LA NEUROCIENCIA HA DEMOSTRADO QUE LAS PERSONAS SON MáS OPTIMISTAS QUE REALISTAS

Ciencia

El secreto del optimismo

Un nuevo libro señala que la mayoría de personas tienden a ser optimistas y que esa mentalidad positiva es clave para llevar una vida feliz, saludable y exitosa.

11 de junio de 2011

Normalmente, cuando una persona se muestra muy optimista respecto al futuro, se le tilda de soñadora o idealista, pues sus pensamientos están ligados a su imaginación y no a la dura realidad. Pero pocos saben que en la vida una buena dosis de optimismo es necesaria como impulso para lograr las metas que cada cual se propone. Esta es la teoría que sostiene Tali Sharot, autora de un nuevo libro que será publicado esta semana en Estados Unidos, titulado El sesgo del optimismo, en el que se revelan las causas biológicas por las que las personas suelen pensar positivamente con miras al futuro, y cómo esto influye de forma determinante en sus vidas.

Con frecuencia, salen a la luz múltiples estudios científicos que buscan determinar por qué la gente siente felicidad. La respuesta, de antemano, parece ser obvia: gozar de buena salud, tener armonía con su pareja, un trabajo estable con buen salario y poder satisfacer los gustos particulares. Sin embargo, dichas investigaciones han revelado que para ser felices y tener buena calidad de vida, la clave está en ser optimistas. Creer firmemente en la posibilidad de que el futuro va a ser mucho mejor que el pasado y el presente se conoce como el sesgo del optimismo. Este fue el concepto en el que se basó Sharot, una de las neurocientíficas más reconocidas de la actualidad, para investigar sobre esta tendencia y sus orígenes y plasmarlos en este nuevo libro.

Formada en la Universidad de Nueva York y miembro actual de la University College de Londres, en el Reino Unido, Sharot estudió durante los últimos seis años las razones por las cuales la gente tiende a ser optimista. Para ello, realizó varios experimentos con un grupo de voluntarios a quienes les pidió que imaginaran diversos escenarios y situaciones cotidianas que les podían suceder en el futuro, unas positivas y otras negativas, como por ejemplo obtener buenos resultados en el trabajo o quedar atascados por el tráfico en la ciudad. Para su sorpresa, la mayoría eligió las opciones positivas o trató de verles el lado bueno a los eventos negativos. "Encontramos que las personas tienden a ser más detallistas cuando se trata de proyectar eventos positivos, por muy banales que sean. El 50 por ciento de los pensamientos de los encuestados fueron positivos, mientras que el 30 fueron negativos", le dijo Sharot a SEMANA.

Aunque muchos de los posibles eventos no sucedieron tal y como los imaginaron, los estudios sirvieron para confirmar que la mayoría de personas son proclives a ser optimistas, y que ese pensamiento positivo se origina en el cerebro. Así lo evidenció Sharot al hacer una revisión de la actividad cerebral de las personas de la muestra y observar que ciertas zonas de dicho órgano se activan más cuando hay pensamientos positivos. "El lóbulo central está conectado con dos regiones del cerebro que están relacionadas con la motivación y las emociones. Dichas estructuras generan optimismo y predicciones positivas", señaló Sharot. Adicionalmente, se logró confirmar que el cerebro no se forma por los acontecimientos del pasado, sino que los pensamientos y proyecciones sobre el futuro son fundamentales para su desarrollo.

Al descubrir el origen biológico del sesgo del optimismo, Sharot llegó a la conclusión de que aquellos a los que no les funcionan normalmente esas regiones del cerebro tienden a ser pesimistas y depresivos. De hecho, un estudio del cual había sido coautora demostró que un 80 por ciento de la gente tiende a ser optimista, sin importar el género, la edad, la raza o el país de procedencia. Por eso, en condiciones normales, la gente proyecta imágenes y pensamientos positivos sobre el futuro. "Para progresar en la vida, la gente necesita tener la capacidad de imaginar realidades alternas mejores que las que vive. Esa motivación ayuda a las personas a lograr sus metas", afirma Sharot en su libro.

Aunque guardar esperanzas sobre un futuro mejor es vivir en un mundo de ilusión, el optimismo puede traer muchos beneficios en el presente. Varios estudios han demostrado que las personas optimistas se estresan menos y gozan de mejor salud que aquellas que son pesimistas. De acuerdo con un trabajo realizado por economistas de la Universidad de Duke, en el Reino Unido, los optimistas por lo general son personas trabajadoras, ganan más dinero que los demás e incluso son mejores ahorradores. Por ejemplo, ven el rompimiento de una pareja como un evento positivo, pues creen que quedan abiertas las puertas para una nueva relación mucho más feliz. Dentro de las investigaciones realizadas por Sharot pudo comprobarse que estos individuos no tienden a divorciarse, pero sí a casarse por segunda vez, lo cual demuestra un alto nivel de optimismo. Por otra parte, existen claras evidencias de que tienen menos riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares o de desarrollar cáncer y, por lo tanto, viven más. "Una persona con pensamientos positivos tiene al menos siete meses más de expectativa de vida que una persona pesimista", le dijo la autora a SEMANA.

Los pesimistas, en cambio, son personas que ven cualquier suceso positivo como algo casual, temporal y que ocurre por suerte y nada más. Además, son proclives a sufrir de depresión. Si bien es cierto que son más realistas que los optimistas, y que son mucho más acertados al hacer predicciones, su calidad de vida no es la mejor. De acuerdo con los experimentos realizados por Sharot, quienes son pesimistas tienen algún tipo de enfermedad mental, pues las partes del cerebro que influyen en la mentalidad positiva no funcionan normalmente. Esto guarda relación con un estudio realizado por el Instituto Nacional de Salud Mental, en Estados Unidos, en el cual se indica que la depresión es la principal causa de discapacidad en personas en edad laboral, además de que el 90 por ciento de los casos de suicidio están relacionados con este desorden mental.

De acuerdo con lo anterior, es evidente que ser optimista es una buena apuesta para cualquiera, pues reúne todo lo necesario para vivir en plenitud. A pesar de que es irracional, y en exceso puede llegar a ser perjudicial, los experimentos y estudios realizados por Sharot y otros investigadores demuestran que está ligado directamente a la evolución de la especie humana. "Sin optimismo, nuestros ancestros jamás se hubieran aventurado a formar tribus y la gente viviría todavía en cavernas", dijo Sharot.

La evidencia científica de que en el cerebro está la clave para que la gente sea optimista puede ser una pieza fundamental en el rompecabezas de esta tendencia. Sin embargo, aún quedan algunas dudas por resolver, como el hecho de que sea una facultad innata o que se aprenda en el transcurso de la vida. Por ejemplo, estudios recientes han revelado que existe un gen de la felicidad, y no todas las personas corren con la suerte de poseerlo. "Es tentador pensar que es una facultad innata. Sin embargo, la clave está en el aprendizaje, porque las personas no nacen siendo conscientes de que son optimistas o pesimistas", señaló Sharot. Lo que sí queda claro es que el estudio del optimismo, y la prueba de su importancia en la vida de las personas, está abriendo una nueva puerta para conocer más a fondo el funcionamiento de la conciencia humana. Después de todo, como dice Calderón de la Barca, la vida es sueño.