PSICOLOGÍA

El vaso medio lleno

Los expertos señalan que si los optimistas tienen mejores perspectivas hacia el futuro es porque son más trabajadores y persistentes. Además, esa actitud los hace menos propensos a sufrir depresión.

2 de junio de 2012

Por lo general, a los optimistas se les tilda de soñadores y románticos, pues su visión idealista parece contrastar con la cruda y dura realidad. Se les ha visto como personas que se proponen metas irrealizables o que simplemente ponen buena cara al mal tiempo. Pero la psicología positiva recientemente ha logrado definir con más precisión las características de estas personas y ha encontrado que son mucho más realistas de lo que se cree. Su capacidad de ver el lado positivo de las situaciones diarias los hace ser valientes, perseverantes y exitosos. Además, gozan de buena salud y, por ende, tienden a vivir más.

Quienes son optimistas esperan que el futuro les depare buenos resultados, pero también saben que cuando sucedan cosas malas, las podrán manejar. Suzanne C. Segerstrom, profesora de Psicología de la Universidad de Kentucky y autora del libro Rompiendo la Ley de Murphy, afirma que más allá de esa mentalidad positiva, los optimistas son luchadores incansables que siempre están motivados para cumplir sus objetivos. "Es creer que el futuro está en las manos de cada quien. No basta con estar convencidos de que vendrán cosas mejores, sino de trabajar para conseguirlas", afirma la autora.

En un reciente artículo escrito por Jane Brody para The New York Times, la periodista señala que los optimistas no se rinden ni evaden los problemas, sino que los enfrentan y para ello establecen metas y crean un plan de trabajo para lograrlas. Peter T. Lambrou, psicólogo clínico y bloguero del portal web de la revista Psychology Today, señala que los optimistas tienen la habilidad de ver las decepciones como una oportunidad y no como un obstáculo. Ellos usan esas malas experiencias como "catalizadores del cambio para luego obtener mejores resultados y sentir satisfacción", dijo Lambrou a SEMANA.

Los estudios demuestran que los optimistas están altamente influenciados por factores genéticos, pero, según Segerstrom, esto incide tan solo en 25 por ciento de su comportamiento. El resto proviene del entorno y la experiencia. Sin embargo, se puede aprender a ser optimistas, aunque los expertos señalan que todo depende de la voluntad. "De nada sirven los empujones externos si no hay un deseo de cambio interno", señaló Lambrou a esta revista.

Según Sonja Lyubomirsky, profesora de Psicología de la Universidad de California y autora del libro The How of

Happiness, los optimistas tienen claras las metas que persiguen y se motivan para alcanzarlas. Son prácticos, buenos estrategas, siempre buscan soluciones a los problemas y no se rinden fácilmente. "Por eso les va bien en diferentes áreas de la vida, ya sea la personal, académica o profesional, y además gozan de buena salud", dijo a SEMANA.

Por lo general, el sistema inmunológico de los optimistas es más fuerte. Hay evidencia de que su nivel de autoestima es alto y de que son menos propensos a sufrir depresión o ansiedad. De hecho, cuando enfrentan situaciones de estrés no se amilanan, sino que buscan sacarle provecho a esas vivencias de forma positiva. Sin embargo, lo más importante, como señala Lambrou, es mantener el equilibrio. Como afirma Martin

Seligman, padre de la psicología positiva, "lo más recomendable es que las personas sean optimistas flexibles", es decir, que puedan cambiar dependiendo de la situación en la que se encuentren.

Un ejemplo del optimismo moderado es el que aparece en el estudio Optimism and Economic Choice, realizado por David Robinson y Manju Puri en 2007 y publicado en el

Journal of Financial Economics. Los autores evaluaron el manejo de las finanzas de un grupo de optimistas moderados y otro de optimistas extremos y encontraron que los primeros son más razonables y menos imprudentes. Para Puri el optimismo es como el vino tinto, "en exceso es malo, pero en cantidades moderadas es bueno para la salud".