EL RELAJO COMO ESTILO

Mimos, trapecio y hasta caballo de verdad en nueva discoteca "punk" rompe esquemas tradicionales.

23 de mayo de 1983

Era una escena propia de una capital cosmopolita: jóvenes vestidos de chaquetas militares, luciendo la esvástica y de pelo erizado, muchachos maquillados al estilo "Marcel Marceau", niñas de cabello morado y viejo satín. Son los nuevos "Punks" bogotanos, no tan agresivos como sus antecesores, casi con el mismo carácter apocalíptico, con ropas viejas, botas militares, que todavía no llevan ratones muertos prendidos a la ropa ni jalan a las mujeres con una cadena. Todos quieren entrar a la nueva discoteca bogotana, la "Reina de Corazones", a oir de cerca ese rumor lejano de "Rock this town", la mezcla de new wave y rock and roll que ha sido el último éxito disquero.
Sin embargo, no todos los que esperan, lograrán franquear el umbral de la discoteca. Al igual que en la legendaria entrada del "Studio 54" en Nueva York, un portero con aire dictatorial escogerá quien entra y quien no. Pero entre el tumulto hay varios que no se resignan y que levantan desesperadamente sus brazos con la esperanza remota de que el portero de la "Reina de Corazones" los reconozca y les permita entrar.
Son los pintorescos fanáticos que no le rebajan una noche de sábado a la "Reina"; al desprevenido espectador le recordarían aquellos actores famosos, exóticas celebridades del arte y playboys reconocidos que hicieran noticia al entrar a "Xenón" en Nueva York, o en su defecto a "Le palace", en París.
Sin embargo, ocurre en Bogotá, gracias a los 25 millones de pesos que Libardo Cuervo y un grupo de diseñadores y arquitectos, agrupados en la firma constructora "Kira", invirtieron para hacer realidad su sueño dorado de fundar una discoteca espectacular en Bogotá. Libardo, un hombre de 35 años, había sido un "hippie" de la "sesenta", de pantalón desteñido y chumbe en la cabeza, que se pasaba las horas enteras en un almacén muy popular por los años sesenta en Bogotá: "Las madres del revólver", situado en el pasaje de chapinero, que vendía los primeros pantalones "campana" que llegaron a Bogotá. Años más tarde cambiaría su larga melena y su chaleco de flecos, por una moderna chaqueta de hombre de negocios y el oficio de diseñador. En una área de 1.100 metros cuadrados, de un local arrendado, diseñaría una discoteca realmente espectacular: de un sólo ambiente, con tres niveles, bastante sencilla y funcional, rebosante de luces, espejos, con muñecos de tamaño humano, trapecio y cámaras de video: es el resultado de muchas discotecas que Libardo y Carlos Laserna, el otro diseñador, habían conocido en el pasado. Sólo que en esta lograron que el ritual del baile se asociara con lo inesperado.
De ahí se desprende el nombre de "Reina de Corazones", la que aparece en "Alicia en el país de las maravillas", el cuento de Lewis Carrol, donde todo puede pasar.
Esta regla se ha cumplido casi desde su inauguración, en diciembre del año pasado. Cada noche de sábado, una nueva sorpresa espera en la "Reina de Corazones". Noches de trópico, de Sun glasses o de la Habana, en las que muchas mujeres se disfrazan de palmeras y los hombres de coco. El de mejor vestido casi nunca paga. A veces, un caballo maquillado recibe a los invitados y un mago reemplaza al mesero, para que en la mesa de un cliente, un trago aparezca por arte de magia. En una ocasión, un elefante iba a ser llevado a la "Reina"; desafortunadamente, los empleados del circo lo emborracharon y el elefante se perdió la "rumba".
Pero el verdadero espectáculo se presenta en la pista, donde cientos de muchachos, recien salidos de la pubertad, bailan frenéticamente al ritmo de "funky town" o un mambo, bañados en sudor y separados de este mundo.
Sin embargo, en las mesas de los clientes lo que más abunda son botellas de coca-cola, restos de Castalia o cualquier otra modalidad de multicolores refrescos.
Pero la locura delirante no acaba ahí. Muchas veces, algún espontáneo, casi siempre una mujer, deja su pareja, se cuelga del trapecio y empieza a mecerse por encima de la concurrencia. Cuando la canción se acaba y se inician los primeros acordes de "Azucar pa ti", un ejército de gente se descuelga por una soga del segundo piso y varios mimos, al ritmo de la salsa, empiezan a gesticular. Luego, los muñecos de felpa y de tamaño humano caen en medio de la pista, arrojados desde el segundo piso, y por lo general se convierten en las parejas favoritas de los asistentes. Después, un pregonero montado en un caballo de carne y hueso recorre toda la discoteca anunciando el "show" de las tres de la mañana. En ese momento, no sería extraño ver a un burro maquillado invadiendo la pista y en compañía de los mimos, iniciar un estrambótico espectáculo.
En una ciudad como Bogotá, abundante en discotecas tradicionales y sitios "disco", la "Reina de Corazones" indudablemente tiene que impactar. Más de 1.500 personas van de viernes a sábado, a mezclar el placer del baile con el goce de la rumba, a vestir sus botas negras y chaqueta de satin, el nuevo "look" de las discotecas. Y es que la "Reina" es algo más que una discoteca: un estudio de televisión con algo de teatro, mucho de baile y, definitivamente, casi todo de circo.-