexos no son tan armoniosas como parecían. Las mujeres no parecen satisfechas con su lugar en el trabajo, en el hogar, en la forma como son vistas por los medios de comunicación y su porcentaje de representación política.
En vísperas del año 2000 aún las realidades domésticas y sociales de las mujeres no corresponden a las demandas de igualdad. Y los síntomas del descontento han empezado a hacer su aparición. Uno de ellos puede ser el éxito reciente entre los espectadores femeninos de la película "Thelma & Louise" -una comedia en la que dos mujeres enfrentadas a un mundo programado por los hombres, se lanzan en una loca huida en busca de su liberación- que puso al descubierto el gran descontento que reina entre las mujeres. El mismo que ha generado el escándalo contra las declaraciones de Dan Quayle acerca del madresolterismo de Murphy Brown. -