EL SUEÑO DE LOS INSOMNES

Una hormona, llamada melatonina, podrìa convertirse en la panacea para curar el insomnio.

13 de noviembre de 1995

SOLO LOS INSOMNES SABEN LO QUE cuesta alcanzar el sueño. El austríaco Karl Kraus decía que aquel que duerme la mitad del día ha ganado la mitad de la vida. Pero es evidente que no pocos pueden darse el gusto de practicar el dicho. Dormir bien se ha convertido para muchas personas en un privilegio fisiológico que sólo consiguen una o dos veces por semana y apenas para compensar las noches de desvelo. La ventaja es que no están solos. En los grandes laboratorios farmacéuticos, cientos de expertos están buscando el elixir del buen dormir, y una de las pesquisas más prometedoras es el estudio de la hormona melatonina, que el mismo organismo humano produce para inducir al sueño.
Aunque no ha sido aprobada por la Food and Drugs Administration, en Estados Unidos la mélatonina, sintetizada en forma de cápsulas, es una de las sustancias de mayor venta en los almacenes de productos naturales.
Mientras avanza el proceso de investigación, la hormona se vende como complemento nutritivo. Y aunque la publicidad no se atreve a afirmar tajantemente que está comprobado de manera científica que induce al sueño -para evitar problemas legales- sus principales compradores son los ojerosos insomnes o los viajeros crónicos, que quieren adelantar o atrasar su reloj biológico.
Los pacientes que la toman, controlando las dosis según sus necesidades, sostienen que es la verdadera cura del sueño y una alternativa frente a medicamentos u otros inductores hipnóticos que pueden crear dependencia y tener efectos secundarios. Es más, muchos afirman que tienen maravillosos y memorables sueños cuando toman la hormona.
De acuerdo con los científicos, la melatonina no es tóxica, pero todavía es muy prematuro asegurar que se trata de una sustancia libre de secuelas. En los 100 estudios que se han hecho hasta ahora, que incluyen pruebas en las que los pacientes han tomado hasta 6.000 miligramos en un mes, las quejas más frecuentes han sido: dolor de cabeza, náuseas y mareos. La gran incógnita es con los pacientes depresivos, que con frecuencla aseguran que la hormona empeora su estado, y con las mujeres, a quienes podría afectar su ciclo de fertilidad. "He trabajado durante 15 años con la melatonina -dice Russel Reiter, investigador de la Universidad de Texas- y no veo en absoluto la razón por la cual no se pueda tomar".
Sin embargo otros científicos, como Richard Wurtman -tal vez la persona que más ha investigado sobre la hormona-, sostienen que por tratarse de un remedio que está en manos de empresas naturistas puede correrse el riesgo de adquirir una sustancia que no sea pura.
La historia de la melatonina -que fue detectada en los años 50 y clasificada como hormona hace 30 años- comenzó como muchos descubrimientos, con una gran indiferencia científica. Hace una década los médicos pensaban que una glándula, del tamaño de una lenteja, que se escondía en las profundidades del cerebro era una de esas ñapas de la naturaleza que supuestamente le sobran al hombre moderno, como el apéndice. La subestimada glándula -la pineal- y su hormona seductora -la melatonina- se convertirían con el paso de los años y bajo las luces del microscopio en los más célebres fenómenos del cerebro. Experimentos recientes han ayudado a convencer a los científicos de sus virtudes: el minúsculo órgano es nada más ni nada menos que el reloj biológico del cuerpo humano, un fascinante cronómetro del organismo que induce al sueño y a la vigilia a través de la secreción de su hormona.
Los estudios hallaron que en la noche o en la oscuridad la producción de melatonina sube y que se reduce cuando el cuerpo se expone a la luz del día. Aparentemente la melatonina hace lenta la transmisión de los impulsos entre neuronas, tal y como lo hacen las píldoras para el sueño. Los ciclos biológicos pueden afectarse por los cambios súbitos de horarios -el jet lag-, el trabajo nocturno o simplemente por el paso de los años que va menguando la cantidad de melatonina que produce el organismo.
Para los científicos era un desafío impostergable establecer las consecuencias de jugar con el misterioso reloj del cuerpo a través de la manipulación de los niveles de melatonina. Fue así como en 1994, Wurtman, científico del Instituto Tecnológico de Massachusetts, reunió a 20 estudiantes del prestigioso centro docente y los sometió a un programa de pruebas. A algunos les suministró la melatonina y a otros un placebo, una hora antes de la siesta. Mientras el grupo que tomó el placebo demoró un premedio de 25 minutos en conciliar el sueño, los que habían tomado la melatonina estaban dormidos en seis minutos. "Piense que la melatonina es una señal de oscuridad -sostiene el doctor Robert Sack de la Universidad de la Salud de Oregon-. Es lo que le dice al organismo que la noche está cerca". Sack y sus colegas han mostrado que pequeñas dosis de la hormona pueden cambiar el reloj biológico para atrasarlo o adelantarlo. "Si se toma en la tarde, alrededor de las tres, adelanta el reloj como si el sol se estuviera poniendo más temprano. Si se toma en la mañana, a eso de las ocho, el reloj se atrasa como si la noche fuera màs larga".
Otra prueba realizada en Israel entre un grupo de personas de la tercera edad -y cuyos resultados fueron publicados en el British Medical Journal- concluyó que la cantidad de sueño en las personas viejas es proporcional a la cantidad de melatonina que producen. Las personas de edad que sufren de insomnio tienen la mitad de los niveles de melatonina que poseen los jóvenes.
Algunos científicos sostienen que aunque la melatonina tiene un gran potencial, es recomendable esperar a que las investigaciones científicas culminen y tener una noción precisa de sus posibles efectos secundarios y las dosis adecuadas. Pero hay muchos insomnes que no quieren esperar y por eso la melatonina ya se ha convertido en el remedio más común en las mesitas de noche de los estadounidenses.